viernes, septiembre 12, 2025

Miedo a la vocación de los hijos.

 

Miedo a la vocación de los hijos

 

 

Daniel Tirapu


 

 

 

 

 

Unos padres cristianos y una comunidad cristiana sana acoge con enorme alegría que uno de sus hijos o hijas quiera ser sacerdote, o religioso o numerario del opus dei o de lo que sea. Es lógico que los padres aconsejen a sus hijos, vean las cosas de tejas abajo.

Pero es curioso que lo que es absoluta libertad para elegir amigos, ropa, diversiones, se convierta en un influjo negativo por arte de birli birloque. Ante críticas de unos hermanos por su hermano con vocación, un padre dijo, aquí tenéis de novia a quien queréis y no hablamos mal de ellas ni de sus familias, lo mismo con mi hijo con vocación.

Cierto que la vida es larga y dura, pero para cualquier cosa que valga la pena.

 

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

 

sic.

 

12 de septiembre de 2025
“Aprender en la Misa a tratar a Dios”
Humildad de Jesús: en Belén, en Nazaret, en el Calvario... —Pero más humillación y más anonadamiento en la Hostia Santísima: más que en el establo, y que en Nazaret y que en la Cruz. Por eso, ¡qué obligado estoy a amar la Misa! (“Nuestra” Misa, Jesús...). (Camino, 533)

Quizá, a veces, nos hemos preguntado cómo podemos corresponder a tanto amor de Dios; quizá hemos deseado ver expuesto claramente un programa de vida cristiana. La solución es fácil, y está al alcance de todos los fieles: participar amorosamente en la Santa Misa, aprender en la Misa a tratar a Dios, porque en este Sacrificio se encierra todo lo que el Señor quiere de nosotros.

Permitid que os recuerde lo que en tantas ocasiones habéis observado: el desarrollo de las ceremonias litúrgicas. Siguiéndolas paso a paso, es muy posible que el Señor haga descubrir a cada uno de nosotros en qué debe mejorar, qué vicios ha de extirpar, cómo ha de ser nuestro trato fraterno con todos los hombres.

El sacerdote se dirige hacia el altar de Dios, del Dios que alegra nuestra juventud. La Santa Misa se inicia con un canto de alegría, porque Dios está aquí. Es la alegría que, junto con el reconocimiento y el amor, se manifiesta en el beso a la mesa del altar, símbolo de Cristo y recuerdo de los santos: un espacio pequeño, santificado porque en esta ara se confecciona el Sacramento de la infinita eficacia. (Es Cristo que pasa, 88)

jueves, septiembre 11, 2025

sic.

 

11 de septiembre de 2025
"La paz de Cristo en el reino de Cristo"
Un secreto. -Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. -Dios quiere un puñado de hombres "suyos" en cada actividad humana. -Después... "pax Christi in regno Christi" -la paz de Cristo en el reino de Cristo. (Camino, 301)

Esfuérzate, si es preciso, en perdonar siempre a quienes te ofendan, desde el primer instante, ya que, por grande que sea el perjuicio o la ofensa que te hagan, más te ha perdonado Dios a ti. (Camino, 452)

Característica evidente de un hombre de Dios, de una mujer de Dios, es la paz en su alma: tiene "la paz" y da "la paz" a las personas que trata. (Forja, 649)

Acostúmbrate a apedrear a esos pobres "odiadores", como respuesta a sus pedradas, con Avemarías. (Forja, 650)

Santa María es –así la invoca la Iglesia– la Reina de la paz. Por eso, cuando se alborota tu alma, el ambiente familiar o el profesional, la convivencia en la sociedad o entre los pueblos, no ceses de aclamarla con ese título: «Regina pacis, ora pro nobis!» –Reina de la paz, ¡ruega por nosotros! ¿Has probado, al menos, cuando pierdes la tranquilidad?... –Te sorprenderás de su inmediata eficacia. (Surco, 874)

miércoles, septiembre 10, 2025

sic.

