sábado, agosto 28, 2021

San Agustín.

 


San Agustín de Hipona

San Agustín de Hipona (354-430) nació en Tagaste (Numidia). El llamado «Doctor de la Gracia» fue uno de los más grandes pensadores del cristianismo en el primer milenio.

PADRES DE LA IGLESIA
Opus Dei - San Agustín de Hipona

Textos publicados de la serie sobre San AgustínCuando Cristo pasaLa tempestad en la barcaElogio de MaríaLas pescas milagrosasEl servicio de los pastoresElogio de la caridad.


Después de su conversión y bautismo, mientras enseñaba Retórica en Milán, decidió regresar a su patria con el deseo de servir mejor a la Iglesia. Allí fue ordenado presbítero el año 391 para ayudar al anciano obispo de Hipona, al que sucedería en la sede episcopal poco tiempo después. Su actividad de obispo estuvo en gran parte dirigida a defender la fe contra diversas herejías, como el maniqueísmo, el donatismo, el pelagianismo, el arrianismo etc.

San Agustín tiene una personalidad compleja y profunda: es filósofo, teólogo, místico, poeta, orador, polemista, escritor, pastor. Cualidades que se complementan entre sí y que convierten al Obispo de Hipona —en palabras de Pío XI— en un hombre “al cual casi nadie o sólo unos pocos, de cuantos han vivido desde el inicio del género humano hasta hoy, se pueden comparar”.

SAN AGUSTÍN TIENE UNA PERSONALIDAD COMPLEJA Y PROFUNDA: ES FILÓSOFO, TEÓLOGO, MÍSTICO, POETA, ORADOR, POLEMISTA, ESCRITOR, PASTOR

San Agustín sin embargo es ante todo un Pastor que se siente y se define como “siervo de Cristo y siervo de los siervos de Cristo”, y lo vive en sus consecuencias extremas: plena disponibilidad a los deseos de los fieles; deseo de no alcanzar la salvación sin los suyos (“no quiero ser salvo sin vosotros”); plegaria a Dios para estar siempre pronto a morir por ellos; amor hacia los que están en el error, aunque éstos no lo quieran, o aunque le ofendan. En definitiva, es Pastor en el sentido pleno de la palabra.

La predicación de san Agustín fue abundantísima. Hasta nosotros han llegado más de quinientas homilías suyas, predicadas de viva voz, entre las que se incluyen su Comentario a los Salmos (Enarrationes in Psalmos), al Evangelio de San Juan (In Ioannis Evangelium tractatus), y los Sermones, título con el que los estudiosos han agrupado los 363 discursos aislados considerados auténticos.

El público que escucha sus sermones es de lo más heterogéneo. Patricios y esclavos, pobres y ricos, hombres del pueblo con su cultura rudimentaria y letrados, buenos cristianos, herejes e indiferentes se dan cita para escuchar al gran orador. El Obispo de Hipona se esfuerza por presentar con claridad y, al mismo tiempo, con sencillez la Palabra divina, entablando con sus oyentes un diálogo de amor y de fe.

Para san Agustín, que expuso su teoría de la predicación en el libro IV De doctrina christiana, el predicador es ante todo el doctor y entendido en la Sagrada Escritura, que sabe exponer al pueblo de modo que le entiendan. De ahí su profundo conocimiento de la palabra de Dios revelada, con la que está sazonada toda su predicación.

En su predicación, entretejida de textos bíblicos, se sirve de los más usados en la liturgia del norte de Africa. Las citas del Evangelio corresponden a la versión de la Vulgata, aunque retoca algunos pasajes cuando la ocasión lo requiere o cuando, después de consultar el texto original, no le convence la traducción.

viernes, agosto 27, 2021

Santa María Reina.

 


Santa María Reina

El 22 de agosto se celebra la festividad de Santa María Reina. Junto a san Josemaría, contemplamos la escena: “Llénate de seguridad: nosotros tenemos por Madre a la Madre de Dios, Reina del Cielo y del Mundo”.

