miércoles, diciembre 10, 2025

sic.

 

10 de diciembre de 2025
“Seguir de cerca las pisadas de Cristo”
Nuestra condición de hijos de Dios nos llevará –insisto– a tener espíritu contemplativo en medio de todas las actividades humanas –luz, sal y levadura, por la oración, por la mortificación, por la cultura religiosa y profesional–, haciendo realidad este programa: cuanto más dentro del mundo estemos, tanto más hemos de ser de Dios. (Forja, 740)

No miramos al mundo con gesto triste. Involuntariamente quizá, han hecho un flaco servicio a la catequesis esos biógrafos de santos que querían, a toda costa, encontrar cosas extraordinarias en los siervos de Dios, aun desde sus primeros vagidos. (…)

Ahora, con el auxilio de Dios hemos aprendido a descubrir, a lo largo de la jornada en apariencia siempre igual, spatium verae poenitentiae, tiempo de verdadera penitencia; y en esos instantes hacemos propósitos de emendatio vitae, de mejorar nuestra vida. Este es el camino para disponernos a la gracia y a las inspiraciones del Espíritu Santo en el alma. Y con esa gracia —repito— viene el gaudium cum pace, la alegría, la paz y la perseverancia en el camino. (Es Cristo que pasa, 9)

martes, diciembre 09, 2025

sic.

 

9 de diciembre de 2025
“La oración, como el latir del corazón”
Si de veras deseas ser alma penitente –penitente y alegre–, debes defender, por encima de todo, tus tiempos diarios de oración –de oración íntima, generosa, prolongada–, y has de procurar que esos tiempos no sean a salto de mata, sino a hora fija, siempre que te resulte posible. No cedas en estos detalles. Sé esclavo de este culto cotidiano a Dios, y te aseguro que te sentirás constantemente alegre. (Surco, 994)

¿Cómo va tu vida de oración? ¿No sientes a veces, durante el día, deseos de charlar más despacio con Él? ¿No le dices: luego te lo contaré, luego conversaré de esto contigo?

En los ratos dedicados expresamente a ese coloquio con el Señor, el corazón se explaya, la voluntad se fortalece, la inteligencia ‑ayudada por la gracia‑ penetra, de realidades sobrenaturales, las realidades humanas. Como fruto, saldrán siempre propósitos claros, prácticos, de mejorar tu conducta, de tratar finamente con caridad a todos los hombres, de emplearte a fondo ‑con el afán de los buenos deportistas‑ en esta lucha cristiana de amor y de paz.

La oración se hace continua, como el latir del corazón, como el pulso. Sin esa presencia de Dios no hay vida contemplativa; y sin vida contemplativa de poco vale trabajar por Cristo, porque en vano se esfuerzan los que construyen, si Dios no sostiene la casa.

Para santificarse, el cristiano corriente ‑que no es un religioso, que no se aparta del mundo, porque el mundo es el lugar de su encuentro con Cristo‑ no necesita hábito externo, ni signos distintivos. Sus signos son internos: la presencia de Dios constante y el espíritu de mortificación. En realidad, una sola cosa, porque la mortificación no es más que la oración de los sentidos. (Es Cristo que pasa, nn. 8-9)

viernes, diciembre 05, 2025

Navidad.

 

Navidad, pronto

 

 

Daniel Tirapu


Nacimiento.

 

 

 

 

 

La contemplación del Niño Dios en el pesebre nos hace pensar en los niños pobres, en los que, concebidos, son rechazados o, apenas nacidos, no tienen medios para sobrevivir. Descubramos los auténticos valores de la Navidad, dejando de lado todo lo que ensombrece su genuino significado.

En estos días santos, los cristianos no conmemoramos el surgir de un gran personaje, y menos aún el comienzo de una nueva estación. La Navidad recuerda un hecho fundamental: en la oscuridad de la noche de Belén se hizo una gran luz.

