martes, abril 30, 2013

Buenos pastores,que huelan a oveja.







Me cuenta una persona: fui a Misa veinte minutos antes, quería confesar.Un señor que no es el cura, quizás sacristán o vaya usted a saber le indica que el sacerdote llega justito para celebrar y que no se preocupe que le confesará al acabar la Misa ( ???????????????, quien este señor que antepone horarios a asuntos de ...conciencia y que facilita una pastoral dudosa, muy dudosa??????????) A la puerta de la Iglesia, templo o parroquia se indica claramente que antes de la Misa se puede confesar. Es más le indica a esta persona, que los pecados se perdonan con el acto penitencial del comienzo de la Misa ( qué pecados, los graves no, ?????????????????????????). El cura celebra y se marcha.




He tenido varias experiencias personales de esto mismo; seguramente el Señor quiere probar mi Fe o mi paciencia, la persona que me cuenta esto es de Fe, pero piensan que si alguien va a una Iglesia con intención de confesar y ser tan bien atendida va a volver ?? Conozco algunos que han tardado en volver 20 años. Amo el sacerdocio y a los sacerdotes, pero el Papa está pidiendo pastores que huelan a oveja, que se den a los demás....

lunes, abril 29, 2013

Esencia del amor.




El amor entró en el mundo de la mano del amor maternal. Todas las formas de amar que hemos inventado son imitación y participación de ese amor primordial que es el que siente una madre por su hijo. Es el único amor puro, el único que no exige reciprocidad, el foco que alimenta todos los demás amores. Cuando amamos a nuestros padres, hermanos, amigos, pareja… lo hacemos por participación de ese amor maternal originario que recibimos gratuitamente. Sin él, el ser humano no habría aprendido a amar y se habría quedado atrapado en el instinto.


La esencia del amor consiste en dar, más que en recibir. Es algo que nos quiere demostrar la película de Jerry Zaks, La habitación de Marvin (1996). El anciano Marvin lleva más de veinte años postrado en su cama tras sufrir un ataque al corazón, ni habla ni puede valerse por sí mismo. Una de sus hijas, Bessie (Diane Keaton), se ha dedicado en cuerpo y alma a cuidar de su padre y de su tía Ruth, una anciana que no está muy bien de la cabeza. Pero a Bessie se le ha declarado una leucemia y llama a su hermana pequeña, Lee (Meryl Streep), que ante el panorama familiar había huido a Ohio para vivir su propia vida. Está separada y tiene dos hijos, uno de ellos adolescente, Hank (Leonardo DiCaprio), bastante problemático.



Lee acude de mala gana al reclamo de su hermana con sus dos hijos, con la intención de regresar en cuanto haya encontrado una médula compatible. Pero Lee sufre una paulatina conversión. La escena con que culmina la película tiene lugar en la cocina. Bessie acaba de recibir la fatal noticia: no hay posibilidad de trasplante. Aturdida, abraza a su hermana y accidentalmente tira al suelo todas las medicinas preparadas para Marvin. Las dos hermanas se agachan para recogerlas y se produce este corto y profundo diálogo:



BESSIE: ¡Oh Lee! He tenido tanta suerte, he tenido tanta suerte de tener a papá y a Ruth. He tenido tanto amor en mi vida. Ahora miro atrás y veo que he tenido tanto amor.



LEE: Ellos te quieren mucho.



BESSIE: No. No quiero decir eso, no, no. Me refiero al amor que yo he sentido por ellos, he tenido tanta suerte de haber podido sentir tanto amor por alguien.



Lee piensa que su hermana es feliz porque, aunque le acaban de decir que se muere, ha recibido mucho amor en su vida; sin embargo, Bessie le rectifica: ella ha sido feliz porque ha amado mucho: a un viejo inválido y a una anciana loca. Eso ha llenado su vida, le ha dado sentido y se siente dichosa en medio de la adversidad. Le ha bastado amar para encontrar sin pretenderlo lo que su hermana pequeña se fue a buscar lejos: la felicidad.



No sólo el cine, sino también nuestros hijos nos enseñan que hay más alegría en dar que en recibir, que el amor que se da es el que verdaderamente cuenta.

Magnífico, del blog http://blogs.aceprensa.com/familiaactual/la-esencia-del-amor/

domingo, abril 28, 2013

L'abbé Hervás.



www.opusdei.org

Sentimos comunicar que ha fallecido Xavier Hervas (L'abbé Hervas). Fue Vicario del prelado del Opus Dei para el Congo-Kinshasa, donde vivió 33 años.




Ismael Martínez Sánchez, fotoperiodista, tomó esta fotografía hace pocos años, y editó un vídeo con algunas imágenes de su viaje a R.D. Congo http://youtu.be/WzoclD--j_U



Descanse en paz.

martes, abril 23, 2013

En el día del libro, el Quijote un clásico de plena actualidad.






Denunciar Concordato???, muy poco real.





Una cuestión que viene planteándose intermitentemente  en España es la conveniencia –según algunos sectores políticos más o menos radicales - de la sustitución o supresión de los acuerdos vigentes en España entre la Santa Sede y el Estado. Prescindiendo de que las normas bilaterales potencian fórmulas de consenso que aquietan las pasiones y, en lo posible, satisfacen las inteligencia, es evidente que la revisión de un pacto con rango de tratado internacional exige   dos presupuestos: necesidad y posibilidad.
Lo primero es muy dudoso. Para revisar un tratado internacional se requieren causas importantes y graves. Pensemos en la última revisión efectuada en España de un concordato con la Santa Sede (el de 1953)  y las serias motivaciones que la impulsaron : eliminar privilegios del clero en materia procesal y eliminar privilegios del Estado en el nombramiento de obispos.
Si fijamos ahora nuestra mirada en el vigente “concordato” (los Acuerdos de 1976 y 1979) habrá que convenir que las inevitables  fricciones o temas en discusión entre la Iglesia y el Estado se han ido resolviendo a través de fórmulas imaginativas que, evitando aplicar la piqueta a una estructura aceptable, ha dado respuestas inteligentes a nuevas necesidades, sin abrir  formalmente un proceso de revisión. Baste pensar en el simple canje de Notas (diciembre de 2006) entre la Nunciatura  en España y el Ministerio de Exteriores del gobierno de Rodríguez Zapatero, por el que se ratifican los acuerdos en materia de financiación de la Iglesia alcanzados por el Gobierno y la Conferencia Episcopal española. Entre ellos, nada menos que la definitiva terminación del sistema de dotación presupuestaria y su sustitución por el de asignación tributaria, elevando al mismo tiempo el coeficiente de este último al 0,7 % en la declaración del IRPF

Por otra parte, las pocas veces que el  Tribunal Constitucional ha debido afrontar cuestiones relacionadas con los Acuerdos (capellanes castrenses, matrimonio, enseñanza de la religión, idoneidad del profesorado) nunca ha puesto en duda su constitucionalidad, lo que entonces sí que haría necesaria una revisión.

Descartada, pues, la necesidad de una revisión, digamos que, en cuanto a su posibilidad, siempre está abierta, desde luego,  si ambas partes (Iglesia y Estado) así lo acuerdan. Pero esta posibilidad – siempre implícita en todo tratado internacional - no parece que la Iglesia entienda que deba actualizarse por causas de menor importancia. Y la posible denuncia unilateral por parte del Estado  no es factible, entre otras cosas porque la rotura unilateral de un concordato  solamente es posible cuando el propio tratado  lo prevea o cuando haya una violación gravísima por una de las parte.  Ya se entiende que esta situación es poco real en el actual panorama sociológico y político español.

Rafael Navarro-Valls, catedrático, académico y autor de “Entre la Casa Blanca y el Vaticano”

lunes, abril 22, 2013

Siguiendo al Papa Francisco....






PP FRANCISCO. ORDENACIÓN SACERDOTAL ABRIL 2013

Queridísimos hermanos y hermanas:

Estos hermanos e hijos nuestros han sido llamados al orden del presbiterado. Reflexionemos atentamente a cuál ministerio serán elevados en la Iglesia. Como bien saben, el Señor Jesús es el único Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento, pero en Él también todo el pueblo santo de Dios ha sido constituido pueblo sacerdotal.

Sin embargo, entre todos sus discípulos, el Señor Jesús quiere elegir algunos en particular para que, ejerciendo públicamente en la Iglesia en su nombre, el oficio sacerdotal en favor de todos los hombres, continúen su personal misión de maestro, sacerdote y pastor.

