Ante el tema de Dios, con su gracia y nuestra libertad, al final uno cree porque quiere o no cree porque no quiere. En la convivencia que realizo estos días, un sacerdote filipino nos habla de su experiencia con conversiones varias de orientales. Muchas veces más que un desarrollo mental lógico, que también, es una cierta intuición.
Comentaba que algunos le dicen, ya estoy convencido, ahora explíqueme; otro, médico chino de prestigio, le dice en un momento al jefe de investigación con el que trabaja, "quiero ser como tú", porque he visto como trabajas, como tratas a la gente, no pierdes el buen humor; te veo igual a mí, pero al tiempo diferente.
Algo parecido le pasó a Edith Stein, durante una noche se leyó la vida de santa Teresa, y al finalizar, ella profesora de filosofía, judía, se dijo: "esto es verdad". En el fondo es la confianza, en algo real. En la vida ordinaria funcionamos con mucha confianza, con fe: ponemos nuestra vida en manos de desconocidos que pilotan un avión, un coche o un tren. Incluso nos dormimos en el viaje. Señor, creo, pero auméntame la Fe.
Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es
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