TEXTOS PARA ORAR
Opus Dei - Santa María ReinaLa Coronación de la Virgen María. Foto de la galería de las escenas del Rosario del Santuario de Torreciudad

Otros textosVida de María (y XX): Reina y Señora del universo | «Me llamarán bienaventurada»: Santa María en el año litúrgico

Audio: 5º Misterio Glorioso: La coronación de la Virgen como Reina de todo lo creado (del libro 'Santo Rosario')


Textos de san Josemaría

Eres toda hermosa, y no hay en ti mancha. —Huerto cerrado eres, hermana mía, Esposa, huerto cerrado, fuente sellada. —Veni: coronaberis. —Ven: serás coronada. (Cant., IV, 7, 12 y 8.) Si tú y yo hubiéramos tenido poder, la hubiéramos hecho también Reina y Señora de todo lo creado. (…) Y le rinden pleitesía de vasallos los Ángeles..., y los patriarcas y los profetas y los Apóstoles..., y los mártires y los confesores y las vírgenes y todos los santos..., y todos los pecadores y tú y yo.
Santo Rosario, Quinto misterio glorioso

Es justo que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo coronen a la Virgen como Reina y Señora de todo lo creado. —¡Aprovéchate de ese poder! y, con atrevimiento filial, únete a esa fiesta del Cielo. —Yo, a la Madre de Dios y Madre mía, la corono con mis miserias purificadas, porque no tengo piedras preciosas ni virtudes. —¡Anímate!
Forja, 285

La Maternidad divina de María es la raíz de todas las perfecciones y privilegios que la adornan. Por ese título, fue concebida inmaculada y está llena de gracia, es siempre virgen, subió en cuerpo y alma a los cielos, ha sido coronada como Reina de la creación entera, por encima de los ángeles y de los santos. Más que Ella, sólo Dios. La Santísima Virgen, por ser Madre de Dios, posee una dignidad en cierto modo infinita, del bien infinito que es Dios. No hay peligro de exagerar. Nunca profundizaremos bastante en este misterio inefable; nunca podremos agradecer suficientemente a Nuestra Madre esta familiaridad que nos ha dado con la Trinidad Beatísima.
Amigos de Dios, 276

Llénate de seguridad: nosotros tenemos por Madre a la Madre de Dios, la Santísima Virgen María, Reina del Cielo y del Mundo.
Forja, 273

Señora, Madre de Dios y Madre mía, ni por asomo quiero que dejes de ser la Dueña y Emperatriz de todo lo creado.
Forja, 376

Ella intercede por nosotros

Santa María es —así la invoca la Iglesia— la Reina de la paz. Por eso, cuando se alborota tu alma, el ambiente familiar o el profesional, la convivencia en la sociedad o entre los pueblos, no ceses de aclamarla con ese título: Regina pacis, ora pro nobis! —Reina de la paz, ¡ruega por nosotros! ¿Has probado, al menos, cuando pierdes la tranquilidad?... —Te sorprenderás de su inmediata eficacia.
Surco, 874

Cuando te veas con el corazón seco, sin saber qué decir, acude con confianza a la Virgen. Dile: Madre mía Inmaculada, intercede por mí. Si la invocas con fe, Ella te hará gustar —en medio de esa sequedad— de la cercanía de Dios.
Surco, 695

REINA DE LA PAZ, ¡RUEGA POR NOSOTROS! ¿HAS PROBADO, AL MENOS, CUANDO PIERDES LA TRANQUILIDAD?