 

10 de septiembre de 2025
“La verdadera humildad lleva... ¡a pedir perdón!”
Si alguna vez caes, hijo, acude prontamente a la Confesión y a la dirección espiritual: ¡enseña la herida!, para que te curen a fondo, para que te quiten todas las posibilidades de infección, aunque te duela como en una operación quirúrgica. (Forja, 192)

La sinceridad es indispensable para adelantar en la unión con Dios.

–Si dentro de ti, hijo mío, hay un "sapo", ¡suéltalo! Di primero, como te aconsejo siempre, lo que no querrías que se supiera. Una vez que se ha soltado el "sapo" en la Confesión, ¡qué bien se está! (Forja, 193)

¡Dios sea bendito!, te decías después de acabar tu Confesión sacramental. Y pensabas: es como si volviera a nacer.

Luego, proseguiste con serenidad: «Domine, quid me vis facere?» –Señor, ¿qué quieres que haga?

–Y tú mismo te diste la respuesta: con tu gracia, por encima de todo y de todos, cumpliré tu Santísima Voluntad: «serviam!» –¡te serviré sin condiciones! (Forja, 238)

La humildad lleva, a cada alma, a no desanimarse ante los propios yerros.

–La verdadera humildad lleva... ¡a pedir perdón! (Forja, 189)

Si yo fuera leproso, mi madre me abrazaría. Sin miedo ni reparo alguno, me besaría las llagas.

–Pues, ¿y la Virgen Santísima? Al sentir que tenemos lepra, que estamos llagados, hemos de gritar: ¡Madre! Y la protección de nuestra Madre es como un beso en las heridas, que nos alcanza la curación. (Forja, 190)

martes, septiembre 09, 2025

Nuestra Señora de Aránzazu.

 


sic.

 

9 de septiembre de 2025
“El perdón nos viene de la misericordia de Dios”
Me escribes que te has llegado, por fin, al confesonario, y que has probado la humillación de tener que abrir la cloaca –así dices– de tu vida ante "un hombre". –¿Cuándo arrancarás esa vana estimación que sientes de ti mismo? Entonces, irás a la confesión gozoso de mostrarte como eres, ante "ese hombre" ungido –otro Cristo, ¡el mismo Cristo!–, que te da la absolución, el perdón de Dios. (Surco, 45)

Padre: ¿cómo puede usted aguantar esta basura? -me dijiste, luego de una confesión contrita.

-Callé, pensando que si tu humildad te lleva a sentirte eso -basura: ¡un montón de basura!-, aún podremos hacer de toda tu miseria algo grande. (Camino, 605)

¡Qué poco amor de Dios tienes cuando cedes sin lucha porque no es pecado grave! (Camino, 328)

¡Otra vez a tus antiguas locuras!... Y luego, cuando vuelves, te notas con poca alegría, porque te falta humildad.

Parece que te obstinas en desconocer la segunda parte de la parábola del hijo pródigo, y todavía sigues apegado a la pobre felicidad de las bellotas. Soberbiamente herido por tu fragilidad, no te decides a pedir perdón, y no consideras que, si te humillas, te espera la jubilosa acogida de tu Padre Dios, la fiesta por tu regreso y por tu recomienzo. (Surco, 65)

lunes, septiembre 08, 2025

sic.

 

8 de septiembre de 2025
"María, hija de Dios Padre"
¡Cuánta villanía en mi conducta, y cuánta infidelidad a la gracia! –Madre mía, Refugio de pecadores, ruega por mí; que nunca más entorpezca la obra de Dios en mi alma. (Forja, 178)

Madre nuestra, ¡nuestra Esperanza!, ¡qué seguros estamos, pegaditos a Ti, aunque todo se bambolee! (Forja, 474)

¡Cómo gusta a los hombres que les recuerden su parentesco con personajes de la literatura, de la política, de la milicia, de la Iglesia!...

-Canta ante la Virgen Inmaculada, recordándole:

Dios te salve, María, hija de Dios Padre: Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo: Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo... ¡Más que tú, sólo Dios! (Camino, 496)

Di: Madre mía -tuya, porque eres suyo por muchos títulos-, que tu amor me ate a la Cruz de tu Hijo: que no me falte la Fe, ni la valentía, ni la audacia, para cumplir la voluntad de nuestro Jesús. (Camino, 497)

viernes, septiembre 05, 2025

Iñigo de Loyola.

