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Pedro: “Nunca he sido tan feliz”
Pedro, inglés y estudiante de ingeniería, aprendió a amar a Dios en el dolor de un cáncer terminal. Falleció el sábado en Manchester a los 21 años. Esta es su historia.
El sábado 13 de enero, a primera hora del día, amigos y familiares rezaban en torno a Pedro Ballester. El joven estudiante de ingeniería había dado su último suspiro y gozaba ya de la presencia de Dios. Pedro era un numerario del Opus Dei: se había comprometido a seguir a Dios viviendo el celibato en medio del mundo, trabajando y tratando a Cristo en su vida ordinaria.
La vida de Pedro fue breve. El Señor se lo llevó a los 21 años, después de combatir durante tres años contra con un cáncer de pelvis. Pese a que el dolor era en ocasiones intenso, sus amigos destacan que apenas se quejaba. La fe le ayudaba a convivir con su enfermedad con paciencia e incluso, cuando era posible, alegría.
Pedro Ballester.
Pedro nació en Yorkshire (Inglaterra) de padres españoles. De hecho, en él se mezclaban esas dos culturas: tenía un carácter latino muy sociable, que se equilibraba con el típico rechazo del norte por el alboroto y el sentimentalismo.
Afrontó la repentina aparición de su enfermedad, en diciembre de 2014, como una realidad más que podía santificar, siguiendo el espíritu del Opus Dei, que enseña a encontrar a Dios en las circunstancias ordinarias de la vida. Su cáncer era para él simplemente una “circunstancia”.
EN LOS ÚLTIMOS MESES, YA SIN ESPERANZAS DE CURACIÓN, PEDRO MANIFESTÓ QUE QUERÍA MORIR “EN CASA”
Sus padres, también ellos del Opus Dei, trabajan en Manchester. Cuando Pedro fue admitido en la prelatura, aceptaron que se trasladara a una casa con otros fieles que viven el celibato.
Cuando el tratamiento médico de la enfermedad lo requería, se trasladó al Christie Hospital. En los últimos meses, ya sin esperanzas de curación, Pedro manifestó que quería morir “en casa”. Pasó sus últimos días en Greygarth Hall, la residencia universitaria para jóvenes situada en Manchester y dónde había vivido durante dos años.
Una visita a Escocia, con otros fieles jóvenes del Opus Dei. Pedro, con camiseta roja, gozaba de unos días de tregua tras haber recibido un tratamiento en Alemania.
Pedro fue un estudiante brillante y serio. Había obtenido una plaza en el Imperial College de Londres, donde inició la carrera de ingeniería en 2014. Fue entonces cuando comenzó a sentir un fuerte dolor en la espalda. Durante unos meses se pensó que se trataba de un problema muscular. Cuando se descubrió el cáncer -a principios de 2015-, se había extendido demasiado para que pudiera detenerse.
REZABA A DIARIO. CUANDO EL DOLOR SE LO IMPEDÍA, SU ORACIÓN CONSISTÍA EN OFRECER SU SUFRIMIENTO
Sus amigos y familiares comenzaron a rezar con intensidad. Al mismo tiempo, se trasladó a Alemania para recibir una terapia de protones muy novedosa que, inicialmente, dio esperanzas. Pedro pudo disfrutar de un fantástico verano e incluso recomenzó sus estudios de ingeniería en Manchester. Sin embargo, el dolor se hizo de nuevo presente y el cáncer volvió a crecer, esta vez a un ritmo imparable.
Su vida se repartió entonces entre el Christie Hospital y la residencia Greygarth. Sus hermanos en el Opus Dei hicieron todo lo posible para apoyarlo humana y espiritualmente, junto con sus padres y sus dos hermanos, Carlos y Javier. Recibía la Comunión todos los días y siempre tenía alguien con quien conversar. Cuando las fuerzas lo acompañaban, cada día recitaba el rosario y hacía ratos de oración mental. Cuando el dolor se lo impedía, su oración consistía en ofrecer su sufrimiento.
En diciembre de 2014, pocos días antes de ser diagnosticado de cáncer.
Sus amigos acudían con frecuencia a visitarle. Muchos, también las enfermeras que lo cuidaban, coinciden en que tenía “algo especial”. Le encantaba la actualidad política e internacional. Aunque no era nada clerical, tenía amigos sacerdotes, por quienes rezaba especialmente. Sabía sufrir pensando en los sufrimientos de Jesucristo, y ofrecía su dolor por el bien espiritual de otras almas.
Pedro era una persona normal, con defectos y luchas como cualquiera. A veces, el sufrimiento lo deprimía, especialmente cuando no le daba tregua durante mucho tiempo. A veces lloraba. En ocasiones se enfadaba, pero su lucha era real y excepcionalmente valiente.
En noviembre de 2015 pudo saludar a Papa Francisco.
Vivió y murió como fiel numerario del Opus Dei, y deseaba ayudar a otros a ser fieles a su vocación. Una vez, menos de un mes antes de morir, un grupo de jóvenes del Opus Dei acudió a visitarlo al hospital. Después de una reunión, quiso hablar con ellos individualmente. Luego, se supo que Pedro les había animado, uno a uno, a ser fieles y perseverar en su vocación.
“¿ERES FELIZ?”; ÉSTE, DIJO: “SÍ, LO SOY, ¿Y TÚ, PEDRO?”...
A uno de los más jóvenes le preguntó: “¿Eres feliz?”; éste, dijo: “Sí, lo soy, ¿y tú, Pedro?”. Tras tres años de sufrimiento, y consciente de que la muerte no estaba muy lejana, el enfermo respondió: “Sí, nunca he sido tan feliz”.
Pedro murió en Greygarth a la 1.30 de la madrugada del sábado, día de la Virgen, con el escapulario y ante una imagen de la Virgen de Guadalupe. Le rodeaban sus padres, sus hermanos Carlos y Javier, y otros fieles del Opus Dei. Falleció tras escuchar estas palabras que el sacerdote dirigía a Dios: “Dirige hacia nosotros tus ojos misericordiosos…”.
Pedro, con sus padres, Esperanza y Pedro, y sus hermanos, Carlos y Javier.
Muchos sienten lo que afirmó uno de sus amigos: “Le he pedido que me ayude con una intención concreta. Siento que Pedro está más vivo que nunca”.
Joseph Evans, capellán de Greygarth Hall (Manchester).
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