Si nuestra fe es débil, acudamos a María. Cuenta San Juan que por el milagro de las bodas de Caná, que Cristo realizó a ruegos de su Madre, creyeron en Él sus discípulos. Nuestra Madre intercede siempre ante su Hijo para que nos atienda y se nos muestre, de tal modo, que podamos confesar: Tú eres el Hijo de Dios.
Amigos de Dios 285

Sed audaces. Contáis con la ayuda de María, Regina apostolorum. Y Nuestra Señora, sin dejar de comportarse como Madre, sabe colocar a sus hijos delante de sus precisas responsabilidades. (…) Muchas conversiones, muchas decisiones de entrega al servicio de Dios han sido precedidas de un encuentro con María. Nuestra Señora ha fomentado los deseos de búsqueda, ha activado maternalmente las inquietudes del alma, ha hecho aspirar a un cambio, a una vida nueva. Y así el haced lo que El os dirá se ha convertido en realidades de amoroso entregamiento, en vocación cristiana que ilumina desde entonces toda nuestra vida personal.
Es Cristo que pasa, 149

miércoles, agosto 25, 2021

50 años de sacerdote del Prelado. Homilía.

 


Homilía del Prelado en Torreciudad

Homilía que ha pronunciado Mons. Fernando Ocáriz en el santuario de Torreciudad. El pasado día 15 celebró el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal.

Opus Dei - Homilía del Prelado en Torreciudad

Hemos escuchado en la primera lectura la profecía de Isaías, que anuncia la venida del Redentor, de Jesús, dándole un nombre muy especial: Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. Realmente Dios está con nosotros, el mismo Señor -lo tenemos aquí, en el Sagrario, en la Eucaristía-, y está con nosotros la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en nuestra alma en gracia. Verdaderamente, nos quiere tanto Jesús que ha querido que su mismo Nombre sea el de estar con nosotros.

En la segunda lectura, de San Pablo, hemos escuchado que somos hijos de Dios. No sólo está con nosotros: está como Padre, como Padre que nos quiere, como Padre que nos quiere identificados con su Hijo unigénito, con Jesucristo, por la fuerza del Espíritu Santo. Y eso nos tiene que dar una gran esperanza y una gran confianza en el trato con el Señor, en nuestra oración.

Y con confianza, también agradecimiento. Que seamos personas agradecidas al Señor. También por motivos singulares, especiales, como es el caso del aniversario de la ordenación sacerdotal, para mí y para otros muchos sacerdotes. También para cada uno de vosotros y de vosotras, habrá momentos especiales en que os saldrá más espontáneo dar gracias al Señor. Pero esta realidad del agradecimiento a Dios tiene que ser algo constante. San Josemaría, hace muchos años, la víspera de un 1 de enero, nos daba como sugerencia, una especie de propósito, nos decía en latín: Ut in gratiarum semper actione maneamus!, que significa que permanezcamos siempre en acción de gracias. Tenemos que permanecer siempre en acción de gracias, para saber reconocer el bien que el Señor nos da directamente en nuestra alma y también el bien que nos da a través de tantísimas personas en la familia, en el trabajo, en las amistades. Saber reconocer el bien para ser agradecidos. Permanecer siempre en acción de gracias. Pero, a veces, no todo es muy bueno: hay sufrimiento, hay enfermedad, hay contrariedades, hay desgracias. Pues también ahí podemos ser agradecidos a Dios, podemos dar gracias porque, como también decía san Josemaría en un punto de Camino, el Señor nos hace entonces participar de su dulce Cruz (Camino, 658). Es cuestión de fe saber descubrir el amor de Dios, también en el dolor. Esto sólo es posible con la fe y mirando a la Cruz de Jesucristo, procurando identificarnos con Él. Esta fe nos da luz sobre esta maravillosa verdad: Dios es verdaderamente Amor; Dios nos quiere con locura, con una “locura” que le llevó a la Cruz para salvarnos.

San Juan, en una de sus epístolas, hace como una especie de resumen de su experiencia, la experiencia de los apóstoles, en el trato con Jesucristo, y dice en forma solemne: “nosotros -se refería a los apóstoles-, nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios nos tiene”. Si, a veces, nos falta un poco la fe para saber descubrir el amor de Dios, pidámosla a Jesús, como los apóstoles le decían: “¡auméntanos la fe!”. Necesitamos la fe también para estar con la seguridad de que, por encima y por debajo y en medio de todos los acontecimientos, está nuestro Padre Dios, que cuida de nosotros, aunque no podamos entenderlo muchas veces.