Así como en efecto, para ello Él había sido enviado por el Padre, del mismo modo Él envió a su vez al mundo, primero a los apóstoles y luego a los obispos y sus sucesores, a los cuales, finalmente, se les dio como colaboradores a los presbíteros, que --unidos a ellos en el ministerio sacerdotal--, están llamados al servicio del pueblo de Dios.

Después de una madura reflexión y oración, ahora estamos por elevar al orden de los presbíteros a estos hermanos nuestros, para que al servicio de Cristo, Maestro, Sacerdote y Pastor, cooperen en la edificación del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia como pueblo de Dios y Templo Santo del Espíritu Santo.

En efecto, ellos serán configurados en Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, es decir que serán consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento y con este título, que los une en el sacerdocio a su obispo, serán predicadores del evangelio, pastores del Pueblo de Dios y presidirán las acciones de culto, especialmente en la celebración del sacrificio del Señor.

En cuanto a ustedes, hermanos e hijos amadísimos, que están por ser promovidos al orden del presbiterado, consideren que ejerciendo el ministerio de la Sagrada Doctrina serán partícipes de la misión de Cristo, único Maestro. Dispensen a todos aquella Palabra de Dios que ustedes mismos han recibido con alegría. Recuerden a sus madres, a sus abuelitas, a sus catequistas, que les dieron la Palabra de Dios, la fe... ¡el don de la fe! Que les transmitieron este don de la fe.

Lean y mediten asiduamente la Palabra del Señor, para creer aquello que han leído, para enseñar lo que aprendieron en la fe, y para vivir lo que han enseñado. Recuerden también que la Palabra de Dios no es propiedad de ustedes: es Palabra de Dios. Y la Iglesia es la que custodia la Palabra de Dios. Por lo tanto, que su doctrina sea alimento para el Pueblo de Dios; alegría y sostén para los fieles de Cristo, el perfume de sus vidas, por que con su palabra y ejemplo edifican la casa de Dios, que es la Iglesia.

Usted
es continuarán la obra santificadora de Cristo. Mediante su ministerio, el sacrificio espiritual de los fieles se hace perfecto, porque se une al sacrificio de Cristo, que por medio de sus manos, en nombre de toda la Iglesia, es ofrecido de modo incruento sobre el altar en la celebración de los santos misterios. Reconozcan pues lo que hacen, imiten lo que celebren, para que participando en el misterio de la muerte y resurrección del Señor, lleven la muerte de Cristo en su cuerpo y caminen con Él en la novedad de la vida.

Con el Bautismo agregarán nuevos fieles al Pueblo de Dios. Con el Sacramento de la Penitencia redimirán los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia. Y hoy les pido en nombre de Cristo y de la Iglesia: por favor, no se cansen de ser misericordiosos.

Con el óleo santo darán alivio a los enfermos y a los ancianos: no se avergüencen de tener ternura con los ancianos. Celebrando los ritos sagrados, y elevando oraciones de alabanza y súplica durante las distintas horas del día, ustedes se harán voz del Pueblo de Dios y de la humanidad entera.

Conscientes de haber sido elegidos entre los hombres y constituidos en su favor para cuidar las cosas de Dios, ejerzan con alegría y caridad sincera la obra sacerdotal de Cristo, con el único anhelo de gustar a Dios y a no a ustedes mismos. Sean pastores, no funcionarios. Sean mediadores, no intermediarios.

En fin, participando en la misión de Cristo, Cabeza y Pastor, en comunión filial con su obispo, comprométanse en unir a sus fieles en una única familia, para conducirlos a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo. 

sábado, abril 20, 2013

Los defectos de Jesús.








Detenido en 1975 por su condición de obispo y encarcelado durante 13 años en las cárceles del Vietcong, nueve de ellos en completo aislamiento, en el año 2000 Juan Pablo II encarga a monseñor Van Thuan impartir los ejercicios espirituales de Cuaresma ante la curia vaticana.


Al comienzo de los mismos, monseñor Van Thuan relata cómo a pesar de las duras condiciones de su prisión, su esperanza inquebrantable en Jesús despierta la admiración e incomprensión de sus compañeros de prisión y guardianes. He aquí el admirable testimonio que dio sobre su seguimiento a Jesús.

... • Primer defecto: Jesús no tiene buena memoria

• Segundo defecto: Jesús no sabe de matemáticas

• Tercer defecto: Jesús no sabe de lógica

• Cuarto defecto: Jesús es un aventurero

• Quinto defecto: Jesús no entiende ni de finanzas ni de economía

• Y nosotros hemos creído en el amor



Pero preguntémonos: ¿por qué Jesús tiene estos defectos? Porque es Amor (cf. 1 Jn 4, 16). El amor auténtico no razona, no mide, no levanta barreras, no calcula, no recuerda las ofensas y no pone condiciones.

Jesús actúa siempre por amor. Del hogar de la Trinidad él nos ha traído un amor grande, infinito, divino, un amor que llega -como dicen los Padres- a la locura y pone en crisis nuestras medidas humanas.

Cuando medito sobre este amor mi corazón se llena de felicidad y de paz. Espero que al final de mi vida el Señor me reciba como al más pequeño de los trabajadores de su viña, y yo cantaré su misericordia por toda la eternidad, perennemente admirado de las maravillas que él reserva a sus elegidos. Me alegraré de ver a Jesús con sus «defectos», que son, gracias a Dios, incorregibles.

Los santos son expertos en este amor sin límites. A menudo en mi vida he pedido a sor Faustina Kowalska que me haga comprender la misericordia de Dios. Y cuando visité Paray-le-Monial, me impresionaron las palabras que Jesús dijo a santa Margarita María Alacoque: «Si crees, verás el poder de mi corazón».

Contemplemos juntos el misterio de este amor misericordioso.

viernes, abril 19, 2013

Protocolo y educación religiosa. Obama y Michelle.

 Quién es el encargado de protocolo de la Casablanca ?? Horible foto del Presidente y la primera dama en una función religiosa. Obsévese a patilarga y paticorta. Aunque la mona se vista de seda...mona se queda.





jueves, abril 18, 2013

El dolor, de José Luis Martín Descalzo.






Ayer falleció el padre de un amigo tras siete días de agonía, con buena voluntad me enfado con una persona y ella conmigo, otra persona me habla de que cree que su padre se irá al infierno por injusto........


Reflexiones de un enfermo en torno al dolor




El dolor es un misterio. Hay que acercarse a él de puntillas y sabiendo que, después de muchas palabras, el misterio seguirá estando ahí hasta que el mundo acabe. Tenemos que acercarnos con delicadeza, como un cirujano ante una herida. Y con realismo, sin que bellas consideraciones poéticas nos impidan ver su tremenda realidad.



La primera consideración que yo haría es la de la «cantidad» de dolor que hay en el mundo. Después de tantos siglos de ciencia, el hombre apenas ha logrado disminuir en unos pocos centímetros las montañas del dolor. Y en muchos aspectos la cantidad del dolor aumenta. Se preguntaba Péguy: ¿Creemos acaso que la Humanidad esta sufriendo cada vez menos? ¿Creéis que el padre que ve a su hijo enfermo hoy sufre menos que otro padre del siglo XVI? ¿Creéis que los hombres se van haciendo menos viejos que hace cuatro siglos? ¿Que la Humanidad tiene ahora menos capacidad para ser desgraciada?





LA MONTAÑA DEL DOLOR



Los medios de comunicación nos hacen comprender mejor el tamaño de esa montaña del dolor. El hombre del siglo XIV conocía el dolor de sus doscientos o de sus diez mil convecinos, pero no tenía ni idea de lo que se sufría en la nación vecina o en otros continentes. Hoy, afortunada o desgraciadamente, nos han abierto los ojos y sabemos el número de muertos o asesinados que hubo ayer. Sabemos que 40 millones de personas mueren de hambre al año. Y hoy se lucha más que nunca contra el dolor y la enfermedad... Pero no parece que la gran montaña del dolor disminuya. Cuando hemos derrotado una enfermedad, aparecen otras nuevas que ni sospechábamos (cómo olvidar el SIDA) que toman el puesto de las derrotadas. En la España de hoy, y a esta misma hora, hay tres millones de españoles enfermos. Y diez millones pasan cada año por dolencias más o menos graves. Pero el resto de sus compatriotas (y de sus familiares) prefiere vivir como si estos enfermos no existieran. Se dedican a vivir sus vidas y piensan que ya se plantearán el problema cuando “les toque» a ellos”.



