domingo, julio 13, 2008

El camino de Santiago.

Ayer mi sobrino Carlos, 17 años, y su amigo Guille regresaron de Santiago de Compostela. Han hecho el trayecto León Santiago, más de trescientos kilómetros. Guille no está bautizado, pero nada más bajar nos dijo que había sido una experiencia de primer orden en el terreno espiritual. Andar, madrugar, ayudar a otros, peregrinar; tiempo para pensar, para rezar, para hacerse camino. Dicen que es una experiencia única, de la que no puedo trasmitir más que lo que contó mi sobrino. Le dieron su título de peregrino en latín, la xunta te da otro si no eres creyente diciendo que has hecho una excursión magnífica. El Estado copia mucho a la Iglesia. A Carlos le ví más hombre, mi padre se emocionó al verle en la estación...y decidimos todos intentar hacer el camino, aunque las gemelas me dijeron que nuestro camino está también en el día a día.

2 comentarios:

José Gil Llorca dijo...

Pues mi sobrino sale hoy de Murcia para hacer una parte del camino. Estoy convencido de que, efectivamente, es una oportunidad magnífica para encontrarse con Dios, con los demás y con la naturaleza.

tomás moro dijo...

Una historia de caminos:
Una princesa triste de leyenda, que sueña felicidades extrañas asomada al ajimez del castillo. De pronto, entre las flores aparece su hada madrina y le dice:
- La felicidad va a venir por estos caminos; si logras conocerla, ve tras ella y te dará la dicha que sueñas
Desapareció el hada después de haber tocado con su varita mágica los rosales
Y apareció un hada magnífica, adornada con todo tipo de joyas de oro y plata. La siguió la princesa anhelante y al ver que no era dichosa con ella, le preguntó:
-¿Eres tú la felicidad?
- No, contestó: soy la riqueza
- Por eso, dijo la princesa, sentía yo a tu lado sabor de tierra despreciable en mis labios
Y apareció enseguida otra hada cubierta con un manto de estrellas. La princesa caminó con ella, y al notar el corazón vacío, le preguntó:
-¿Eres tú la felicidad?
- No, contestó: soy la gloria
-Por eso -dijo la princesa- sentía yo a tu lado llena de humo y de viento la cabeza
Y apareció después otra hada, sonando cascabeles de alegría. La princesa la siguió y al ver en sus ojos una niebla triste, le preguntó:
-¿Eres tú la felicidad?
-No: soy el placer
- Por eso -dijo la princesa- sentía yo en el alma un peso de ilusiones muertas
Y apareció una viejecita astrosa, pero agradable, con un rostro surcado de lágrimas, entre las que miraba sonriente. La princesa la siguió. Caminaba por caminos largos, de abrojos y espinas, y sentía la princesa como un descanso parecido al placer. Y en medio de un bosque se trocó en la más admirable de las hermosuras
-¡Oh! -gritó la princesa, cayendo de rodillas- ¡Tú eres la felicidad!
- No -contestó ella-. ¡Soy el sacrificio! La felicidad no existe en esta vida; pero entre todas las apariencias del mundo, soy la única verdadera