El Creador del universo se encarnó uniéndose indisolublemente a la naturaleza humana y, sin dejar de ser realmente Dios de Dios y luz de luz, se hizo al mismo tiempo verdadero hombre. El Verbo encarnado es una Persona que se interesa por cada persona, es el Hijo de Dios vivo, que se hizo pequeño para vencer nuestra soberbia y hacernos auténticamente libres, libres para amarlo.

 

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

sic.

 

5 de diciembre de 2025
“El Señor nos socorre y nos levanta”
Tú no puedes tratar con falta de misericordia a nadie: y, si te parece que una persona no es digna de esa misericordia, has de pensar que tú tampoco mereces nada. No mereces haber sido creado, ni ser cristiano, ni ser hijo de Dios, ni pertenecer a tu familia... (Forja, 145)

Nos han quedado muy grabadas también, entre otras muchas escenas del Evangelio, la clemencia con la mujer adúltera, la parábola del hijo pródigo, la de la oveja perdida, la del deudor perdonado, la resurrección del hijo de la viuda de Naím. ¡Cuántas razones de justicia para explicar este gran prodigio! Ha muerto el hijo único de aquella pobre viuda, el que daba sentido a su vida, el que podía ayudarle en su vejez. Pero Cristo no obra el milagro por justicia; lo hace por compasión, porque interiormente se conmueve ante el dolor humano.

¡Qué seguridad debe producirnos la conmiseración del Señor! Clamará a mí y yo le oiré, porque soy misericordioso. Es una invitación, una promesa que no dejará de cumplir. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para que alcancemos la misericordia y el auxilio de la gracia en el tiempo oportuno. Los enemigos de nuestra santificación nada podrán, porque esa misericordia de Dios nos previene; y si ‑por nuestra culpa y nuestra debilidad‑ caemos, el Señor nos socorre y nos levanta. Habías aprendido a evitar la negligencia, a alejar de ti la arrogancia, a adquirir la piedad, a no ser prisionero de las cuestiones mundanas, a no preferir lo caduco a lo eterno. Pero, como la debilidad humana no puede mantener un paso decidido en un mundo resbaladizo, el buen médico te ha indicado también remedios contra la desorientación, y el juez misericordioso no te ha negado la esperanza del perdón. (Es Cristo que pasa, 7)

jueves, diciembre 04, 2025

sic.

 

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4 de diciembre de 2025
“Implora la misericordia divina”
Realmente, a cada uno de nosotros, como a Lázaro, fue un «veni foras» –sal fuera, lo que nos puso en movimiento. –¡Qué pena dan quienes aún están muertos, y no conocen el poder de la misericordia de Dios! –Renueva tu alegría santa porque, frente al hombre que se desintegra sin Cristo, se alza el hombre que ha resucitado con Él. (Forja, 476)

Es bueno que hayamos considerado las insidias de estos enemigos del alma: el desorden de la sensualidad y de la fácil ligereza; el desatino de la razón que se opone al Señor; la presunción altanera, esterilizadora del amor a Dios y a las criaturas. Todas estas situaciones del ánimo son obstáculos ciertos, y su poder perturbador es grande. Por eso la liturgia nos hace implorar la misericordia divina: a Ti, Señor, elevo mi alma; en Ti espero; que no sea confundido, ni se gocen de mí mis adversarios, hemos rezado en el introito. Y en la antífona del Ofertorio repetiremos: espero en Ti, ¡que yo no sea confundido!

Ahora, que se acerca el tiempo de la salvación, consuela escuchar de los labios de San Pablo que después que Dios Nuestro Salvador ha manifestado su benignidad y amor con los hombres, nos ha liberado no a causa de las obras de justicia que hubiésemos hecho, sino por su misericordia.

Si recorréis las Escrituras Santas, descubriréis constantemente la presencia de la misericordia de Dios: llena la tierra, se extiende a todos sus hijos, super omnem carnemnos rodeanos antecedese multiplica para ayudarnos, y continuamente ha sido confirmada. Dios, al ocuparse de nosotros como Padre amoroso, nos considera en su misericordia: una misericordia suavehermosa como nube de lluvia.

