Juan Vicente Boo.
En el Vaticano sonríen ahora hasta los guardias suizos. Siguen haciendo su trabajo con perfeccionismo helvético, y no bajan la guardia frente a las amenazas, pero miran a los ojos a la gente. Es parte del aire de alegría y de sencillez que se ha contagiado poco a poco por el ejemplo de Francisco.
Hay también personas que rechinan los dientes: son los intrigantes y los «carreristas». Han perdido el control. Y, aunque lo intentan, no consiguen sabotear un pontificado que avanza a toda vela incluso en los días de tormenta.
Después del «electroshock» de la renuncia de Benedicto XVI, la «terapia» de Francisco está dando buen resultado. Estos dos años han rejuvenecido a la Iglesia, que gana optimismo, ligereza y sencillez. Siguiendo el ejemplo del Papa, muchos obispos se han bajado del pedestal para descubrir, sorprendidos, que la gente les escucha más cuando hablan de igual a igual. Los que continúan actuando como «obispos príncipes» están cada vez más solos.
Las primeras palabras del Papa a los cardenales que le habían elegido fueron una invitación a no tener miedo a la ternura ni a la misericordia. Ese mensaje, impulsado por gestos como abrazar a los enfermos, lavar los pies a jóvenes reclusos, visitar a los refugiados en Lampedusa, etc., ha llegado a todo el planeta.
El estilo del nuevo Papa, tan distinto de Benedicto XVI, desconcertó al principio a los católicos de gustos tradicionales. Pero en pocos meses casi todos pasaron del desconcierto a la simpatía y ahora, al cabo de dos años, pueden ver las líneas de continuidad con propuestas de Benedicto XVI que el bondadoso pontífice alemán no conseguía llevar a la práctica.
Un Papa con «sana dosis de inconsciencia»
Con su despliegue de energía y de temeridad –no utilizar coches blindados, mezclarse con la gente, tomar mate de quien se lo ofrezca, recibir a personajes polémicos, etc.- Francisco ha pasado por encima de los burócratas vaticanos que frenaban o traicionaban a su predecesor.
Con sus homilías mañaneras, las improvisaciones en los discursos, las conferencias de prensa en los viajes –siempre en tono coloquial y un lenguaje popular- el Papa consigue que su mensaje llegue a todos los rincones del planeta. La gente entiende sus imágenes, llenas de sentido común, sin necesidad de intermediarios.
Francisco se fía, e invita a fiarse del Espíritu Santo. Afirma que «Dios es bueno conmigo: me ha dado una sana dosis de inconsciencia». Trabaja como un acróbata sin red y arriesga, pero casi todo le sale bien.
Es un intelectual de gran calado y tiene un talento instintivo para la diplomacia humana, pero procura que no se note. Cuando salen a la luz resultados espectaculares como el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, intenta disimular.
Después de un precónclave en que por primera vez se debatieron abiertamente los fallos de la Curia vaticana –mucho más que las filtraciones de «Vatileaks» o los escándalos del banco del Vaticano-, los cardenales buscaron a una persona capaz de poner orden.
Fin al monopolio de la Curia
Un Papa suizo probablemente se habría muerto en pocos meses. Por fortuna, eligieron a un experto en nadar en aguas turbulentas. Como jefe de los jesuitas de Argentina, Jorge Bergoglio había conseguido poner orden en la Compañía, y hacerlo durante el peligroso período de la «guerra sucia». Como arzobispo de Buenos Aires, era el abanderado de la justicia y del pueblo frente a sucesivos gobiernos corruptos que aceleraban el declive del país.
El «Big Bang» de la reforma de la Curia vaticana tuvo lugar el 14 de abril del 2013. Al mes justo de su elección, Francisco creaba un consejo de ocho cardenales de los cinco continentes para ayudarle «en el gobierno de la Iglesia universal». El monopolio de gobierno de la Curia vaticana había terminado, pero muchos burócratas no se dieron cuenta porque pensaban que sería tan sólo otro consejo inútil. No sabían que iba a funcionar con el empuje de un rompehielos.
