Ayer, santa Teresa Benedicta de la Cruz; hoy, san Lorenzo. La primera encontró a Cristo tras una búsqueda incansable de la verdad; el segundo murió por no negar la Verdad que había encontrado.
Si algo dificulta el apostolado es el desinterés por la verdad. Vivimos en la «generación Facebook»: nuestros contemporáneos no orientan sus vidas conforme al criterio verdad–mentira, sino conforme al criterio me gusta–no me gusta. Que el pecado esté hecho de mentiras no les importa, porque el pecado gusta. Y que la Cruz muestre la Verdad tampoco les importa, porque la Cruz no gusta. Ellos quieren sentir, no saber.
Más me preocupa el que, en lugar de despertar en los jóvenes el interés por la verdad, ofreciéndoles doctrina sólida, desde la Iglesia hayamos preferido, frecuentemente, jugar a Facebook y ofrecerles cosas que gusten, aún a pesar de la doctrina. Semejante opción nos fascina porque produce frutos rápidos, pero está llena de mentira. Los jóvenes que hayamos acercado a las parroquias logrando que «les guste» nos abandonarán cuando encuentren algo que les guste más. Y, si hay algo que jamás conseguiremos, es que la virtud «mole» más que el pecado. Esa batalla está perdida. Nunca debimos emprenderla.
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