Sabemos muy poco del dolor y menos aún de su porqué. ¿Por qué, si Dios es bueno, acepta que un muchacho se mate la víspera de su boda, dejando destruidos a los suyos? ¿Por qué sufren los niños inocentes? Nosotros, cristianos, debemos ser prudentes al responder a estas preguntas que destrozan el alma de media Humanidad. ¿Quién ignora que muchas crisis de fe se producen al encontrarse con el topetazo del dolor o de la muerte? ¿Cuántos millares de personas se vuelven hoy a Dios para gritarle por qué ha tolerado el dolor o la muerte de un ser querido?



Dar explicaciones a medias es contraproducente y sería preferible que, ante estos porqués, los cristianos empezásemos por confesar lo que decía Juan Pablo II en su encíclica sobre el dolor: El sentido del sufrimiento es un misterio, pues somos conscientes de la insuficiencia e inadecuación de nuestras explicaciones. Algunas respuestas pueden aclarar algo el problema y debemos usarlas, pero sabiendo siempre que nunca explicaremos el dolor de los inocentes.







TEORÍAS, NO





Una de esas respuestas parciales podía ser la que afirma que dedicarse a combatir el dolor es más importante y urgente que dedicarse a hacer teorías y responder porqués.



Hemos gastado más tiempo en preguntarnos por qué sufrimos que en combatir el sufrimiento. Por eso, ¡benditos los médicos, las enfermeras, cuantos se dedican a curar cuerpos o almas, cuantos luchan por disminuir el dolor en nuestro mundo!



El dolor es una herencia de todos los humanos, sin excepción. Un gran peligro del sufrimiento es que empieza convenciéndonos de que nosotros somos los únicos que sufrimos en el mundo o los que más sufrimos. Una de las caras más negras del dolor es que tiende a convertirnos en egoístas, que nos incita a mirar sólo hacia nosotros. Un dolor de muelas nos hace creemos la víctima número uno del mundo. Si en un telediario nos muestran miles de muertos, pensamos en ellos durante dos minutos; si nos duele el dedo meñique gastamos un día en autocompadecemos. Tendríamos que empezar por el descubrimiento del dolor de los demás para medir y situar el nuestro.



Es la humilde aceptación de que el hombre, todo hombre, es un ser incompleto y mutilado. Es el descubrimiento de que se puede ser feliz a pesar del dolor, pero es imposible vivir toda una vida sin el. El mayor descubrimiento, el que más me ha tranquilizado como hombre ha sido precisamente este sano realismo. Tratar de no mitificar mi enfermedad, no volverme contra Dios y contra la vida, como si yo fuera una víctima excepcional. Desde el primer momento me planteé la obligación de pensar que «yo no era un enfermo», sino “un señor que tiene un problema» como «todos» tienen sus problemas”.



Cuando vas conociendo a los hombres, descubres que «todos» son mutilados de algo. Así pensé que a mí me faltaban los riñones o me sobraba un cáncer, pero que a los demás o les faltaba un brazo, o no tenían trabajo, o tenían un amor no correspondido, o un hijo muerto. Todos. ¿Qué derecho tenía yo, entonces, a quejarme de mis carencias, como si fueran las únicas del mundo? Sentirme especialmente desgraciado me parecía ingenuo y, sobre todo, indigno.





DEMASIADA RETÓRICA



La tercera gran respuesta es ver los aspectos positivos de la enfermedad. Quiero prevenir contra un gran error muy difundido entre personas de buena voluntad: la tendencia a ver en la enfermedad y el dolor algo objetivamente bueno. Creo que se ha hecho, especialmente entre los cristianos, mucha retórica sobre la bondad del dolor, con la que se confunden tres cosas: lo que es el dolor en sí; lo que se puede sacar del dolor; y aquello en lo que el dolor puede acabar convirtiéndose, con la gracia de Dios. Lo primero es y seguirá siendo horrible. Lo segundo y lo tercero pueden llegar a ser maravillosos.



Cristo mismo lo dejó bien claro en su vida: jamás ofreció florilegios sobre la angustia, no fue hacia el dolor como hacia un paraíso. Al contrario: se dedicó a combatir el dolor en los demás, y, en sí mismo, lo asumió con miedo, entró en él temblando, pidió, mendigó al Padre que le alejara de él y lo asumió porque era la voluntad de su Padre. Y entonces acabó convirtiendo el dolor en redención. Es mejor no echarle almíbar piadoso al dolor. Pero hay que decir sin ningún rodeo que en la mano del hombre está conseguir que ese dolor sea ruina o parto. El hombre no puede impedir su dolor, pero puede conseguir que no lo aniquile, e incluso lograr que ese dolor lo levante en vilo.



En lo humano y mucho más en lo sobrenatural, el dolor puede llegar a ser uno de los grandes motores del hombre. Luis Rosales afirmaba que «los hombres que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir».



El dolor es parte de nuestra condición humana; deuda de nuestra raza de seres atados al tiempo y a la fugitividad. No hay hombre sin dolor. Y no es que Dios «tolere» los dolores, es, simplemente, que Dios respeta la condición temporal del hombre, lo mismo que respeta que un círculo no pueda ser cuadrado. Lo que Dios sí nos da es la posibilidad de que ese dolor sea fructífero. Empezó haciéndolo fructífero él mismo en la Cruz y así creó esa misteriosa fraternidad de dolor de la que nosotros podemos participar.





VINAGRE, O VINO GENEROSO



El hombre tiene en sus manos esa opción de conseguir que su propio dolor y el de sus prójimos se convierta en vinagre o en vino generoso. Yo he comprobado aquella frase de León Bloy que aseguraba que en el corazón del hombre hay muchas cavidades que desconocemos hasta que viene el dolor a descubrírnoslas. Así puedo afirmar que el dolor es, probablemente, lo mejor que me ha dado la vida y que, siendo en sí una experiencia peligrosa, se ha convertido más en un acicate que en un freno.



Pase lo que pase, a lo que tú no tienes derecho es a desperdiciar tu vida, a rebajarla, a creer que, porque estás enfermo, tienes ya una disculpa para no cumplir tu deber o para amargar a los que te rodean. Debes considerar la enfermedad como un handicap, como un «reto», como una nueva forma para testimoniar tu fe y realizar tu vida. Has de buscar todos los modos para sacar todo lo positivo que haya en la enfermedad y así rentabilizar más tu vida.



Lo verdaderamente grave de la enfermedad es cuando ésta se alarga y se alarga. Un dolor corto, por intenso que sea, no es difícil de sobrellevar. Lo verdaderamente difícil es cuando ese camino de la cruz dura años, y peor aún si se vive con poca o ninguna esperanza de curación en lo humano.



Sólo la gracia de Dios ha podido mantenerme alegre en estos años. Y confieso haberla experimentado casi como una mano que me acariciase. Dios no me ha fallado en momento alguno. Yo llamaría milagro al hecho de que en casi todas las horas oscuras siempre llegaba una carta, una llamada telefónica, un encuentro casual en una calle, que me ayudaba a recuperar la calma. Confieso con gozo que nunca me sentí tan querido como en estos años. Y subrayo esto porque sé muy bien que muchos otros enfermos no han tenido ni tienen en esto la suerte que yo tengo.



La verdadera enfermedad del mundo es la falta de amor, el egoísmo. ¡Tantos enfermos amargados porque no encontraron una mano comprensiva y amiga!



Es terrible que tenga que ser la muerte de los seres queridos la que nos descubra que hay que quererse deprisa, precisamente porque tenemos poco tiempo, porque la vida es corta ¡Ojalá no tengáis nunca que arrepentiros del amor que no habéis dado y que perdisteis!



La enfermedad es una gran bendición: cuando te sacude ya no puedes seguirte engañando a ti mismo, ves con claridad quién eras, quién eres.



Descubrí a su luz que en mi escala de valores real había un gran barullo y que no siempre coincidía con la escala que yo tenía en mis propósitos y deseos. ¡Cuántas veces el trabajo se montó por encima de la amistad! ¡Cuántos más espacios de mi tiempo dediqué al éxito profesional que a ver y charlar pausadamente con los míos! Aprendí también a aceptarme a mí mismo, a saber que en no pocas cosas fracasaría y no pasaría absolutamente nada, entendí incluso que uno no tiene corazón suficiente para responder a tanto amor como nos dan. Todo hombre es un mendigo y yo no lo sabía.



