miércoles, octubre 19, 2011

Empezando por uno mismo.




En esta vida que nos tocó vivir, se pueden hacer tantas cosas, que aún haciéndolas , siempre nos parecerán pocas: no todo es hablar y hablar La madre Teresa de Calcuta les decía a muchas personas que querian estar acompañándola en su labor, que el voluntariado empieza en la casa de cada uno: su mujer, sus hijos, las tareas, la responsabilidad personal, el dar ejemplo ante aquellos que luego querem...os nos sustituyan... Todos sabemos que nos gusta ayudar y dar opiniones de cambiar el mundo, pero yo me digo: si no cambio yo primero no voy a cambiar nada ni a nadie. Este tiempo en el que vivimos, por decirlo vulgarmente "apesta", y perdón. Pero nos gusta perfumarnos toda el alma de buenas intenciones, yo el primero. Pero de ahí no paso. La situación es muy muy muyyyyyyyyy delicada, pero quien esté libre de responsabilidad, que arroje la primera piedra. ( De Cristina Mellado).



6 comentarios:

TITANIA dijo...

Magnífica entrada. Buenísima...

eligelavida dijo...

Es dificil reconocerlo, pero así es. Cada vez que comienzo de nuevo (en ocasiones varias veces al día) estoy empezando a cambiar el mundo.

Un abrazo!

Anónimo dijo...

Buenas tardes don Sinretorno. Creo que los cristianos siempre damos un paso adelante en el examen diario de conciencia y en nuestra comunión con toda la Iglesia, Jesús es Dios y obra hoy como ayer. La oración de sus fieles es poderosa y María es intercesora. ¡Vaya que podemos! y siempre comenzamos con un acto de contricción, la santa Misa cambia el mundo.Un abrazo.

javier dijo...

Lo bueno es que está ahí el amable Papa sonriendo, viajando muchísimo, escribiendo libros y otras cosas soportando las siete plagas, las seis lluvias, los cinco mandamientos, los cuatro vientos y los ochenta años y diciendo:
"Que nada ni nadie os quite la paz".
Lo espero a usted mañana en San Miguel de Salinas. ¿Vendrá usted? No ponga excusas tontas. La cena está preparada.

Igaljo dijo...

Coincido punto por punto con D.NIP.
Hay esperanza.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Cuando envejecemos,es muy fuerte la tentación de pensar que ya no servimos para nada o,al menos,que servimos para poco.Me pongo a pensar,no hay humildad ninguna en razonar asi.Hay soberbia (estoy hablando de mi).Y una postura torpe,porque la casa-el lugar del trabajo de los jubilados-es el primer espacio de apostolado.Tal vez sea el último,pero indudablemente,es el primero también.Gracias,don Sinre,gracias y un abrazo de Janusa