 

Iñigo de Loyola

 

 

Daniel Tirapu


 

 

 

 

 

Patrón del País vasco, fundador de la Compañía de Jesús. Militar, herido en Pamplona. Leyó una vida de Jesús y vidas de santos y se convirtió. Los jesuitas han sido y son una especie de GEOS de la Iglesia, misioneros, intelectuales, organizadores de la enseñanza secundaria de calidad.

Hoy te pido por los vascos y las vascas y por tus hijos espirituales, que acierten ante los retos que se les presentan. San Francisco Javier, un niño pijo y guapo, universitario en París, qué le diría Ignacio, un vejete cojo, para cambiar de vida: de qué te sirve ganar el mundo si pierdes tu alma. San Francisco Javier llegó hasta China y Japón y mandaba cartas a los universitarios de Europa para que llenasen del fuego de Cristo el mundo.

 

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

jueves, septiembre 04, 2025

sic.

 

4 de septiembre de 2025
“¡Sé alma de Eucaristía!”
¡Sé alma de Eucaristía! -Si el centro de tus pensamientos y esperanzas está en el Sagrario, hijo, ¡qué abundantes los frutos de santidad y de apostolado! (Forja, 835)

Jesús se quedó en la Eucaristía por amor..., por ti.

–Se quedó, sabiendo cómo le recibirían los hombres..., y cómo lo recibes tú.

–Se quedó, para que le comas, para que le visites y le cuentes tus cosas y, tratándolo en la oración junto al Sagrario y en la recepción del Sacramento, te enamores más cada día, y hagas que otras almas –¡muchas!– sigan igual camino. (Forja, 887)

Cuando recibas al Señor en la Eucaristía, agradécele con todas las veras de tu alma esa bondad de estar contigo.

–¿No te has detenido a considerar que pasaron siglos y siglos, para que viniera el Mesías? Los patriarcas y los profetas pidiendo, con todo el pueblo de Israel: ¡que la tierra tiene sed, Señor, que vengas!

–Ojalá sea así tu espera de amor. (Forja, 991)

Agiganta tu fe en la Sagrada Eucaristía. –¡Pásmate ante esa realidad inefable!: tenemos a Dios con nosotros, podemos recibirle cada día y, si queremos, hablamos íntimamente con Él, como se habla con el amigo, como se habla con el hermano, como se habla con el padre, como se habla con el Amor. (Forja, 268)

miércoles, septiembre 03, 2025

sic.

 

3 de septiembre de 2025
“Está allí, con su Carne y con su Sangre”
"Este es mi Cuerpo...", y Jesús se inmoló, ocultándose bajo las especies de pan. Ahora está allí, con su Carne y con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad: lo mismo que el día en el que Tomás metió los dedos en sus Llagas gloriosas. Sin embargo, en tantas ocasiones, tú cruzas de largo, sin esbozar ni un breve saludo de simple cortesía, como haces con cualquier persona conocida que encuentras al paso. –¡Tienes bastante menos fe que Tomás! (Surco, 684)

El Creador se ha desbordado en cariño por sus criaturas. Nuestro Señor Jesucristo, como si aún no fueran suficientes todas las otras pruebas de su misericordia, instituye la Eucaristía para que podamos tenerle siempre cerca y ‑en lo que nos es posible entender‑ porque, movido por su Amor, quien no necesita nada, no quiere prescindir de nosotros. La Trinidad se ha enamorado del hombre, elevado al orden de la gracia y hecho a su imagen y semejanza; lo ha redimido del pecado ‑del pecado de Adán que sobre toda su descendencia recayó, y de los pecados personales de cada uno‑ y desea vivamente morar en el alma nuestra: el que me ama observará mi doctrina y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos mansión dentro de él.