Algunos orondos canonistas se ofrecieron a elaborar proyectos dereforma de la Curia. No se daban cuenta de que Francisco había decidido reformarla desde fuera, precisamente con personas ajenas al Vaticano. Tampoco sospechaban que lo iría haciendo a pequeños trozos, dejando para el final la elaboración de la norma canónica constitucional, limitada a reflejar jurídicamente los hechos consumados.
Urgido por los escándalos financieros, Francisco tuvo que empezar por poner orden en la parte económico-patrimonial del Vaticano. Y lo hizo también mediante expertos externos. En pocos meses, el Vaticano estaba lleno de consultoras internacionales: McKinsey, KPMG, Ernst Young, Promontory International…
Los viejos zorros de la burocracia, expertos en neutralizar investigaciones, fueron arrollados. Poco después, el Papa creaba la secretaria de Economía, centralizando el control financiero en manos del vigoroso cardenal de Sidney George Pell, uno de los miembros del consejo de cardenales.
Freno al «carrerismo»
Entretanto, reformaba el sistema de trabajo del Sínodo de Obispos: desde la encuesta mundial para conocer de modo realista la situación de la familia hasta la novedad de dar la palabra en Roma, al comienzo de cada mañana y cada tarde a un matrimonio, que hablaba a los obispos con conocimiento de causa.
La colegialidad ha avanzado también rápido en el trabajo de los cardenales. En sus dos «hornadas» de nuevos purpurados, Franciscose ha saltado las antiguas «diócesis cardenalicias», cortando una de las vías de «carrerismo» de los italianos. Ha traído pastores sencillos y eficaces de lugares remotos, que ahora suman ya un cuarto del colegio de cardenales.
Y ha creado un sistema práctico de trabajo. En lugar de convocarles cada dos años a Roma para reuniones ceremoniales de imposición de nuevas birretas, les reúnen cada año en febrero para trabajar dos o tres días sobre temas específicos como la familia en el 2014 o la reforma de la Curia vaticana en el 2015. Ahora todos pueden dar su opinión y saber lo que está pasando en el Vaticano.
Pero los ajustes organizativos, que han consumido buena parte del tiempo del Papa en estos primeros dos años, no son en absoluto su prioridad.
Francisco quiere cambiar a las personas. Cambiar el modo de ser y de actuar de los católicos hacia un estilo más cercano al Jesús de los Evangelios. Cambiar el modo de pensar de los musulmanes, a cuyos líderes religiosos dijo el 28 de noviembre en Ankara que deben condenar el extremismo y la violencia en las propias filas. Cambiar el modo de actuar de los ciudadanos de los países ricos para que no derrochen los recursos del planeta. Evitar que la economía real vaya a remolque de la especulación financiera. Contener en lo posible las guerras y el terrorismo…
Personaje del año
El proyecto del Papa está escrito con toda claridad en la exhortación apostólica «La alegría del Evangelio». Decenas de millones de personas la han leído y la utilizan para mejorar su propia vida. Millones de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, acuden a verle cada año en Roma y en sus viajes internacionales.
En diciembre del 2013, los principales diarios y revistas internacionales nombraban a Francisco «Personaje del Año». La revista «Forbes» y otras «biblias» del capitalismo le incluyen entre las personas más influyentes del planeta.
El Papa ha criticado con dureza el capitalismo descontrolado y el intervencionismo militar de Estados Unidos. Aun así, el presidenteObama le invitó a visitar el país en septiembre del 2015. Y el Congreso le ha invitado a tomar la palabra ante las dos cámaras en sesión conjunta. Juan Pablo II fue el primer Papa recibido en el Parlamento Europeo. Benedicto XVI , el primero en el Parlamento Británico medio milenio después de la ruptura. Francisco es el primer Papa invitado a dirigirse al Congreso americano. En sólo dos años es, por su propio peso, el «Papa del mundo».
1 comentario:
Felicidades SantoPadre...de todos modos este Boo es un optimista nato, me da la impre..
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