martes, abril 09, 2013

En la muerte de la dama de hierro.



Si hubiese sido de izquierdas, tendría  calles, barrios, Universidades, etc. A Esperanza Aguirre le gusta.


Al conocer la noticia de la muerte de Margaret Thatcher, no por esperada menos triste, lo primero que he pensado es que ella ha sido, junto a Winston Churchill, la política europea del último siglo que más ha hecho por el triunfo de la libertad.
Churchill tuvo que hacer frente al monstruo del nazismo y fue el máximo artífice de la victoria aliada. Su actuación en la Guerra Mundial tuvo mucho de épica.
El enemigo totalitario al que tuvo que enfrentarse Margaret Thatcher era el comunismo, que todavía mantenía sojuzgada a más de media Europa y aún era capaz de engatusar a amplias capas de intelectuales –esos intelectuales que actúan como los depositarios de la corrección política– en los países libres de Occidente.
Thatcher no se arredró y, como la primera mujer primera ministra de la historia de Gran Bretaña, hizo suya la causa de la libertad y no dudó en plantar cara, junto al presidente Ronald Reagan y al Papa Juan Pablo II, a ese comunismo con el que los líderes democráticos de Occidente se habían acostumbrado a contemporizar.
Poco le importaron las críticas que recibía de esos intelectuales, que desde los países libres de Occidente se mostraban proclives a excusar los crímenes y los excesos del comunismo. Ella tenía claro que el comunismo era letal para la humanidad y que la causa de la libertad saldría ganando si el comunismo era derrotado. Por eso, en ningún momento tuvo la tentación de llegar a componendas con aquellos líderes de la última Unión Soviética, y se mantuvo siempre firme en su anticomunismo. Y por eso, cuando vio que Gorbachov empezaba a transitar por el camino correcto, le apoyó y le ayudó a terminar con el siniestro régimen soviético.
La actitud de Margaret Thatcher frente al comunismo es muy significativa de toda su manera de actuar en política. Una manera de actuar basada siempre en sus principios. Porque aquí tengo que proclamar que Margaret Thatcher ha sido, en todo momento, la personalidad política más fiel a sus valores que he conocido.
Margaret Thatcher no tuvo nunca nada fácil. Hay que pensar en el enorme mérito que encontramos en todos los episodios de su biografía. Cómo de hija de un tendero de clase media llegó a estudiar en Oxford. Cómo, a pesar de ser mujer, consiguió hacerse valorar por el establishment del Partido Conservador. Y cómo, sin complejos ni apaños, logró que ese Partido, que estaba sumido en una profunda crisis de identidad después de los años de Edward Heath y de dominio de los «wets», la eligiera como líder en 1975 y, de su mano, volviera a defender los valores de la libertad, de la economía de mercado y del predominio de los ciudadanos sobre el Estado.
Si tuviera que elegir un momento que representa perfectamente la manera de hacer política de la líder desaparecida me quedaría con el impresionante discurso que pronunció ante la Conferencia del Partido Conservador, en Brighton, el 10 de octubre de 1980, que se conoce por la frase que allí pronunció: «The lady´s not for turning» (la señora no está por cambiar el rumbo).
Y es que Margaret Thatcher compareció ese día en Brighton, 17 meses después de haber llegado a Downing Street, con la agenda llena de problemas. Había más de dos millones de parados y seguían aumentando, Inglaterra estaba ante una profunda recesión, la inflación estaba aún más alta que cuando había empezado a gobernar, y en su gobierno habían aparecido las primeras fisuras en forma de filtraciones a la prensa.
En esas condiciones, Margaret Thatcher pronunció un discurso que dejó meridianamente claro a los miembros de su partido y también a todos sus amigos en el mundo entero, y a los que no lo eran, cuáles eran sus principios y cuáles eran los objetivos de su gobierno. Dejó claro que ella no iba a renunciar ni a esos principios ni a esos objetivos.
Hay que recordar que ella había sido elegida primera ministra el 4 de mayo de 1979 porque había ilusionado a los británicos con un proyecto para frenar la evidente decadencia económica del Reino Unido, devolver la política británica al lugar que siempre había tenido en el ámbito internacional y recuperar la autoestima que los ciudadanos de Gran Bretaña llevaban años perdiendo. Y en Brighton, 17 meses después, tenía la sensación de que podía fracasar rotundamente.
Por eso, en aquel discurso fue a la raíz del problema y recordó que el objetivo de su gobierno era el reto más ambicioso que había afrontado ningún gobierno británico desde la II Guerra Mundial: cambiar la forma de pensar de los británicos para que Gran Bretaña recuperara la confianza en sí misma. Ella se había propuesto demostrar en la práctica que había una alternativa al modelo socialdemócrata que parecía ser el único posible.
Ella quería que Gran Bretaña fuera una sociedad de propietarios, que los británicos fueran propietarios de sus casas y fueran accionistas de sus empresas. Quería que los sindicatos redujeran su campo de influencia al lógico y que acabaran sus abusos. Quería devolver la iniciativa de la actividad económica, social y cultural a la capacidad emprendedora de los ciudadanos. Quería que el mundo entero supiera que en la Guerra Fría Gran Bretaña iba a estar siempre al lado de los defensores de la libertad y en contra de toda tiranía, y, desde luego, contra el comunismo. Ella quería, en definitiva, concitar el coraje, el talento y la energía de los británicos para salir de la depresión general en que se encontraban. Porque, como dijo ese día, «el deber más ineludible de un gobierno es evitar que se desperdicie el mayor activo de un país, que es el talento y la energía de su gente». Y pronunció esa frase que ya ha quedado para la historia: «The lady´s not for turning».
Hoy sabemos que el proyecto de Thatcher se saldó con un rotundo éxito, y que su ejemplo tiene un lugar destacado en la historia política de las democracias. Por eso hoy la lloraremos todos los que amamos la libertad y todos los que intentamos que nuestra actuación política esté siempre marcada por la fidelidad a unos valores y a unos principios y nunca por el oportunismo.
Publicado en el diario ABC, martes 9 de abril de 2013
Esperanza Aguirre. 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y yo te echo a ti de menos,Esperanza Aguirre.No acabo de comprender el por qué de tu renucia.Janusa

goyo dijo...

Gracias sin re, para mi fue la politica mas importante del siglo pasado. Tenia otra frase mitica y no es literal pero venia a decir algo asi como " que los gobiernos socialistas duran, lo que dura el dinero que dilapidan" tampoco la temblo la mano con los terroristas, ni tuvo ningun problema en eliminar subsidios " absurdos". Imaginaros que hubiese pasado si hubiesemos tenido una Margarita Española,en la expropiacion de Ypf.... en unas horas hubiese estado alli la armada.
Que Dios la tenga en su gloria.
Gracias Sinretorno eres un crack !!

Anónimo dijo...

Donsin,

Qué lejos queda la forma de entender la política de Thatcher, a nuestros gobernantes totalitarios y maricomplejines, hijos todos del aberrante pensamiento único que todo lo invade. Ellos que son tan amigos de las fotos, del posado, del dialogo y consenso vacuos.
DEP.
Saludos. Misael