Entre estos descubrimientos estuvo el de los médicos, las enfermeras y los otros enfermos. Hasta hace algunos años apenas había tenido contactos con el mundo de los hospitales y tenía de sus habitantes ese barato concepto por el que, con tanta frecuencia acostumbramos a medir a los seres más por sus defectos que por sus virtudes. La enfermedad, al vivir horas y horas en los hospitales, me descubrió qué engañado estaba.





UN ABUSO DE CONFIANZA



La idea de que la enfermedad es «redentora» no es un tópico teológico, sino algo radicalmente verdadero. Dios espera de nosotros, no nuestro dolor, sino nuestro amor; pero es bien cierto que uno de los principales modos en que podemos demostrarle nuestro amor es uniéndonos apasionadamente a su Cruz y a su labor redentora. ¿Qué otras cosas tenemos, en definitiva, los hombres para aportar a su tarea?



Os confieso que jamás pido a Dios que me cure mi enfermedad. Me parecería un abuso de confianza; temo que, si me quitase Dios mi enfermedad, me estaría privando de una de las pocas cosas buenas que tengo: mi posibilidad de colaborar con él más íntimamente, más realmente. Le pido, sí, que me ayude a llevar la enfermedad con alegría; que la haga fructificar, que no la estropee yo por mi egoísmo.

JLMD

lunes, abril 15, 2013

Historias que nos contaban en el cole....





Quedaron en mi memoria para siempre.

Estábamos en una época antigua, mediados del XX por ejemplo. El hospital era antiguo. Dos camas paralelas; una de ellas daba a la ventana. En ésa había un niño que disfrutaba con lo que veía por la ventana y lo contaba a toda a la habitación. El niño, pobrin !!, andaba mal de los pulmones y de vez en cuando se ahogaba, tenía una campanilla a mano y una buena monja al oir la campanita, le atendía. Al lado, un hombre maduro, frisaba los sesenta, viejo para la época. Ya llevaban dos meses sin alta;pasaban los días, aburridos, tediosos, dolorosos, sólo animados por los relatos del niño de la ventana.

Una noche se ahogaba, buscó la campana y no la encontraba. El hombre maduro, en un ataque de locura, madurado en otras noches, la tenía en su mano. Tenía envidia de las vistas del niño, de su ventana al mundo. El niño se ahogó. Al día siguiente el hombre maduro y loco ocupaba la cama del pequeño. No quiso mirar hasta estar bien instalado; el cielo era gris, iba a llover. Y por fin descubrió lo que hacía feliz a la habitación, al niño de malos pulmones. Un callejón, media escombrera y nada más.

( en aquella época no abrimos un debate sobre la seguridad social; sobre si niños y mayores deberían estar en la misma habitación; sobre sanidad pública y privada; campanillas o botones... el cuento era ese y solía acabar la clase con un avemaría; creo que ya había oscurecido, eran cuentos de otoño.)


domingo, abril 14, 2013

Siguiendo al Papa Francisco....





Los ídolos o idolillos que tenemos.



Adorar al Señor quiere decir darle a él el lugar que le corresponde; adorar al Señor quiere decir afirmar, creer – pero no simplemente de palabra – que únicamente él guía verdaderamente nuestra vida; adorar al Señor quiere decir que estamos convencidos ante él de que es el único Dios, el Dios de nuestra vida, el Dios de nuestra historia.




Esto tiene una consecuencia en nuestra vida: despojarnos de tantos ídolos, pequeños o grandes, que tenemos, y en los cuales nos refugiamos, en los cuales buscamos y tantas veces ponemos nuestra seguridad. Son ídolos que a menudo mantenemos bien escondidos; pueden ser la ambición, el carrerismo, el gusto del éxito, el poner en el centro a uno mismo, la tendencia a estar por encima de los otros, la pretensión de ser los únicos amos de nuestra vida, algún pecado al que estamos apegados, y muchos otros. Esta tarde quisiera que resonase una pregunta en el corazón de cada uno, y que respondiéramos a ella con sinceridad: ¿He pensado en qué ídolo oculto tengo en mi vida que me impide adorar al Señor? Adorar es despojarse de nuestros ídolos, también de esos más recónditos, y escoger al Señor como centro, como vía maestra de nuestra vida.



viernes, abril 12, 2013

Decálogo del Papa Francisco.





El decálogo del Papa Francisco


Por Rafael Navarro-Valls

1º) Levantar la temperatura espiritual de 1.195.671.000 (datos de 2010) católicos de todo el mundo.

2º) Abrir el mercado de las ideas a los valores del espíritu.

3º). Ser más mundocentrico que eurocéntrico

4º) Iniciar una nueva “Reforma”, que pondrá en tensión la capacidad organizadora del nuevo Pontífice. No me refiero tanto a la manoseada reforma de la Curia, me refiero más bien a la preparación intelectual, humana y espiritual de 721.935 religiosos y 412.236 sacerdotes extendidos por todo el mundo. Una tarea directamente conectada con la eficacia de los mayores responsables en la Iglesia de la difusión del mensaje cristiano. Como efecto colateral, esta reforma ayudará a terminar con los últimos coletazos – el centro del huracán fue la influencia de la revolución sexual de los sesenta/setenta – de algunas situaciones penosas conectadas con desviaciones sexuales.

5º) Inyectar en la humanidad la idea de que la lucha contra las grandes bolsas de pobreza no solamente es un problema de filantropía sino un verdadero “impulso divino”.

6º) Poner en marcha una nueva evangelización, en el que el núcleo de la acción resida más en las bases que en la cúpula. Es papel de los laicos en la Iglesia. La actuación en la plaza pública, en la vida política, económica y social de los pueblos es la gran tarea de los cristianos de a pie.

7º) Incrementar la unidad en la Iglesia, manteniendo la riqueza de las diversas perspectivas.

8º) Potenciar el diálogo inter-religioso .

9) Nombrar buenos colaboradores.

10º) Promover la causa de la paz y la justicia en todo el mundo, comenzando con la primera de las libertades, que es la religiosa. No se trata solamente de detener esa especie de cristofobia que está produciendo en diversos lugares del mundo una hostil persecución anticristiana. Se trata, además, de despertar en las religiones la potencialidad que poseen para ayudar a la paz en el mundo.

jueves, abril 11, 2013

Amar en concreto.




Se nos infla la boca con este concepto, deseo, anhelo, resolución de todos los males.Ayer al salir de Misa, yendo por la calle, me comporté mal con una persona; menos mal que me dí cuenta, antes no me daba.





martes, abril 09, 2013

En la muerte de la dama de hierro.



Si hubiese sido de izquierdas, tendría  calles, barrios, Universidades, etc. A Esperanza Aguirre le gusta.


