Hay encíclicas que se han hecho
especialmente famosas por su contenido. Por ejemplo, la Rerum novarum
(1891), que inició una verdadera revolución en la doctrina social de la
Iglesia, o la Humanae Vitae (1968), que ratificó la ilicitud de
la contraconcepción a través de métodos artificiales.
Otras pasarán a la historia por lo
inédito de su génesis. Esto ocurre con la Lumen Fidei, que acaba de ser
presentada en Roma. Este texto “a cuatro manos” (un guiño de Francisco a
la afición a la música del cardenal Ratzinger) tiene de inédito que sus
dos protagonistas viven: un papa emérito y otro reinante. No lo sería, si Benedicto
XVI hubiera muerto. Por ejemplo, parece que la primera encíclica del papa Ratzinger
(Deus caritas est) utiliza material inédito del fallecido Juan Pablo
II. Lo inédito, por tanto, no es que aparezcan papas citados en nota, como
fuente, sino que aparezcan como coautores. Así expresamente lo dice Francisco
cuando afirma, al comienzo de la encíclica, que Benedicto XVI “ya había
completado prácticamente una primera redacción de esta Carta encíclica sobre la
fe. Se lo agradezco de corazón y, en la fraternidad de Cristo, asumo su
precioso trabajo, añadiendo al texto algunas aportaciones”.
"Este texto “a cuatro manos” (un
guiño de Francisco a la afición a la música del cardenal Ratzinger) tiene de
inédito que sus dos protagonistas viven: un papa emérito y otro reinante. No lo
sería, si Benedicto XVI hubiera muerto"
Es curioso que el primer anuncio de
esta encíclica sobre la fe se produjera en pleno Vatileaks, hace un año,
en agosto de 2012. Iba a ser un análisis sobre la virtud teologal que faltaba a
la esperanza (encíclica Spe Salvi) y a la caridad (encíclica Caritas
in veritate), esto es, la fe. Mucha agua ha pasado por los puentes del
Tiber desde entonces. La renuncia de Benedicto XVI hacía pensar que se
publicaría como un trabajo privado del papa emérito. Sin embargo, prácticamente
coincidiendo con el próximo viaje de Francisco a los boat people de la
isla de Lampedusa, aparece la encíclica revisada por Francisco, pero escrita
por Benedicto. Hay quien compara esta acción con la delicadeza de Neymar
en el tercer gol frente a España, dejando pasar el balón para que su compañero Fred
culminara la acción enhebrada por otros.
Si en el siglo XX, Pío XI
batió todos los records en materia de encíclicas: escribió nada menos que 41,
Francisco acaba de batir el record del Papa que publica una encíclica en menos
tiempo después de su elección: cuatro meses. Más veloz aún que Juan Pablo II,
que a los cinco meses escribió su programática Redemptor hominis ¿Es
también programática Lumen Fidei? Sí y no. Lo primero, porque el papa
Bergoglio desde que fue elegido viene insistiendo en la centralidad de la
fe para cualquier actuación verdaderamente cristiana. Lo segundo, porque para
Francisco lo programático de su pontificado, probablemente sea lo que se
inserta en la última parte de la encíclica – aquella que parece ser la
elaborada por el propio Francisco – y que dice: “La luz de la fe no nos lleva a
olvidarnos de los sufrimientos del mundo. ¡Cuántos hombres y mujeres de fe han
recibido la luz de las personas que sufren! San Francisco de Asís del
leproso; la Beata Madre Teresa de Calcuta, de sus pobres “
Esta encíclica corre un peligro: la de
pasar a la historia por su peculiar génesis, y no por su excepcional contenido.
Es decir, que se vea más como aquella que fue escrita “a cuatro manos” y no
como la que recondujo estos 50 años del Concilio Vaticano II a resaltar el
cimiento sobre el que toda construcción cristiana se apoya: la fe. Tal vez por
eso, en el acto de presentación se ha insistido en lo que la propia encíclica
proclama: que el Vaticano II fue sobre todo “un Concilio sobre la fe”.
*Rafael Navarro Valls
es catedrático, académico y autor del libro ‘Entre la Casa Blanca y el
Vaticano’
1 comentario:
No creo que sea un problema su génesis... más bien es una clara característica de unidad, de fidelidad al Espíritu Santo.
Muchos la estábamos esperando y con dudas sobre si sería posible, después de la renuncia de BXVI sin que hubiera aparecido. Pero estos dos grandes instrumentos elegidos por el Espíritu Santo están acostumbrados a romper moldes y ahí está el resultado, que tanto bien hará a la Iglesia.
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