Por qué ha ganado Trump; por Rafael
Navarro-Valls, catedrático y presidente
de la Unión Internacional de Academias
Jurídicas Iberoamericanas
07/11/2024
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El día 7 de noviembre de 2024 se ha publicado, en el
diario El Mundo, un artículo de Rafael Navarro-Valls,
en el cual el autor opina que Trump ha ganado
porque promete ser el presidente que devolverá la
estabilidad económica y el crecimiento al país, lo que
ha resultado atractivo para los votantes preocupados
por la inflación y la incertidumbre financiera.
POR QUÉ HA GANADO TRUMP
El vencedor de las elecciones de noviembre de 2024 probablemente ha sido el
candidato a la Casa Blanca cuya historia es más compleja. Ganó la presidencia
frente a Hillary Clinton con un voto popular inferior a su contrincante. Tuvo
momentos muy polémicos: por ejemplo, dos juicios políticos. Perdió contra
Joe Biden la elección para el segundo mandato lanzando duros ataques contra
el supuesto amaño electoral. Y finalmente, para ganar ahora ha tenido que
enfrentarse con una situación inédita: la lucha contra dos contrincantes
seguidos (Biden y Kamala Harris), con el consiguiente desgaste que eso
supone.
Estas vicisitudes han llevado a cambios en su programa que han favorecido su
victoria. Algunos ejemplos. Aunque el muro con México fue una de sus
grandes promesas, en su campaña actual ha cambiado el enfoque, subrayando
la seguridad fronteriza y sin enfatizar tanto en la construcción física del muro.
En 2016, durante su campaña contra Hillary, Trump criticó acuerdos como el
Nafta (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), pero ahora con el
USMCA (acuerdo con México y Canadá que reemplazó al Nafta) habla más
sobre frenar la inflación y mantener el dólar fuerte. En 2016, Trump se
mostraba escéptico ante la OTAN y apoyaba las relaciones bilaterales con
Rusia. Actualmente, aunque mantiene una postura de evitar conflictos
internacionales prolongados, ha centrado más su enfoque en una competencia
con China que agrada a sus votantes.
Así las cosas, veamos las principales razones por las que su liderazgo ha
resonado entre el electorado de EEUU con más fuerza que los mensajes de
Harris.
Uno de los aspectos más destacados de la candidatura de Donald Trump es su
base de apoyo, que se ha mantenido leal y comprometida a lo largo de los años.
Desde antes de su primer mandato, Trump ha sabido construir con sus
seguidores una sólida relación de estilo directo, comenzando con el grito de
guerra: Make America great again (hagamos -o haz- América grande otra vez).
No hay que olvidar que la base electoral de Trump está compuesta en su
mayoría por estadounidenses que sienten que sus valores tradicionales están
amenazados y buscan un líder que los defienda sin concesiones. Trump ha
capitalizado esta percepción, reforzando su imagen de candidato firme que se
enfrenta con el establishment sin titubeos. Esta lealtad profunda le ha
otorgado ventaja sobre otros candidatos, antaño Hillary Clinton o ahora
Kamala Harris.
Desde que James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton
contra Bush sr, pegó un cartel en las oficinas centrales con varios mensajes
escritos entre los que destacaba: “Es la economía, estúpido”, la frase -que se
transformó en “Es la política, estúpido”- hizo fortuna en la cultura política
estadounidense. No la olvidó el rubio presidente. De ahí que en toda su
campaña haya insistido constantemente en los logros económicos de su
Administración, en especial antes de la pandemia. Los expertos suelen afirmar
que en su primer mandato la economía experimentó un crecimiento
significativo, con bajos niveles de desempleo y un auge en el mercado de
valores. Estos logros han sido la base de su mensaje actual, en el que promete
una “segunda gran era económica” para el país.
Con estos datos ha criticado duramente las políticas económicas de su
oponente. Su mensaje es claro: Trump promete ser el presidente que devolverá
la estabilidad económica y el crecimiento al país, lo cual ha resultado atractivo
para votantes preocupados por la inflación y la incertidumbre financiera. Se
entiende que tanto Wall Street como Silicon Valley -incluido Elon Musk-
giraran hacia su candidatura.
Antes dije que la lealtad de la base electoral de Trump ha sido un factor
decisivo en su victoria. En este sentido, ha influido en el electorado la postura
de Trump de “nosotros contra ellos”. De este modo se ha enfrentado con los
media y figuras de la élite, lo que ha sido interpretado como una señal de
autenticidad y fortaleza. La retórica de confrontación de Trump, lejos de alejar
a su base, parece haberla solidificado, lo que ha influido en especial en
aquellos votantes que se sienten ignorados por el constante uso de lo
“políticamente correcto”. Han visto en Trump a “uno de ellos”, alguien que
erradicará el “crecimiento desmedido del Estado”, facilitando decisiones libres
sin interferencias burocráticas.