Esta corriente trinitaria de amor por los hombres se perpetúa de manera sublime en la Eucaristía. Hace muchos años, aprendimos todos en el catecismo que la Sagrada Eucaristía puede ser considerada como Sacrificio y como Sacramento; y que el Sacramento se nos muestra como Comunión y como un tesoro en el altar: en el Sagrario. La Iglesia dedica otra fiesta al misterio eucarístico, al Cuerpo de Cristo ‑Corpus Christi‑ presente en todos los tabernáculos del mundo. (Es Cristo que pasa, nn. 84-85)

martes, septiembre 02, 2025

sic.

 

2 de septiembre de 2025
“El Dios de nuestra fe no es un ser lejano”
Considera lo más hermoso y grande de la tierra..., lo que place al entendimiento y a las otras potencias..., y lo que es recreo de la carne y de los sentidos... Y el mundo, y los otros mundos, que brillan en la noche: el Universo entero.

-Y eso, junto con todas las locuras del corazón satisfechas..., nada vale, es nada y menos que nada, al lado de ¡este Dios mío! -¡tuyo!- tesoro infinito, margarita preciosísima, humillado, hecho esclavo, anonadado con forma de siervo en el portal donde quiso nacer, en el taller de José, en la Pasión y en la muerte ignominiosa... y en la locura de Amor de la Sagrada Eucaristía. (Camino, 432)

Es preciso adorar devotamente a este Dios escondido: es el mismo Jesucristo que nació de María Virgen; el mismo que padeció, que fue inmolado en la Cruz; el mismo de cuyo costado traspasado manó agua y sangre.

Este es el sagrado convite, en el que se recibe al mismo Cristo; se renueva la memoria de la Pasión y, con Él, el alma trata íntimamente a su Dios y posee una prenda de la gloria futura. La liturgia de la Iglesia ha resumido, en breves estrofas, los capítulos culminantes de la historia de ardiente caridad, que el Señor nos dispensa.

El Dios de nuestra fe no es un ser lejano, que contempla indiferente la suerte de los hombres: sus afanes, sus luchas, sus angustias. Es un Padre que ama a sus hijos hasta el extremo de enviar al Verbo, Segunda Persona de la Trinidad Santísima, para que, encarnándose, muera por nosotros y nos redima. El mismo Padre amoroso que ahora nos atrae suavemente hacia Él, mediante la acción del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones. (Es Cristo que pasa, 84)

lunes, septiembre 01, 2025

sic.

 

1 de septiembre de 2025
“Se hizo comida, se hizo pan”
El más grande loco que ha habido y habrá es Él. ¿Cabe mayor locura que entregarse como Él se entrega, y a quienes se entrega? Porque locura hubiera sido quedarse hecho un Niño indefenso; pero, entonces, aun muchos malvados se enternecerían, sin atreverse a maltratarle. Le pareció poco: quiso anonadarse más y darse más. Y se hizo comida, se hizo Pan. ¡Divino Loco! ¿Cómo te tratan los hombres?... ¿Yo mismo? (Forja, 824)

Considerad la experiencia, tan humana, de la despedida de dos personas que se quieren. Desearían estar siempre juntas, pero el deber ‑el que sea‑ les obliga a alejarse. Su afán sería continuar sin separarse, y no pueden. El amor del hombre, que por grande que sea es limitado, recurre a un símbolo: los que se despiden se cambian un recuerdo, quizá una fotografía, con una dedicatoria tan encendida, que sorprende que no arda la cartulina. No logran hacer más porque el poder de las criaturas no llega tan lejos como su querer.

Lo que nosotros no podemos, lo puede el Señor. Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, no deja un símbolo, sino la realidad: se queda Él mismo. Irá al Padre, pero permanecerá con los hombres. No nos legará un simple regalo que nos haga evocar su memoria, una imagen que tienda a desdibujarse con el tiempo, como la fotografía que pronto aparece desvaída, amarillenta y sin sentido para los que no fueron protagonistas de aquel amoroso momento. Bajo las especies del pan y del vino está Él, realmente presente: con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. (Es Cristo que pasa, 83)