Jesucristo resume y compendia toda esta historia de la misericordia divina: bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Y en otra ocasión: sed misericordiosos, como vuestro Padre celestial es misericordioso(Es Cristo que pasa, 7)

miércoles, diciembre 03, 2025

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3 de diciembre de 2025
“La lucha contra la soberbia ha de ser constante”
“Es muy grande cosa saberse nada delante de Dios, porque así es” (Surco, 260).

El otro enemigo, escribe San Juan, es la concupiscencia de los ojos, una avaricia de fondo, que lleva a no valorar sino lo que se puede tocar. Los ojos que se quedan como pegados a las cosas terrenas, pero también los ojos que, por eso mismo, no sabe descubrir las realidades sobrenaturales. Por tanto, podemos utilizar la expresión de la Sagrada Escritura, para referirnos a la avaricia de los bienes materiales, y además a esa deformación que lleva a observar lo que nos rodea –los demás, las circunstancias de nuestra vida y de nuestro tiempo– sólo con visión humana.

Los ojos del alma se embotan; la razón se cree autosuficiente para entender todo, prescindiendo de Dios. Es una tentación sutil, que se ampara en la dignidad de la inteligencia, que Nuestro Padre Dios ha dado al hombre para que lo conozca y lo ame libremente. Arrastrada por esa tentación, la inteligencia humana se considera el centro del universo, se entusiasma de nuevo con el seréis como dioses y, al llenarse de amor por sí misma, vuelve la espalda al amor de Dios.

(...) La lucha contra la soberbia ha de ser constante, que no en vano se ha dicho gráficamente que esa pasión muere un día después de que cada persona muera. Es la altivez del fariseo, a quien Dios se resiste a justificar, porque encuentra en él una barrera de autosuficiencia. Es la arrogancia, que conduce a despreciar a los demás hombres, a dominarlos, a maltratarlos: porque donde hay soberbia allí hay ofensa y deshonra(Es Cristo que pasa, 6)

martes, diciembre 02, 2025

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2 de diciembre de 2025
“La vida matrimonial, un andar divino en la tierra”
Mira cuántos motivos para venerar a San José y para aprender de su vida: fue un varón fuerte en la fe...; sacó adelante a su familia –a Jesús y a María–, con su trabajo esforzado...; guardó la pureza de la Virgen, que era su Esposa...; y respetó –¡amó!– la libertad de Dios, que hizo la elección, no sólo de la Virgen como Madre, sino también de él como Esposo de Santa María. (Forja, 552)

Al pensar en los hogares cristianos, me gusta imaginarlos luminosos y alegres, como fue el de la Sagrada Familia. El mensaje de la Navidad resuena con toda fuerza: Gloria a Dios en lo más alto de los cielos, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntadQue la paz de Cristo triunfe en vuestros corazones, escribe el apóstol. La paz de sabernos amados por nuestro Padre Dios, incorporados a Cristo, protegidos por la Virgen Santa María, amparados por San José. Esa es la gran luz que ilumina nuestras vidas y que, entre las dificultades y miserias personales, nos impulsa a proseguir adelante animosos. Cada hogar cristiano debería ser un remanso de serenidad, en el que, por encima de las pequeñas contradicciones diarias, se percibiera un cariño hondo y sincero, una tranquilidad profunda, fruto de una fe real y vivida.

El matrimonio no es, para un cristiano, una simple institución social, ni mucho menos un remedio para las debilidades humanas: es una auténtica vocación sobrenatural. Sacramento grande en Cristo y en la Iglesia, dice San Pablo, y, a la vez e inseparablemente, contrato que un hombre y una mujer hacen para siempre, porque ‑queramos o no‑ el matrimonio instituido por Jesucristo es indisoluble: signo sagrado que santifica, acción de Jesús, que invade el alma de los que se casan y les invita a seguirle, transformando toda la vida matrimonial en un andar divino en la tierra. (Es Cristo que pasa, nn. 22-23)

viernes, noviembre 28, 2025

Teorías.

 

Opinión

Teorías

 

 

Daniel Tirapu


Jesús con sus discípulos en la serie The Chosen.