Al conocer la noticia de la muerte de Margaret Thatcher, no por esperada menos triste, lo primero que he pensado es que ella ha sido, junto a Winston Churchill, la política europea del último siglo que más ha hecho por el triunfo de la libertad.
Churchill tuvo que hacer frente al monstruo del nazismo y fue el máximo artífice de la victoria aliada. Su actuación en la Guerra Mundial tuvo mucho de épica.
El enemigo totalitario al que tuvo que enfrentarse Margaret Thatcher era el comunismo, que todavía mantenía sojuzgada a más de media Europa y aún era capaz de engatusar a amplias capas de intelectuales –esos intelectuales que actúan como los depositarios de la corrección política– en los países libres de Occidente.
Thatcher no se arredró y, como la primera mujer primera ministra de la historia de Gran Bretaña, hizo suya la causa de la libertad y no dudó en plantar cara, junto al presidente Ronald Reagan y al Papa Juan Pablo II, a ese comunismo con el que los líderes democráticos de Occidente se habían acostumbrado a contemporizar.
Poco le importaron las críticas que recibía de esos intelectuales, que desde los países libres de Occidente se mostraban proclives a excusar los crímenes y los excesos del comunismo. Ella tenía claro que el comunismo era letal para la humanidad y que la causa de la libertad saldría ganando si el comunismo era derrotado. Por eso, en ningún momento tuvo la tentación de llegar a componendas con aquellos líderes de la última Unión Soviética, y se mantuvo siempre firme en su anticomunismo. Y por eso, cuando vio que Gorbachov empezaba a transitar por el camino correcto, le apoyó y le ayudó a terminar con el siniestro régimen soviético.
La actitud de Margaret Thatcher frente al comunismo es muy significativa de toda su manera de actuar en política. Una manera de actuar basada siempre en sus principios. Porque aquí tengo que proclamar que Margaret Thatcher ha sido, en todo momento, la personalidad política más fiel a sus valores que he conocido.
Margaret Thatcher no tuvo nunca nada fácil. Hay que pensar en el enorme mérito que encontramos en todos los episodios de su biografía. Cómo de hija de un tendero de clase media llegó a estudiar en Oxford. Cómo, a pesar de ser mujer, consiguió hacerse valorar por el establishment del Partido Conservador. Y cómo, sin complejos ni apaños, logró que ese Partido, que estaba sumido en una profunda crisis de identidad después de los años de Edward Heath y de dominio de los «wets», la eligiera como líder en 1975 y, de su mano, volviera a defender los valores de la libertad, de la economía de mercado y del predominio de los ciudadanos sobre el Estado.
Si tuviera que elegir un momento que representa perfectamente la manera de hacer política de la líder desaparecida me quedaría con el impresionante discurso que pronunció ante la Conferencia del Partido Conservador, en Brighton, el 10 de octubre de 1980, que se conoce por la frase que allí pronunció: «The lady´s not for turning» (la señora no está por cambiar el rumbo).
Y es que Margaret Thatcher compareció ese día en Brighton, 17 meses después de haber llegado a Downing Street, con la agenda llena de problemas. Había más de dos millones de parados y seguían aumentando, Inglaterra estaba ante una profunda recesión, la inflación estaba aún más alta que cuando había empezado a gobernar, y en su gobierno habían aparecido las primeras fisuras en forma de filtraciones a la prensa.
En esas condiciones, Margaret Thatcher pronunció un discurso que dejó meridianamente claro a los miembros de su partido y también a todos sus amigos en el mundo entero, y a los que no lo eran, cuáles eran sus principios y cuáles eran los objetivos de su gobierno. Dejó claro que ella no iba a renunciar ni a esos principios ni a esos objetivos.
Hay que recordar que ella había sido elegida primera ministra el 4 de mayo de 1979 porque había ilusionado a los británicos con un proyecto para frenar la evidente decadencia económica del Reino Unido, devolver la política británica al lugar que siempre había tenido en el ámbito internacional y recuperar la autoestima que los ciudadanos de Gran Bretaña llevaban años perdiendo. Y en Brighton, 17 meses después, tenía la sensación de que podía fracasar rotundamente.
Por eso, en aquel discurso fue a la raíz del problema y recordó que el objetivo de su gobierno era el reto más ambicioso que había afrontado ningún gobierno británico desde la II Guerra Mundial: cambiar la forma de pensar de los británicos para que Gran Bretaña recuperara la confianza en sí misma. Ella se había propuesto demostrar en la práctica que había una alternativa al modelo socialdemócrata que parecía ser el único posible.
Ella quería que Gran Bretaña fuera una sociedad de propietarios, que los británicos fueran propietarios de sus casas y fueran accionistas de sus empresas. Quería que los sindicatos redujeran su campo de influencia al lógico y que acabaran sus abusos. Quería devolver la iniciativa de la actividad económica, social y cultural a la capacidad emprendedora de los ciudadanos. Quería que el mundo entero supiera que en la Guerra Fría Gran Bretaña iba a estar siempre al lado de los defensores de la libertad y en contra de toda tiranía, y, desde luego, contra el comunismo. Ella quería, en definitiva, concitar el coraje, el talento y la energía de los británicos para salir de la depresión general en que se encontraban. Porque, como dijo ese día, «el deber más ineludible de un gobierno es evitar que se desperdicie el mayor activo de un país, que es el talento y la energía de su gente». Y pronunció esa frase que ya ha quedado para la historia: «The lady´s not for turning».
Hoy sabemos que el proyecto de Thatcher se saldó con un rotundo éxito, y que su ejemplo tiene un lugar destacado en la historia política de las democracias. Por eso hoy la lloraremos todos los que amamos la libertad y todos los que intentamos que nuestra actuación política esté siempre marcada por la fidelidad a unos valores y a unos principios y nunca por el oportunismo.
Publicado en el diario ABC, martes 9 de abril de 2013
Esperanza Aguirre. 

lunes, abril 08, 2013

Siguiendo al Papa Francisco....