El Señor quiere que estemos contentos, que seamos felices también aquí en la tierra, a pesar de las dificultades que podamos encontrar. Se lo dijo a los apóstoles, en ese momento tan especial de la Última Cena, como expresando su gran deseo: “Que mi alegría esté en vosotros y que vuestra alegría sea completa” (Jn 15, 9-11). Este es el deseo de Cristo para nosotros: que seamos felices. Pero necesitamos la fe. Vamos a pedirle al Señor: auméntanos la fe, hoy y ahora, auméntanos la fe, también para tener la fuerza de no centrarnos en lo nuestro, en nuestras dificultades, para tener el alma más abierta a los demás.

En el Evangelio, acabamos de escuchar esa escena, como tantas otras sorprendente, en la que la Virgen es la primera y la única que se da cuenta de las necesidades de la gente. Ni siquiera los encargados de las bodas, de la organización, se dieron cuenta. La Virgen se da cuenta que falta vino. Vamos a pedirle a Ella que nos ayude a saber descubrir las necesidades de los demás, que nos ayude a olvidarnos un poco más de nosotros mismos, porque así seremos más felices. Porque no hay modo más seguro de estar contentos, que darnos a los demás, que pensar en los demás.

Así lo decía también san Josemaría: El darnos al servicio de los demás es de tal eficacia que el Señor lo premia con una humildad llena de alegría (Forja, 591). Que la Virgen nos ayude a tener una fe más firme en que somos hijos e hijas de Dios, queridísimos por Dios, y que nos dé la seguridad de que en todas las circunstancia de nuestra vida nos acompaña el amor inmenso de Dios por nosotros. Así sea.

domingo, agosto 15, 2021

Nanomilía de la Asunción

Muy humanos

50 aniversario de la ordenación sacerdotal de Mons. Fernando Ocáriz

La Asunción de la Virgen María.

 


La Asunción de la Virgen María

El 15 de agosto la Iglesia celebra que Cristo se llevó al Cielo a su Madre, dogma definido por Pío XII en 1950.

DE LA IGLESIA Y DEL PAPA
Opus Dei - La Asunción de la Virgen MaríaLa Asunción de la Virgen (Santuario de Torreciudad)

“El dogma de la Asunción -explicaba san Juan Pablo II- afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio”.

En esa audiencia relató que “el 1 de noviembre de 1950, al definir el dogma de la Asunción, Pío XII no quiso usar el término «resurrección» y tomar posición con respecto a la cuestión de la muerte de la Virgen como verdad de fe. La bula Munificentissimus Deus se limita a afirmar la elevación del cuerpo de María a la gloria celeste, declarando esa verdad «dogma divinamente revelado»”.


1. “La Virgen Santa, causa de nuestra alegría”. Homilía pronunciada por san Josemaría Escrivá el 15-VIII-1961, fiesta de la Asunción de la Virgen María, y publicada en “Es Cristo que pasa”.

2. Comentario de la solemnidad de la Asunción de la Virgen María. “Por aquellos días, María se levantó y marchó deprisa a la montaña”. Todo en María refleja la alegría de un amor diligente, humilde y desprendido de sí. San Josemaría gustaba de meditar esta escena y aprender de la naturalidad de María las virtudes cristianas.

3. Vida de María: Dormición y Asunción de la Virgen. Texto sobre este suceso y explicación del Magisterio, de algunos escritores, santos y Padres de la Iglesia.

