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El Diccionario de Oxford ha designado como Palabra del Año 2016 el término “post-truth”, en español posverdad. Y es que justamente esa es la clave de la modernidad: hemos perdido el sentido de la verdad. La Era Moderna que comenzó con la Revolución francesa nos dejó el famosísimo lema de “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, que en realidad son términos utilizados desde muy antiguo. De ello habló ayer mi colega el profesor de Ética de la Empresa del IESE Joan Fontrodona, en la última sesión de nuestro I-Wil Lunch.
La palabra fraternidad viene ya de mucho antes, no es un invento de los ilustrados franceses. Se usó profusamente desde el inicio del cristianismo, y desde la filosofía griega, unos cuantos siglos antes. El profesor Fontrodona explicó que la filosofía clásica, donde reinaba la armonía entre el ser de las cosas, el conocer esas cosas y el actuar hacia esas cosas, se “problematizó” con la llegada de la Modernidad: la filosofía abandona el Mediterráneo y se dirige hacia el interior de Europa, donde el hombre comienza a cuestionarse la esencia de esa verdad de las cosas, y la sustituye con opiniones sobre las cosas.
El lunes falleció Zygmunt Bauman, el sociólogo polaco que, por ser judío, emigró a Inglaterra, donde acuñó el término Modernidad Líquida:
“La sociedad líquida que conceptualizó Bauman define el actual momento histórico en el que se han desvanecido las instituciones sólidas que marcaban nuestra realidad y se ha dado paso a una realidad marcada por la precariedad, el ritmo cambiante e inestable, la celeridad de los acontecimientos y la dinámica agotadora y con tendencia al individualismo de las personas”. (Aquí podéis leer el artículo completo de La Vanguardia)
El profesor Fontrodona enlazó la sociedad líquida con la sociedad actual del todo vale, preguntándose:
Si todo vale, ¿nos podemos equivocar? No. Según esta posmodernidad, no hay equivocación posible, nos volvemos ‘tolerantes’. Todas las opiniones valen igual. Como recuerda Bauman, “en la modernidad líquida, todo lo que antes era duradero, religión, empleo y relaciones, pasa a ser efímero”.
El drama de la posverdad
A la hora de modelar la opinión pública los hechos objetivos influyen menos que las emociones y creencias personales. Es cierto que lo líquido es también flexible, pero a la vez es más vulnerable que lo sólido. Si todo se convierte en opinable, si no hay verdad sino opinión, cada opinión es una verdad: la mía, la tuya, la suya… pero, como decía Séneca, “las opiniones hay que pesarlas”.
Siguiendo con el discurso del Prof. Fontrodona, cuando hay desconexión entre la Verdad y la Libertad, esta se convierte en simple libertad de elección. Cuando se desconecta de la Igualdad, aparecen la uniformidad y los convencionalismos sociales. Si se desconecta de la Fraternidad, lo que nos queda es el emotivismo y el buenismo. Una vez instalados en el todo vale de la posverdad, echamos de menos la verdad. Porque, ¿cómo vamos a dejarlo todo en manos de la opinión? Y, si todo se reduce a opiniones, ¿cómo vamos a poder discriminar entre opiniones diversas? Ortega y Gasset, en La rebelión de las masas, se refiere a esta uniformidad y desindividualización de la persona. Lo glosa acertadamente Mario Vargas Llosa en este artículo de El País:
“La masa, en el libro de Ortega, es un conjunto de individuos que se han desindividualizado, dejado de ser unidades humanas libres y pensantes, para disolverse en una colectividad que piensa y actúa por ellos, más por reflejos condicionados -emociones, instintos, pasiones- que por razones.”
Hace unos años escribí un post (podéis leerlo aquí) sobre la propuesta que hizo nuestro colega de claustro de la Universidad de Navarra, el profesor Alvaro D’Ors, hace ya más de medio siglo: complementar las tres palabras del lema de la Ilustración con otras tres: Responsabilidad, Diferencia y Paternidad.
¡Cuánta sabiduría hay en esta propuesta! Aún más hoy en día, después de ver cómo se han ido tergiversando los conceptos. Porque ¿qué Libertad es tal sin la correspondiente Responsabilidad? Estaríamos más bien ante un libertinaje camuflado de legalidad. Y ¿cómo conseguir la verdadera igualdad de derechos si no partimos de las diferencias y construimos sobre ellas? Estaríamos ante un igualitarismo como mínimo estéril, si no dañino e injusto. Y, por último, ¿cómo podemos hablar de Fraternidad (o actualmente de Sororidad) si no tenemos un padre común? Por eso hoy se habla tanto de solidaridad, y ha caído en desuso la palabra fraternidad. Este es el auténtico problema: la falta de un verdadero liderazgo en todos los ámbitos (político, empresarial, familiar, …) que una hacia un propósito común que valga la pena por estar anclado en la verdad.
En este sentido Joan Fontrodona, al término de su sesión, propuso una guía de conducta del buen líder, inspirada en las obras de misericordia. Por un lado, las espirituales inspirarían la faceta interna de la Responsabilidad Social de la Empresa con sus propios empleados (enseñar al que no sabe, dar consejo al que lo necesite, corregir al que se equivoca, …). Por otro, las obras de misericordia corporales (dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, visitar al enfermo, al encarcelado…) estarían inspirando la faceta externa de la RSC, a través del voluntariado (comedores sociales, banco de alimentos, …).
En el coloquio Joan nos ofreció algunas pistas para volver a traer la verdad a nuestra sociedad. “Está claro que el “no” no vende. Hay que actuar y hablar con espíritu positivo, con alegría, ser siempre pro-algo y nunca anti-algo, como muy bien entienden los estadounidenses donde, por ejemplo, existe el pro-life y pro-choice, dos opciones antagónicas, pero ambas pro-opciones.
Aquí podéis ver la ppt de su conferencia.
¿Tiramos la toalla y nos apuntamos a la posverdad? ¿O recuperamos el mensaje de Antonio Machado?
¿Mi verdad? ¿Tu verdad? No. La verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya…. ¡guárdatela!
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