Jesús no abandona al terco Tomás en su incredulidad
Homilía del papa Francisco en la misa de asunción de la cátedra de Roma
7 de abril de 2013
Queridos hermanos y hermanas:
Con gran alegría celebro por primera vez la Eucaristía en esta Basílica Lateranense, catedral del Obispo de Roma. Saludo con sumo afecto al cardenal vicario, a los obispos auxiliares, al presbiterio diocesano, a los diáconos, a las religiosas y religiosos y a todos los fieles laicos.
Caminemos juntos a la luz del Señor resucitado. Celebramos hoy el segundo domingo de pascua, también llamado «de la Divina Misericordia». Qué hermosa es esta realidad de fe para nuestra vida: la misericordia de Dios. Un amor tan grande, tan profundo el que Dios nos tiene, un amor que no decae, que siempre aferra nuestra mano y nos sostiene, nos levanta, nos guía.
En el Evangelio de hoy, el apóstol Tomás experimenta precisamente esta misericordia de Dios, que tiene un rostro concreto, el de Jesús, el de Jesús resucitado. Tomás no se fía de lo que dicen los otros apóstoles: «Hemos visto el Señor»; no le basta la promesa de Jesús, que había anunciado: el tercer día resucitaré.
Quiere ver, quiere meter su mano en la señal de los clavos y del costado. ¿Cuál es la reacción de Jesús? La paciencia: Jesús no abandona al terco Tomás en su incredulidad; le da una semana de tiempo, no le cierra la puerta, espera. Y Tomás reconoce su propia pobreza, la poca fe: «Señor mío y Dios mío»: con esta invocación simple, pero llena de fe, responde a la paciencia de Jesús. Se deja envolver por la misericordia divina, la ve ante sí, en las heridas de las manos y de los pies, en el costado abierto, y recobra la confianza: es un hombre nuevo, ya no es incrédulo sino creyente.
Y recordemos también a Pedro: que tres veces reniega de Jesús precisamente cuando debía estar más cerca de él; y cuando toca el fondo encuentra la mirada de Jesús que, con paciencia, sin palabras, le dice: «Pedro, no tengas miedo de tu debilidad, confía en mí»; y Pedro comprende, siente la mirada de amor de Jesús y llora. Qué hermosa es esta mirada de Jesús, cuánta ternura.
Hermanos y hermanas, no perdamos nunca la confianza en la paciente misericordia de Dios. Pensemos en los dos discípulos de Emaús: el rostro triste, un caminar errante, sin esperanza. Pero Jesús no les abandona: recorre a su lado el camino, y no sólo. Con paciencia explica las Escrituras que se referían a Él y se detiene a compartir con ellos la comida.
Éste es el estilo de Dios: no es impaciente como nosotros, que frecuentemente queremos todo y enseguida, también con las personas. Dios es paciente con nosotros porque nos ama, y quien ama comprende, espera, da confianza, no abandona, no corta los puentes, sabe perdonar. Recordémoslo en nuestra vida de cristianos: Dios nos espera siempre, aun cuando nos hayamos alejado. Él no está nunca lejos, y si volvemos a Él, está preparado para abrazarnos.
A mí me produce siempre una gran impresión releer la parábola del Padre misericordioso, me impresiona porque me infunde siempre una gran esperanza. Pensad en aquel hijo menor que estaba en la casa del Padre, era amado; y aun así quiere su parte de la herencia. Se va, lo gasta todo, llega al nivel más bajo, muy lejos del Padre; y cuando ha tocado fondo, siente la nostalgia del calor de la casa paterna y vuelve.
¿Y el Padre? ¿Había olvidado al Hijo? No, nunca. Está allí, lo ve desde lejos, lo estaba esperando cada día, cada momento: ha estado siempre en su corazón como hijo, incluso cuando lo había abandonado, incluso cuando había dilapidado todo el patrimonio, es decir su libertad; el Padre con paciencia y amor, con esperanza y misericordia no había dejado ni un momento de pensar en él, y en cuanto lo ve, todavía lejano, corre a su encuentro y lo abraza con ternura, la ternura de Dios, sin una palabra de reproche: Ha vuelto. Esa es la alegría del padre, en el abrazo del hijo está toda la alegría.
Dios siempre nos espera, no se cansa. Jesús nos muestra esta paciencia misericordiosa de Dios para que recobremos la confianza, la esperanza, siempre. Romano Guardini decía que Dios responde a nuestra debilidad con su paciencia y éste es el motivo de nuestra confianza, de nuestra esperanza.
Es como un diálogo entre nuestra debilidad y la paciencia de Dios. Si existe este diálogo hay esperanza.
Quisiera subrayar otro elemento: la paciencia de Dios debe encontrar en nosotros la valentía de volver a Él, sea cual sea el error, sea cual sea el pecado que haya en nuestra vida. Jesús invita a Tomás a meter su mano en las llagas de sus manos y de sus pies y en la herida de su costado.
También nosotros podemos entrar en las llagas de Jesús, podemos tocarlo realmente; y esto ocurre cada vez que recibimos los sacramentos. San Bernardo, en una bella homilía, dice: «A través de estas hendiduras, puedo libar miel silvestre y aceite de rocas de pedernal, es decir, puedo gustar y ver qué bueno es el Señor».
Es precisamente en las heridas de Jesús que nosotros estamos seguros, ahí se manifiesta el amor inmenso de su corazón. Tomás lo había entendido. San Bernardo se pregunta: ¿En qué puedo poner mi confianza? ¿En mis méritos? Pero «mi único mérito es la misericordia de Dios. No seré pobre en méritos, mientras él no lo sea en misericordia. Y, porque la misericordia del Señor es mucha, muchos son también mis méritos». Esto es importante: el coraje de confiarme a la misericordia de Jesús, de confiar en su paciencia, de refugiarme siempre en las heridas de su amor.
San Bernardo llega a afirmar: «Y, aunque tengo conciencia de mis muchos pecados, si abundó el pecado, más desbordante fue la gracia». Tal vez alguno pudiese pensar: mi pecado es tan grande, mi lejanía de Dios es como la del hijo menor de la parábola, mi incredulidad es como la de Tomás; no tengo las agallas para volver, para pensar que Dios pueda acogerme y que me esté esperando precisamente a mí. Pero Dios te espera precisamente a ti, te pide sólo el coraje de regresar a Él.
Cuántas veces en mi ministerio pastoral me han repetido: «Padre, tengo muchos pecados»; y la invitación que he hecho siempre es: «No temas, ve con Él, te está esperando, Él hará todo». Cuántas propuestas mundanas sentimos a nuestro alrededor. Dejémonos sin embargo aferrar por la propuesta de Dios, la suya es una caricia de amor. Para Dios no somos números, somos importantes, más aún, somos lo más importante que tiene; aun siendo pecadores, somos lo que más le importa.
Adán después del pecado sintió vergüenza, se ve desnudo, siente el peso de lo que ha hecho; y sin embargo Dios no lo abandona: si en ese momento, con el pecado, inicia nuestro exilio de Dios, hay ya una promesa de vuelta, la posibilidad de volver a Él. Dios pregunta enseguida: «Adán, ¿dónde estás?», lo busca. Jesús quedó desnudo por nosotros, cargó con la vergüenza de Adán, con la desnudez de su pecado para lavar nuestro pecado: sus llagas nos han curado.
Acordaos de lo de san Pablo: ¿De qué me puedo enorgullecer sino de mis debilidades, de mi pobreza? Precisamente sintiendo mi pecado, mirando mi pecado, yo puedo ver y encontrar la misericordia de Dios, su amor, e ir hacia Él para recibir su perdón.
En mi vida personal, he visto muchas veces el rostro misericordioso de Dios, su paciencia; he visto también en muchas personas el coraje de entrar en las llagas de Jesús, diciéndole: Señor estoy aquí, acepta mi pobreza, esconde en tus llagas mi pecado, lávalo con tu sangre. Y he visto siempre que Dios lo ha hecho, ha acogido, consolado, lavado, amado.
Queridos hermanos y hermanas, dejémonos cubrir por la misericordia de Dios; confiemos en su paciencia que siempre nos concede tiempo; tengamos el valor de volver a su casa, de habitar en las heridas de su amor dejando que Él nos ame, de encontrar su misericordia en los sacramentos. Sentiremos su ternura, tan bella, sentiremos su abrazo y seremos también nosotros más capaces de misericordia, de paciencia, de perdón y de amor.

viernes, abril 05, 2013

Fiesta y devoción de la Divina Misericordia.









1. En el origen del culto de la Divina Misericordia aparece la monja polaca Sor Faustina Kowalska



Sor Faustina, tercera de diez hijos, nació el 25 de agosto de 1905 en una muy religiosa familia de campesinos de Glogowiec (Polonia). Fue bautizada con el nombre de Elena y desde su infancia aspiró a la vida religiosa. A los 16 años dejó su casa para trabajar como sirvienta, pero después de una visión volvió a casa para pedir permiso y entrar en el convento. Sus padres eran muy religiosos pero no querían perder a su mejor hija, así que le negaron el permiso aduciendo falta de dinero para la dote. Elena volvió al trabajo, pero después de otra visión le pidió a Jesús que le iluminase qué hacer y Él le dijo que se fuera a Varsovia, donde entró en el convento. Antes de entrar en la Congregación de las Hermanas de la Beata Virgen María de la Misericordia trabajó otro año para ganarse una pequeña dote y el 1º de agosto de 1925 cruzó el umbral del claustro. Enseguida volvió a la casa de la Congregación en Cracovia para realizar el noviciado. Durante la ceremonia de la investidura recibió el nombre de Sor María Faustina. Hizo su profesión perpetua el 1º de mayo de 1933.



Aparentemente nada revelaba la extraordinaria riqueza de la vida mística de Sor Faustina, que destacaba por la total e ilimitada dedicación a Dios y el amor activo hacia el prójimo, a imitación del modelo supremo, Cristo. Sólo el Diario de la religiosa ha desvelado la profundidad de su vida espiritual, revelada a sus confesores y a algunas superioras. En la base de su espiritualidad está el misterio de la Divina Misericordia, que meditaba en la Palabra de Dios y contemplaba en la cotidianeidad de su vida. Jesús la honró con gracias extraordinarias como las visiones, las revelaciones, los estigmas escondidos, la unión mística con Dios, el don del discernimiento de los corazones y de la profecía.



La austeridad de la vida y de los ayunos a los que se sometía incluso antes de entrar en la Congregación debilitaron su organismo, y en los últimos años de su vida se intensificaron sus sufrimientos interiores de “la noche pasiva del espíritu” y las físicas. Murió el 5 de octubre de 1938 a los 33 años, después de 13 de vida religiosa.



La devoción a la Divina Misericordia se difundió rápidamente en el mundo durante la II Guerra Mundial. Sor Faustina, además, escribió en su Diario: “Creo que mi misión no terminara con mi muerte sino que mas bien comenzará”. Su cuerpo reposa en el Santuario de la Divina Misericordia de Lagiewniki, cerca de Cracovia. El Papa Juan Pablo II la beatificó en 1993 y la canonizó en el 2000.



2. El modelo del culto de la Divina Misericordia fue explicado por el mismo Jesús a Sor Faustina.



El modelo del culto de la Divina Misericordia le fue mostrado por el mismo Jesús en la visión que Santa Faustina tuvo el 22 de febrero de 1931 en la celda del convento de Płock. “Por la tarde, estando en mi celda vi al Señor vestido con una túnica blanca –escribió en su Diario- con una mano alzada para bendecir, mientras que con la otra se tocaba el pecho y de la que emanaban dos grandes rayos , rojo uno y pálido el otro (…) Tras un instante Jesús me dijo: ‘Pinta una imagen según el modelo que has visto, con un mensaje bajo que diga: ¡Jesús confío en Ti!’”



El primer cuadro de la Divina Misericordia fue pintado en Vilnius en 1934 por el pintor Eugenio Kazimirowski, que recibió indicaciones precisas de la misma sor Faustina. Sin embrago, es el cuadro de Lagiewniki, en Cracovia, de Adolf Hyla el más famoso.