4. Vídeo sobre el lugar en el que, según las tradiciones cristianas, sucedió la Dormición de la Virgen María.


Otros textos sobre la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María

5. Palabras del Papa Francisco en la Solemnidad de la Asunción (2020).

6. Homilía del Papa emérito Benedicto XVI sobre la relación de la Asunción de la Virgen y la vida cotidiana.

7. Audio de San Josemaría sobre el 4º misterio del Rosario, la Asunción de la Virgen María.


8. “Volvamos ininterrumpi­damente los ojos a nuestra Madre”. Mons. Álvaro del Portillo escribe con motivo de la fiesta de la Asunción de la Virgen María: “Pidamos que, como Ella, aspiremos sólo al premio eterno: el que Dios nos otorgará si nos mantenemos fieles en su servicio”.

9. ¿Qué significa la Asunción de la Virgen a los cielos? (Preguntas sobre la fe cristiana)


10. Libro: “María, una vida junto a Jesús”: con ocasión de la festividad de la Asunción, ofrecemos un libro electrónico en el que se contempla la vida de María: una vida junto a Jesús.

viernes, agosto 13, 2021

In pace, Salvador Brañas; amigo, hermano mayor.

 


🙏 Salvador Brañas, capellán de Orvalle desde 1987, ha fallecido en Madrid esta madrugada a los 77 años de edad. Dedicó su vida a la atención de cada familia del Colegio, siendo guía y maestro para las alumnas.

Nació el 23 de julio de 1944 en Madrid, donde vivió hasta que se trasladó a Barcelona para estudiar Medicina. Pidió la admisión en el Opus Dei como numerario y el 5 de agosto de 1973 fue ordenado sacerdote. Desde 1987 ejercía como capellán del Colegio Orvalle, donde se encargó de la formación espiritual de padres, profesoras y alumnas. Con especial entrega preparó cada año a las alumnas para su Primera Confesión y Primera Comunión, a las que llamaba con el apelativo cariñoso de pocholas. Hablaba a las alumnas del confesionario como un salón de belleza donde entrabas despeinada y arrugada, y salías preciosa. En 2019 comenzó a padecer limitaciones y enfermedades que llevaría con discreción y alegría. Buscando pasar desapercibido, continuó desempeñando sus tareas como capellán, con entrega y magnanimidad hasta el pasado mes de junio.




martes, agosto 10, 2021

Aniversario.

 


Mensaje del Prelado (agosto 2021)

El prelado del Opus Dei nos invita a acompañarle en su oración por el cincuenta aniversario de su ordenación sacerdotal.

CARTAS PASTORALES Y MENSAJES
Opus Dei - Mensaje del Prelado (agosto 2021)

Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

El próximo día 15, solemnidad de la Asunción de nuestra Señora, se cumplirá el cincuenta aniversario de mi ordenación sacerdotal. Aunque todos los días son adecuados para dirigir al Señor aquella oración que aprendimos de don Álvaro –«gracias, perdón, ayúdame más»–, hay momentos, como este aniversario, en los que estas palabras adquieren una resonancia especial y más intensa en el alma.

Acompañadme con vuestra oración en mi acción de gracias y en mi petición de perdón y de ayuda. Extended vuestra oración también a los otros veintiocho numerarios que recibieron ese día la ordenación –seis de ellos se han ido ya al cielo– y a todos los sacerdotes en la Iglesia.

A quienes íbamos a recibir la ordenación ese 15 de agosto de 1971, nuestro Padre nos escribió una carta en la que, entre otras cosas, nos decía: «Os vais a ordenar, hijos míos, para administrar los sacramentos y para predicar la Palabra de Dios. Especialmente el sacramento de la Penitencia ha de ser para vosotros pasión dominante: habréis de dedicar muchas horas a administrarlo en el confesionario, mediante la confesión auricular, urgidos en vuestra caridad por el amor misericordioso de Jesús, reproduciendo en vosotros de este modo la imagen divina del Buen Pastor, que busca una a una las ovejas».

Acudamos a la intercesión de san Josemaría para que esto sea siempre una realidad en todos los sacerdotes. Recordemos también que todos, mujeres y hombres, con alma sacerdotal, a pesar de nuestras limitaciones y defectos, podemos ser «mediadores en Cristo Jesús, para llevar a Dios todas las cosas y para que la gracia divina lo vivifique todo», como escribía nuestro Padre. Y, como siempre, acudamos también a la ayuda materna de santa María.