 

 

 

 

 

Es un defecto de profesores, intelectuales, demasiado teóricos dicen. Ciertamente es importante la praxis, pero detrás de una praxis hay una teoría, y más vale que la teoría sea buena. "Eres demasiado teórico", te dicen, eso es una teoría también.

De todos modos entiendo a Jesús cuando dice que su mensaje llega de modo especial a los sencillos y pobres. La madre viuda que con mil euros debe mantener a su familia de que le sirve el IBex35, o el tema del ahorro cuando se llega trampeando y currando mucho a fin de mes.

A esos Jesús les da luces especiales para comprender qué es lo importante de esta vida y sin saberlo son excelentes personas, independientemente de la pinta que les acompañe. Los razonamientos complicados, para ellos son intuitivos. Son gente sabia, cuando no tienen el corazón encogido. El sermón de la montaña también es una excelente teoría, que debemos desarrollar cada generación, cada uno en nuestra vida.

 

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

sic.

 

28 de noviembre de 2025
“Aquí estoy, porque me has llamado”
Ha llegado para nosotros un día de salvación, de eternidad. Una vez más se oyen esos silbidos del Pastor Divino, esas palabras cariñosas, “vocavi te nomine tuo” –te he llamado por tu nombre. Como nuestra madre, Él nos invita por el nombre.

Más: por el apelativo cariñoso, familiar. –Allá, en la intimidad del alma, llama, y hay que contestar: “ecce ego, quia vocasti me” –aquí estoy, porque me has llamado, decidido a que esta vez no pase el tiempo como el agua sobre los cantos rodados, sin dejar rastro. (Forja, 7)

Un día –no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia–, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana –que es la razón más sobrenatural–, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de Él.

No me gusta hablar de elegidos ni de privilegiados. Pero es Cristo quien habla, quien elige. Es el lenguaje de la Escritura: elegit nos in ipso ante mundi constitutionem –dice San Pablo– ut essemus sancti (Eph I, 4). Nos ha escogido, desde antes de la constitución del mundo, para que seamos santos. Yo sé que esto no te llena de orgullo, ni contribuye a que te consideres superior a los demás hombres. Esa elección, raíz de la llamada, debe ser la base de tu humildad. ¿Se levanta acaso un monumento a los pinceles de un gran pintor? Sirvieron para plasmar obras maestras, pero el mérito es del artista. Nosotros –los cristianos– somos sólo instrumentos del Creador del mundo, del Redentor de todos los hombres. (Es Cristo que pasa, 1)

jueves, noviembre 27, 2025

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27 de noviembre de 2025
“Hemos de gastarnos diariamente con Él”
¡Qué contento se debe morir, cuando se han vivido heroicamente todos los minutos de la vida! –Te lo puedo asegurar porque he presenciado la alegría de quienes, con serena impaciencia, durante muchos años, se han preparado para ese encuentro. (Surco, 893)

El Señor nos ha regalado la vida, los sentidos, las potencias, gracias sin cuento: y no tenemos derecho a olvidar que somos un obrero, entre tantos, en esta hacienda, en la que Él nos ha colocado, para colaborar en la tarea de llevar el alimento a los demás. Este es nuestro sitio: dentro de estos límites; aquí hemos de gastarnos diariamente con Él, ayudándole en su labor redentora.

Dejadme que insista: ¿tu tiempo para ti? ¡Tu tiempo para Dios! Puede ser que, por la misericordia del Señor, ese egoísmo no haya entrado en tu alma de momento. Te hablo, por si alguna vez sientes que tu corazón vacila en la fe de Cristo. Entonces te pido -te pide Dios- fidelidad en tu empeño, dominar la soberbia, sujetar la imaginación, no permitirte la ligereza de irte lejos, no desertar. (Amigos de Dios, 49)

miércoles, noviembre 26, 2025

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26 de noviembre de 2025
"Acabar bien las tareas"
La santidad está compuesta de heroísmos. –Por tanto, en el trabajo se nos pide el heroísmo de "acabar" bien las tareas que nos corresponden, día tras día, aunque se repitan las mismas ocupaciones. Si no, ¡no queremos ser santos! (Surco, 529)

Me has preguntado qué puedes ofrecer al Señor. –No necesito pensar mi respuesta: lo mismo de siempre, pero mejor acabado, con un remate de amor, que te lleve a pensar más en Él y menos en ti. (Surco, 495)

Al reanudar tu tarea ordinaria, se te escapó como un grito de protesta: ¡siempre la misma cosa!

