lunes, junio 24, 2013

Obama no es Kennedy.









20/06/2013 El CONFIDENCIAL


26 de junio de 1963. El presidente Kennedy y su séquito avanzan entre una marea humana (se calcula medio millón de berlineses) hacia el balcón de la alcaldía de Schöneberg, un barrio de Berlín, cercano al muro. De pronto, el joven presidente se dirige a Robert Lochner, su intérprete oficial, y le pregunta a bocarrajo: “¿Cómo se dice en alemán “I am a berliner?”. Velozmente, el interpelado escribe en una ficha estas palabras, con indicación de su pronunciación: “Ish-bin-ein Berleener”. Kennedy ensaya con el mismo Willy Brandt -alcalde de Berlín occidental- el modo correcto de decirlas.

Así comienza la leyenda, pues frente a la hirviente multitud concentrada en la Rudolf Wilde Platz, después de decir “a esos que afirman que el comunismo es un sistema perverso, pero que permite hacer progresos económicos, yo les diría: ¡Venid a Berlín!”, añadió “todos los hombres libres, vivan donde vivan, son ciudadanos de Berlín y, por tanto, como hombre libre, tengo el orgullo de decir: ‘Ich bin ein Berliner’ (Yo también soy berlinés)”. Ante la rugiente reacción de la muchedumbre, posteriormente comentaba en privado: “Tuve la sensación de que si hubiera dicho ‘Marchad contra la muralla y destruidla’, lo habrían hecho”.

19 de junio de 2013. Muy poco después de que la primera dama Michael Obama y sus hijas Malia y Sasha depositaran rosas sobre un trozo del antiguo Muro de Berlín, el presidente Obama -acompañado de Merkel- se quitaba la chaqueta, se instalaba tras un grueso bloque de cristal blindado (que paradójicamente recordaba a un muro) y se dirigía a los casi 5.000 invitados que, bajo un sol de justicia, escuchaban sus palabras. Esta vez, directamente frente a la puerta de Brandeburgo, que Kennedy sólo pudo vislumbrar tras el muro berlinés, pues tras su construcción había quedado en tierra de nadie. Nada de muchedumbres, nada de frases icónicas, nada de hacer historia. Pero sí un discurso que quiere recuperar para los alemanes ‘El amigo perdido’, que le espetó en su portada la revista Der Spiegel. Ese antiguo amigo que hoy se dedica a leer tus e-mails.

Por eso Obama ha dicho en su frase más atractiva: “El Muro pertenece a la Historia. Pero también nosotros debemos hacer Historia”. Y en vez de mirar para atrás, ha lanzado un desafío al futuro: reducir un tercio los arsenales atómicos de Estados Unidos y Rusia, que produzca un efecto rebote en los arsenales atómicos de Reino Unido, Francia, China, Israel, India , Pakistán y Corea del Norte. El discurso frente al “muro de cristal blindado” ha sido mucho menos dramático que los de sus antecesores ante el muro de piedra. También en su gestación.

12 de junio de 1987. Cuando Ronald Reagan se plantó en Berlín en 1987, el autor de sus discursos, Peter Robinson, tuvo la idea de añadir -al que el anciano presidente debía pronunciar cerca de la Plaza de Brandeburgo- una frase instando a Gorbachov a derribar el muro. Como recuerda Elsa Clairon, la oposición en el seno del Departamento de Estado fue muy dura. Se temía un grave incidente diplomático. Las presiones sobre Reagan para que eliminara del discurso esa referencia fueron fuertes. Cuando el 12 de junio de 1987, el presidente californiano se dirige hacia las cercanías de la Puerta de Brandeburgo, comenta en el coche que le conduce: “Los del Departamento de Estado me van a matar, pero voy a decir la frase que les asusta”. Así que, sin pensárselo dos veces, Ronald Reagan desde un gigantesco estrado, rodeado de banderas americanas, dice en alemán: “Es gibt nur ein Berlin” (“No hay más que un solo Berlín”) y añade -en inglés- “Señor Gorbachov, abra esa puerta, derribe este muro”.

"Obama, en su discurso, ha ratificado una garantía distinta. La de que las palabras de John F. Kennedy haciendo un llamamiento por “la paz y la justicia”, en su intemporalidad, obligan a los americanos a luchar contra los grandes desafíos contemporáneos, sin dejar solos a los europeos: los extremismos, el calentamiento climático, la amenaza de proliferación nuclear y la pobreza y el hambre"

La audacia de Reagan no tuvo consecuencias negativas. La verdad es que, aunque el muro no se derribó, seis meses más tarde Gorbachov y Regan firmaban la “opción cero”, el acuerdo de desmantelar todas las fuerzas nucleares. Menos suerte tuvo Kennedy: la guerra fría continuó durante años, pero los ciudadanos de Berlín- que no sabían inglés- retuvieron esos segundos de su discurso como una garantía de que, el hombre más poderoso del mundo en los sombríos años 60, era “un berlinés más” dispuesto a defender con uñas y dientes su independencia. Algo que ratificaría el presidente Richard Nixon el 27 de febrero de 1969, muy cerca también del Muro, al decir: “En la medida en que los berlineses representan la libertad y la paz, todos los habitantes de este planeta son verdaderamente berlineses”

Los nuevos desafíos

Obama, en su discurso, ha ratificado una garantía distinta. La de que las palabras de John F. Kennedy haciendo un llamamiento por “la paz y la justicia”, en su intemporalidad, obligan a los americanos a luchar contra los grandes desafíos contemporáneos, sin dejar solos a los europeos: los extremismos, el calentamiento climático, la amenaza de proliferación nuclear y la pobreza y el hambre.

Algo que no pudo hacer Obama -entonces como candidato a la presidencia- cuando el 24 de julio de 2008, a dos kilómetros de la Puerta de Brandeburgo, dijo que el “único camino es derribar muros y tender puentes”. En un discurso que, por momentos, parecía más destinado a convencer a los estadounidenses que a los europeos, Barack Obama dio un portazo a la política unilateral, hizo un guiño a la conciliación entre partidos y con astucia demostró que también era experto en relaciones internacionales. Desmentía así a sus rivales en la carrera a la Casa Blanca, Hillary Clinton y John McCain, que lo tachaban de ignorante en la materia.

En todo caso, el Muro -existiendo o derruido- sigue estando en el corazón de todos los ocupantes de la Casa Blanca que visitan Alemania, porque, como dijo Bill Clinton junto a la Puerta de Brandeburgo el 12 de julio de 1994, “todo es posible, Berlín ya es libre”

*Rafael Navarro-Valls es catedrático, académico y analista de la presidencia americana

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