Me acerco al retiro de madrid. Las velas de la Barca de Pedro están llenas de penitentes, muy jóvenes y de sacerdotes que rezan. Entro al paseo de confesonarios, un sacerdote me saluda, ..nos conocemos?...no pero te he visto sonriente, le doy un abrazo, le agradezco su sacerdocio, lleva desde las ocho de la mañana confesando. Hay gente mayor, algunos con cara de miedo, pero el ver a otros de rodillas, en cola, anima a soltar lastre, a ser perdonado por Dios, el único que puede perdonar los pecados. Charlo con sacerdote norteamericano que habla muy bien el español. No basta creer, hay que adorar, esperar, amar, sobre todo esperar porque lo queremos todo y ya o porque vemos que las cosas no pintan como creíamos. Un matrimonio mayor, ella le anima a su marido, pasan a confesar. Se abrazan al acabar de confesar, cada uno por su cuenta. En una carpa encomendada a las hermanas de madre Teresa, está el Señor expuesto. Se reza sentado, de rodillas, algunos postrados. Felicito a las hermanas, me dicen que le felicite al señor que está ahí. Los voluntarios geniales, me dan un poco de agua y un folleto para confesar estupendo, sonríen. Otro me da unas medallitas. Veo a una alta autoridad del estado rezando ante el santísimo, uno más. Entiendo más el estupor y el amor que provocó Jesús en las gentes. Madrid es el monte de las Bienaventuranzas y esto empieza hoy.
2 comentarios:
Estupendas crónicas.
Excelente relato; un punto de vista del cual me he podido identificar fácilmente!
Publicar un comentario