Y yo te dije: –sí, siempre la misma cosa. Pero esa tarea vulgar –igual que la que realizan tus compañeros de oficio– ha de ser para ti una continua oración, con las mismas palabras entrañables, pero cada día con música distinta.

Es misión muy nuestra transformar la prosa de esta vida en endecasílabos, en poesía heroica. (Surco, 500)

Pon en tu mesa de trabajo, en la habitación, en tu cartera..., una imagen de Nuestra Señora, y dirígele la mirada al comenzar tu tarea, mientras la realizas y al terminarla. Ella te alcanzará –¡te lo aseguro!– la fuerza para hacer, de tu ocupación, un diálogo amoroso con Dios. (Surco, 531)

martes, noviembre 25, 2025

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25 de noviembre de 2025
“Te adoro, te amo, auméntame la fe”
Cuando le recibas, dile: Señor, espero en Ti; te adoro, te amo, auméntame la fe. Sé el apoyo de mi debilidad, Tú, que te has quedado en la Eucaristía, inerme, para remediar la flaqueza de las criaturas. (Forja, 832)

Asistiendo a la Santa Misa, aprenderéis a tratar a cada una de las Personas divinas: al Padre, que engendra al Hijo; al Hijo, que es engendrado por el Padre; al Espíritu Santo que de los dos procede. Tratando a cualquiera de las tres Personas, tratamos a un solo Dios; y tratando a las tres, a la Trinidad, tratamos igualmente a un solo Dios único y verdadero. Amad la Misa, hijos míos, amad la Misa. Y comulgad con hambre, aunque estéis helados, aunque la emotividad no responda: comulgad con fe, con esperanza, con encendida caridad.

No ama a Cristo quien no ama la Santa Misa, quien no se esfuerza en vivirla con serenidad y sosiego, con devoción, con cariño. El amor hace a los enamorados finos, delicados; les descubre, para que los cuiden, detalles a veces mínimos, pero que son siempre expresión de un corazón apasionado. De este modo hemos de asistir a la Santa Misa. Por eso he sospechado siempre que, los que quieren oír una Misa corta y atropellada, demuestran con esa actitud poco elegante también, que no han alcanzado a darse cuenta de lo que significa el Sacrificio del altar.

El amor a Cristo, que se ofrece por nosotros, nos impulsa a saber encontrar, acabada la Misa, unos minutos para una acción de gracias personal, íntima, que prolongue en el silencio del corazón esa otra acción de gracias que es la Eucaristía. (Es Cristo que pasa, nn. 91-92)

viernes, noviembre 21, 2025

Tentaciones.

 

Tentaciones

 

 

Daniel Tirapu


Tentaciones de Jesús en el desierto.

 

 

 

 

 

Jesús fue tentado. Es uno de lo pasajes más misteriosos del evangelio, al que el Papa Benedicto dedica unas páginas estupendas en su libro sobre Jesús. ¿Eres Dios? Pues que se note: convierte las piedras en pan, arregla el mal de la pobreza, elimina el dolor y la muerte; ya rápido, ¿no eres todopoderoso?

No sólo de pan vive el hombre, para todos aquellos que piensan que la Iglesia está llamada a solventar los problemas de este mundo. Está llamada a proclamar el evangelio y acercarnos al rostro de Jesús. Tírate y te recogerán tus ángeles, inclínate al poder, a la satisfacción inmediata, a la buena vida.

La vida cristiana es un duro combate, no es una píldora, un opio contra el mal que vemos en nosotros y que nos rodea intensamente. Cristo venció, y nosotros también con su ayuda. Caer y levantarse siempre. Y aprender de un Dios que quiere actuar en lo oculto, sin espectáculo, en silencio.

 

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es