Con todo cariño os bendice

Vuestro Padre

Milán, 7 de agosto de 2021

viernes, agosto 06, 2021

Nanomilía del Domingo 19

6 de agosto.

 


La Transfiguración del Señor en el monte Tabor

Textos sobre el origen de la festividad y materiales para orar. Ofrecemos también un vídeo de la Fundación Saxum que describe el monte Tabor.

DE LA IGLESIA Y DEL PAPA

La solemnidad de la Transfiguración nace, probablemente, de la conmemoración anual de la dedicación de una basílica en honor a este misterio que se levantó en el Monte Tabor. En el siglo IX la fiesta se introdujo en Occidente y más tarde, durante los siglos XI y XII, comenzó a celebrarse también en Roma, en la basílica vaticana. Fue incorporada al Calendario romano por el Papa Calixto III (1457) en agradecimiento por la victoria de las tropas cristianas frente a los turcos en la batalla de Belgrado, el 6 de agosto de 1456.

En el Oriente cristiano la Transfiguración de nuestro Dios y Salvador Jesucristo es una de las solemnidades más grandes del año, junto con la Pascua, la Navidad y la Exaltación de la Santa Cruz. En ella se expresa toda la teología de la divinización mediante la gracia, de la naturaleza humana que, revistiéndose de Cristo, es iluminada por el esplendor de la gloria de Dios. Unidos a Jesús, señala el oficio de lecturas del rito romano, «brillaremos con nuestra mirada espiritualizada, renovados en cierta manera en los trazos de nuestra alma, hechos conformes a su imagen»[1]

Con Pedro, Santiago y Juan, en esta fiesta se nos invita a poner a Jesús en el centro de nuestra atención: «Éste es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle»[2]. Hemos de oírlo, y dejar que su vida y enseñanzas divinicen nuestra vida ordinaria. Así rezaba san Josemaría: «Señor nuestro, aquí nos tienes dispuestos a escuchar cuanto quieras decirnos. Háblanos; estamos atentos a tu voz. Que tu conversación, cayendo en nuestra alma, inflame nuestra voluntad para que se lance fervorosamente a obedecerte»[3].

Escuchar al Señor con la disposición sincera de identificarse con Él nos lleva a aceptar el sacrificio. Jesús se transfigura «para quitar del corazón de sus discípulos el escándalo de la cruz»[4], para ayudarles a sobrellevar los momentos oscuros de su Pasión. Cruz y gloria están íntimamente unidas. De hecho, se fijó el 6 de agosto como fiesta de la Transfiguración en relación a la Exaltación de la Santa Cruz: entre ambas celebraciones transcurren cuarenta días que, en algunas tradiciones, conforman como una segunda cuaresma. Así, la Iglesia bizantina vive este periodo como un tiempo de ayuno y de contemplación de la Cruz.

José Luis Gutiérrez

Extracto del texto: Las Fiestas del Señor durante el tiempo ordinario (II)

[1] Anastasio Sinaíta, Sermón en el día de la Transfiguración del Señor(Lectio altera del Oficio de lecturas de la Liturgia de las Horas del 6 de agosto).

[2] Mt 17, 5.

[3] San Josemaría, Santo Rosario, cuarto misterio de luz.

[4] Misal Romano, Prefacio de la Transfiguración del Señor.


Monte Tabor: basílica de la Transfiguración (de la serie "Huellas de nuestra fe").


Evangelio del día y comentario.

Evangelio de San Mateo en el que se relata la Transfiguración del SeñorEvangelio de San Mateo en el que se relata la Transfiguración del Señor


Textos de san Josemaría sobre la Transfiguración del Señor

Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz (Mt 17,2). ¡Jesús: verte, hablarte! ¡Permanecer así, contemplándote, abismado en la inmensidad de tu hermosura y no cesar nunca, nunca, en esa contemplación! ¡Oh, Cristo, quién te viera! ¡Quién te viera para quedar herido de amor a Ti!

