El tiempo que te asedia la mirada
no ha podido borrarte los luceros
de esos ojos brillantes y certeros
con que me miras, abuela, tan callada.
Tras la guedeja blanca de tu pelo
yo imagino los bucles, la melena
de una muchacha en flor, toda azucena,
que cuenta las estrellas por el cielo.
Y al saber de la niña que tu has sido
deseo que tú seas la que fuiste
más allá del tiempo que viviste.
Y por eso te sigo y te persigo
para jugar las dos, nieta y abuela,
en un campo azul de primavera
1 comentario:
¡Precioso!
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