En esta campaña presidencial en EEUU, el tema de la ley y el orden ha cobrado
un lugar significativo, principalmente debido a las tensiones políticas, el
aumento de la violencia en algunas ciudades y el debate sobre la reforma
policial. Trump, por ejemplo, ha enfatizado su postura en favor de un enfoque
más estricto en la aplicación de la ley, una línea que ya mantuvo en su
Administración, argumentando que los demócratas son débiles en esta área.
Trump ha prometido incrementar los fondos para las fuerzas de seguridad, en
un esfuerzo por devolver la seguridad a las comunidades. Esta postura
también ha ganado apoyo entre aquellos que creen que la actual
Administración ha sido demasiado permisiva con las protestas y disturbios que
han resurgido en los últimos años.
Las campañas norteamericanas raras veces han girado en torno a la política
exterior. Las excepciones han sido cuando una de las partes es Norteamérica
misma. De este modo, el mal resultado en Vietnam fue la razón prioritaria
para que el presidente Johnson optara por no presentarse a un segundo
mandato. Por el contrario, la Segunda Guerra Mundial fue el motor para que
Franklin D. Roosevelt ganara su tercer y cuarto mandatos, convirtiéndose en el
líder con mayor número de años en la presidencia.
Trump optó en su campaña por la perspectiva de “América, primero”. Y así
como durante su primer mandato planteó una postura proteccionista y
renegoció acuerdos comerciales para proteger los empleos estadounidenses, en
esta campaña ha mantenido la misma posición, de modo que es su propósito
“evitar involucrarse en conflictos innecesarios o intervenciones costosas en el
extranjero”.
Con Ucrania ha sostenido que tiene “un secreto que traerá la paz, incluso antes
de jurar el cargo”. Con el conflicto de Oriente Próximo se ha alineado con
Israel sin ambigüedades. Un notable número de votantes se ha adherido a esta
postura, sobre todo los que se sienten frustrados ante las largas intervenciones
militares y las cargas económicas anexas.
Su hostilidad, sin embargo, la ha mantenido contra China y Corea del Norte.
De modo que un ataque a Taiwan, por ejemplo, además de las posibles
actuaciones militares, conllevaría altísimos aranceles para China: entre un
150% y un 200%. Trump advirtió a Corea del Norte de que “enfrentará fuego y
furia como el mundo nunca ha visto”, como respuesta a las amenazas
nucleares por parte de Pyongyang. Esta dura posición le ha atraído votantes,
que han cambiado la perplejidad ante su aislacionismo por la satisfacción ante
su dureza con dos países “crueles”.
Antes me referí a su nueva y edulcorada visión del muro entre México y EEUU.
Falta referirme a su postura global en el tema de la inmigración. Trump planea
deportaciones masivas de inmigrantes irregulares y reducir drásticamente el
número de refugiados permitidos cada año. A diferencia de Harris, rechaza
cualquier reforma migratoria bipartidista, apostando por políticas restrictivas
y directas. Esta posición ha satisfecho a sus votantes blancos, pero también a
bastantes votantes hispanos, que aducen que los inmigrantes ilegales no deben
recibir un trato de favor, cuando ellos tuvieron que superar los filtros legales.
Según los abogados estadounidenses, el aborto es la “encrucijada sangrienta
del Derecho”. Se entiende así el eterno debate sobre esta cuestión. En él, el
nuevo presidente ha mantenido una postura ambigua. Ha dejado la posición
dura a su vicepresidente, J. D. Vance, que postula una prohibición nacional
casi total sobre el aborto.
La ambigüedad se nota en Trump en que, al tiempo que nombra a tres
magistrados provida para el Tribunal Supremo de EEUU, da su apoyo, por
ejemplo, a una ley de Florida que permite el aborto en las seis semanas
primeras del embarazo. También ha mantenido una posición titubeante ante la
píldora abortiva. Esta indefinición en un tema clave como el aborto ha sido
interpretada por algunos observadores como una deliberada posición flexible,
que ha permitido que los electores moderados le votaran. Ciertamente ha
dejado perplejos a sus seguidores provida, que sin embargo le han seguido
votando.
La victoria de Trump abre otro panorama incierto, como ocurrió durante los
cuatro años de su primera presidencia. Como dije entonces, nos encontramos
ante un presidente más habituado a improvisar que a reflexionar. Pero un
presidente es un hombre con muchos sombreros. Conocemos bastantes y en
estos cuatro años que comienzan veremos más. De momento, en su discurso
después de su triunfo ha dicho: “No descansaré hasta que hayamos entregado
la América fuerte, segura y próspera que nuestros hijos y ustedes merecen”. No
está mal.
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