El significado del cuadro está estrechamente ligado a la liturgia del domingo después de Pascua, en el que la Iglesia lee el Evangelio de San Juan que describe la aparición de Jesús resucitado en el Cenáculo y la institución del sacramento de la penitencia (Jn 20, 19-29). La imagen representa por tanto, al Salvador resucitado que lleva a los hombres a la paz con la remisión de los pecados pagada con el precio de su Pasión y muerte en la cruz. Los rayos de la Sangre y del agua que surgen del corazón de Jesús atravesado por la lanza.



Jesús definió con mucha claridad las tres promesas vinculadas a la veneración de la imagen: la salvación eterna, la victoria sobre los enemigos de la salvación y grandes progresos en el camino de la perfección cristiana, la gracia de una muerte feliz.



A menudo la imagen de Jesús Misericordioso recibe el nombre de la Divina Misericordia porque en el misterio pascual de Cristo se ha revelado más claramente el amor de Dios por el hombre. La imagen, dijo Jesús, “debe recordar las exigencias de mi Misericordia, ya que, incluso la fe más fuerte no sirve de nada sin las obras”.



3. La forma más importante de todas las devociones a la Divina Misericordia es la fiesta de la Divina Misericordia



Fue Jesús es el que expresó por primera vez el deseo de instaurar esta fiesta a sor Faustina en el año 1931: “Deseo que haya una fiesta de la Misericordia. Quiero que la imagen, que pintarás con el pincel, sea bendecida el primer domingo después de Pascua; este domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia”, “la característica más grande de Dios”. Basándose en los estudios de I. Rozycki, durante los años sucesivos, Jesús repitió esta petición en 14 apariciones, definiendo con precisión el día de la fiesta en el calendario litúrgico de la Iglesia, la causa y el objetivo de la institución, el modo de prepararla y de celebrarla, así como las gracias vinculadas a ella.



La elección del primer domingo después de Pascua tiene un profundo sentido teológico, que indica el vínculo estrecho entre el misterio pascual de la Redención y la fiesta de la Misericordia. La misma sor Faustina, por lo demás, escribió: “Ahora veo que la obra de la Redención está conectada con la obra de misericordia que el Señor pide”.



Jesús explicó las razones por las que pidió la institución de la fiesta, diciendo: “Las almas perecen, no obstante Mi Dolorosa Pasión (…). Si no adoran mi Misericordia, perecerán para siempre”.

Para preparar la fiesta debe hacerse una novena, es decir el rezo de la corona de la Divina Misericordia comenzando el Viernes Santo . En el día de la fiesta, dijo Jesús, “quién se acerque a la fuente de la vida conseguirá la remisión total de las culpas y de las penas”. Como destacó Rozycki, se trata de “algo más grande que la indulgencia plenaria”, que consiste en el remitir las penas temporales por los pecados cometidos.



De las páginas de su Diario. Sabemos que sor Faustina fue la primera en celebrar individualmente esta fiesta, con el permiso del confesor. El cardenal Franciszek Macharski introdujo la fiesta en la diócesis de Cracovia en la Carta Pastoral en la Cuaresma del 1985, y se siguió el ejemplo en años sucesivos por parte de obispos de otras diócesis de Polonia. El culto de la Divina Misericordia en el primer domingo después de Pascua en el santuario de Cracovia - Lagiewniki estaba ya presente en 1944.



4. Juan Pablo II fue el gran promotor del culto de la Divina Misericordia



En la homilía de la canonización de sor Faustina, el 30 de abril de 2000, Juan Pablo II declaró que desde ese momento el segundo domingo de Pascua se llamaría en toda la Iglesia: “Domingo de la Divina Misericordia”.



El Papa polaco ha sido el gran impulsor de este culto, que entre 1938 y 1959 conoció un gran desarrollo, aunque a pesar del favor de los pontífices, por parte de la curia y de los obispos encontró alguna resistencia, sobre todo por parte del Santo Oficio que en 1959 elaboró una Notificación negativa.



El culto a la Misericordia de Dios se afirmó plenamente con el Papa Wojtyla que, en la encíclica “Dives in Misericordia” de 1980 exaltó la Misericordia de Dios y el 7 de junio de 1997 afirmó: “Doy gracias a las Divina Providencia porque me ha permitido contribuir personalmente al cumplimiento de la voluntad de Cristo mediante la institución de la Fiesta de la Divina Misericordia”. El 1 de septiembre de 1994, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos aprobó el texto de la Misa votiva “De Dei Misericordia”, que por voluntad de Juan Pablo II se introduce su uso en la Iglesia universal y aparece obligatoriamente en todos los misales.

La flor del espíritu Santo.


Orquídea de Panamá, flor nacional, llamada del Espíritu santo.





jueves, abril 04, 2013

Grandessssssssssssssssssssssss!!!!!!!!!!!!!!.






Resurrección!!!!!!, no es vana nuestra Fe.









La fe pascual tiene su origen en la acción de la gracia divina en los corazones de los creyentes y en la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado (cf Catecismo 644). Es el Señor quien se acerca a los discípulos que se dirigían a Emaús, se pone a caminar con ellos y, finalmente, despierta su fe (cf Lc 24,13-35).




No había bastado con ver morir a Jesús para creer en Él como Mesías e Hijo de Dios. Es verdad que se había mostrado como “un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo”, pero esa esperanza parecía quedar definitivamente defraudada por la muerte. “¡Cuántos, en el decurso de la historia, han consagrado su vida a una causa considerada justa y han muerto. Y han permanecido muertos”, comenta Benedicto XVI.



La Resurrección es la prueba segura que demuestra la identidad y la misión de Jesús. Sí, Él es el Hijo de Dios, vencedor de la muerte. Él es el salvador del mundo, que puede darnos la vida verdadera. Es esta certeza la que mueve el testimonio de la Iglesia desde sus orígenes: “matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos”, proclama San Pedro (cf Hch 3,15).



El Señor escucha a los caminantes de Emaús que, decepcionados, no acaban de creer los rumores que hablaban de que Cristo estaba vivo, pues su sepulcro había sido encontrado vacío. Con gran paciencia, el Señor “les explicó lo que se refería a Él en toda la Escritura”. La Resurrección es el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento, la realización de esas predicciones.



Pero será el gesto de partir el pan lo que abra los ojos de estos discípulos para así reconocer a Jesús. San Agustín comenta que “cuando se participa de su Cuerpo desaparece el obstáculo que opone el enemigo para que no se pueda conocer a Jesucristo”. La Eucaristía es la verdadera escuela que nos permite adentrarnos en el conocimiento del Resucitado, en la comunión con Él.



El encuentro con el Señor transforma completamente a aquellos discípulos: “levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros”. La fe en el Resucitado les empuja hacia la Iglesia y les lleva al testimonio. Como afirma el papa: “En efecto, si falla en la Iglesia la fe en la Resurrección, todo se paraliza, todo se derrumba. Por el contrario, la adhesión de corazón y mente a Cristo muerto y resucitado cambia la vida e ilumina la existencia de las personas y de los pueblos”.



Nosotros, a diferencia de los caminantes de Emaús, no hemos visto a Jesús Resucitado. Nuestra fe se fundamenta en el testimonio de quienes sí lo vieron. Pero, al igual que los de Emaús, podemos encontrarnos cada domingo, incluso cada día, con el Señor. Él viene también a nuestro encuentro, enciende nuestro corazón con el fuego de su palabra y parte para nosotros el pan de la Eucaristía.





El Señor nos dice que “quien coma de este pan vivirá para siempre” (Jn 6,51). Cristo nos alimenta uniéndonos a Él, haciéndonos partícipes, ya aquí en la tierra, de su vida gloriosa. Cada vez que se celebra la Santa Misa, decía San Ignacio de Antioquía, “partimos un mismo pan […] que es remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, sino para vivir en Jesucristo para siempre”.



Guillermo Juan Morado.



miércoles, abril 03, 2013

Papa Francisco , mujeres y jóvenes.





S.S. EL PAPA FRANCISCO. AUDIENCIA GENERAL. Miércoles 3 de abril de 2013.




TEXTO COMPLETO:

Queridos hermanos y hermanas: ¡Buenos días!