Y una voz desde la nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; escuchadle (Mt 17, 5). Señor nuestro, aquí nos tienes dispuestos a escuchar cuanto quieras decirnos. Háblanos; estamos atentos a tu voz. Que tu conversación, cayendo en nuestra alma, inflame nuestra voluntad para que se lance fervorosamente a obedecerte.

“Vultum tuum, Domine, requiram” (Ps. 26, 8), buscaré, Señor, tu rostro. Me ilusiona cerrar los ojos, y pensar que llegará el momento, cuando Dios quiera, en que podré verle, no como en un espejo, y bajo imágenes oscuras... sino cara a cara (I Cor. 13, 12). Sí, mi corazón está sediento de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo vendré y veré la faz de Dios? (Ps. 41,3)

Santo Rosario, Apéndice, 4º misterio de Luz

Nunca compartiré la opinión —aunque la respeto— de los que separan la oración de la vida activa, como si fueran incompatibles.

Los hijos de Dios hemos de ser contemplativos: personas que, en medio del fragor de la muchedumbre, sabemos encontrar el silencio del alma en coloquio permanente con el Señor: y mirarle como se mira a un Padre, como se mira a un Amigo, al que se quiere con locura.

Forja, 738

Nuestra condición de hijos de Dios nos llevará —insisto— a tener espíritu contemplativo en medio de todas las actividades humanas —luz, sal y levadura, por la oración, por la mortificación, por la cultura religiosa y profesional—, haciendo realidad este programa: cuanto más dentro del mundo estemos, tanto más hemos de ser de Dios.

Forja, 740

Persuadíos de que no resulta difícil convertir el trabajo en un diálogo de oración. Nada más ofrecérselo y poner manos a la obra, Dios ya escucha, ya alienta. ¡Alcanzamos el estilo de las almas contemplativas, en medio de la labor cotidiana! Porque nos invade la certeza de que Él nos mira, de paso que nos pide un vencimiento nuevo: ese pequeño sacrificio, esa sonrisa ante la persona inoportuna, ese comenzar por el quehacer menos agradable pero más urgente, ese cuidar los detalles de orden, con perseverancia en el cumplimiento del deber cuando tan fácil sería abandonarlo, ese no dejar para mañana lo que hemos de terminar hoy: ¡Todo por darle gusto a Él, a Nuestro Padre Dios! Y quizá sobre tu mesa, o en un lugar discreto que no llame la atención, pero que a ti te sirva como despertador del espíritu contemplativo, colocas el crucifijo, que ya es para tu alma y para tu mente el manual donde aprendes las lecciones de servicio.

Si te decides —sin rarezas, sin abandonar el mundo, en medio de tus ocupaciones habituales— a entrar por estos caminos de contemplación, enseguida te sentirás amigo del Maestro, con el divino encargo de abrir los senderos divinos de la tierra a la humanidad entera. Sí, con esa labor tuya contribuirás a que se extienda el reinado de Cristo en todos los continentes. Y se sucederán, una tras otra, las horas de trabajo ofrecidas por las lejanas naciones que nacen a la fe, por los pueblos de oriente impedidos bárbaramente de profesar con libertad sus creencias, por los países de antigua tradición cristiana donde parece que se ha oscurecido la luz del Evangelio y las almas se debaten en las sombras de la ignorancia... Entonces, ¡qué valor adquiere esa hora de trabajo!, ese continuar con el mismo empeño un rato más, unos minutos más, hasta rematar la tarea. Conviertes, de un modo práctico y sencillo, la contemplación en apostolado, como una necesidad imperiosa del corazón, que late al unísono con el dulcísimo y misericordioso Corazón de Jesús, Señor Nuestro.

Amigos de Dios, 67