... Hoy reanudamos las catequesis del Año de la fe. En el Credo repetimos esta expresión: "El tercer día resucitó según las Escrituras." Es "precisamente el evento que estamos celebrando: la Resurrección de Jesús, el centro del mensaje cristiano, que resonó desde el principio y ha sido transmitió para llegara hasta nosotros. San Pablo escribe a los cristianos de Corinto: "Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los Doce.” (1 Corintios 15:3-5).



Esta breve confesión de fe anuncia precisamente el Misterio Pascual, con las primeras apariciones del Resucitado a Pedro y a los Doce: la Muerte y la Resurrección de Jesús son justo el corazón de nuestra esperanza. Sin esta fe en la muerte y en la Resurrección de Jesús nuestra esperanza será débil, ya no será ni siquiera esperanza. Y precisamente la muerte y la Resurrección de Jesús son el corazón de nuestra esperanza. El Apóstol afirma: “Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados”. (1Cor 15, 17)



Por desgracia, a menudo se ha tratado de obscurar la fe de la Resurrección de Jesús, e incluso entre los propios creyentes se han insinuado dudas. Un poco una fe “al agua de rosas”, como decimos nosotros. No es la fe fuerte. Y esto por superficialidad, a veces por indiferencia, ocupados por miles de cosas que se consideran más importantes que la fe, o por una visión puramente horizontal de la vida.



Pero es precisamente la Resurrección la que nos abre a la esperanza más grande, porque abre nuestra vida y la vida del mundo al futuro eterno de Dios, a la felicidad plena, a la certeza de que el mal, el pecado y la muerte pueden ser derrotados. Y ello lleva a vivir con mayor confianza las realidades cotidianas, a afrontarlas con valentía y con empeño. La Resurrección de Cristo ilumina con una luz nueva estas realidades cotidianas ¡la Resurrección de Cristo es nuestra fuerza!



¿Pero cómo se nos ha transmitido la verdad de la fe de la Resurrección de Cristo? Hay dos tipos de testimonios en el Nuevo Testamento: algunos son en forma de profesión de fe, es decir, son fórmulas sintéticas que indican el centro de la fe; mientras que otros están en forma de relato del evento de la Resurrección y de los hechos relacionados con ella. La primera: la forma de la profesión de la fe, por ejemplo, es la que acabamos de escuchar, o la de la Carta a los Romanos en la que San Pablo escribe: "Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado."(10:09). Desde los primeros pasos de la Iglesia es clara y firme la fe en el Misterio de la Muerte y Resurrección de Jesús. Hoy, sin embargo, quisiera centrarme en la segunda, en los testimonios que toman la forma de un relato, que encontramos en los Evangelios. Sobre todo observamos que los primeros testigos de este evento fueron mujeres. Al amanecer, ellas van al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús, y encontraron el primer signo: el sepulcro vacío (cf. Mc 16:01). Sigue después el encuentro con un Mensajero de Dios que anuncia: Jesús de Nazaret, el crucificado, no está aquí, ha resucitado (cf. vv 5-6). Las mujeres son llevadas por el amor y saben acoger este anuncio con fe: creen, y de inmediato lo transmiten, no lo tiene para sí mismas. Lo transmiten.



La alegría de saber que Jesús está vivo y la esperanza que llena el corazón no se pueden contener. Esto debería suceder también en nuestra vida ¡Sintamos la alegría de ser cristianos! ¡Nosotros creemos en un Resucitado que venció el mal y la muerte! ¡Tengamos la valentía de ‘salir’ para llevar esta alegría y esta luz a todos los lugares de nuestra vida! ¡La Resurrección de Cristo es nuestra mayor certeza; es el tesoro más precioso! ¡Cómo no compartir con los demás este tesoro, esta certeza. No es sólo para nosotros, es para transmitirla, para darla a los demás, compartirla con los demás. Es nuestro testimonio.



Otro elemento. En las profesiones de fe del Nuevo Testamento, como testigos de la Resurrección vienen recordados sólo los hombres, los Apóstoles, pero no las mujeres. Esto se debe a que, de acuerdo con la Ley judaica de aquel tiempo, las mujeres y los niños no podían dar un testimonio fiable, creíble. En los Evangelios, sin embargo, las mujeres tienen un papel primordial, fundamental. Aquí podemos ver un elemento a favor de la historicidad de la Resurrección: si se tratara de un hecho inventado, en el contexto de aquel tiempo no hubiera estado relacionado al testimonio de las mujeres. Los evangelistas, en cambio, simplemente se limitan a narrar lo que sucedió: las mujeres son los primeros testigos.



Ello nos dice que Dios no elige según criterios humanos: los primeros testimonios del nacimiento de Jesús son los pastores, gente sencilla y humilde. Y las primeras en ser testimonios de la Resurrección son las mujeres. Y ello es bello, es un poco la misión de las mujeres, de las mamás, de las abuelitas. Dar testimonio a sus hijos y nietos de que Jesús está vivo, vive ha resucitado. Mamás y mujeres ¡adelante con este testimonio!



Lo que cuenta para Dios es el corazón, cuán abiertos estamos para Él, si somos como niños que se fían. Pero esto nos hace reflexionar también sobre cómo las mujeres, en la Iglesia y en el camino de la fe, hayan tenido y sigan teniendo aún hoy un papel especial en el abrir las puertas al Señor, en seguirlo y en comunicar su Rostro, porque la mirada de fe necesita siempre la mirada sencilla y profunda del amor. A los Apóstoles y a los discípulos les cuesta más creer, a las mujeres no. Pedro corre al sepulcro, pero se detiene ante la tumba vacía; Tomás debe tocar con sus manos las heridas del cuerpo de Jesús. También en nuestro camino de fe es importante saber y percibir que Dios nos ama, no tener miedo de amarlo: la fe se profesa con la boca y con el corazón, con las palabras y con el amor.














Después de las apariciones a las mujeres, siguen otras: Jesús se hace presente de un modo nuevo: es el Crucificado, pero su cuerpo es glorioso; no ha vuelto a la vida terrenal, sino en una nueva condición. Al principio no lo reconocen, y sólo a través de sus palabras y sus gestos los ojos se abren: el encuentro con el Resucitado transforma, da un nuevo vigor a la fe, un fundamento inquebrantable. También para nosotros, hay muchos signos con los que el Resucitado se da a conocer: la Sagrada Escritura, la Eucaristía y los demás Sacramentos, la caridad, los gestos de amor que llevan un rayo del Resucitado.



¡Dejémonos iluminar por la Resurrección de Cristo, dejémonos transformar por su fuerza, para que, también a través de nosotros, en el mundo los signos de muerte dejen lugar a los signos de la vida! He visto que hay tantos jóvenes en la plaza, chicos y chicas, aquí están. Les digo: lleven adelante esta certeza, el Señor está vivo y camina a nuestro lado en la vida. Ésta es la misión de ustedes. Lleven adelante esta esperanza. Estén anclados a esta esperanza, esta ancla que está en el cielo. Sujétense fuerte a la cuerda, queden anclados y lleven adelante la esperanza. Ustedes, testimonios de Jesús, testimonien que Jesús está vivo y ello nos dará esperanza y dará esperanza a este mundo algo envejecido por las guerras, por el mal y por el pecado ¡Adelante jóvenes!

martes, abril 02, 2013

Juan Pablo II.





Hace ocho años que nos dejó Juan Pablo II, el grande. Totus tuus, amo te!!!!. Te vi reir, cantar, te toqué. No soy profeta, pero será santo este año. Ruega por nosotros y ayuda al Papa Francisco .




Bajo coste......







El presidente de Ryanair, entra en un pub y pide una Guiness.


“Un euro”, le dice el camarero.

“¡Qué barato!”, piensa para sus adentros mientras deja la moneda encima de la barra.

“Perdón, pero si no ha traído su propio vaso son dos euros más”, le advierte el dependiente.

O’Leary saca refunfuñando las monedas, coge la jarra y se encamina hacia una de las mesas del local cuando la voz le interrumpe ...de nuevo:

“Si se va a sentar, tendrá que añadir un extra de tres euros y, como no ha reservado asiento, deberá pagar otros dos euros más”.

El ejecutivo irlandés, muy mosqueado, se acerca al dependiente y le espeta:

“¡Esto es un abuso!, quiero hablar con el responsable del pub”. El camarero le sonríe:

“Solo puede contactar por correo electrónico. Por cierto, si no va a lavar el vaso son dos euros más. Y, por favor, recójalo todo antes de marcharse”.