15 de octubre de 2025 |
“Que nunca deje de practicar la caridad” |
No resulta compatible amar a Dios con perfección, y dejarse dominar por el egoísmo –o por la apatía– en el trato con el prójimo. (Surco, 745) |
La amistad verdadera supone también un esfuerzo cordial por comprender las convicciones de nuestros amigos, aunque no lleguemos a compartirlas, ni a aceptarlas. (Surco, 746) No permitas nunca que crezca la hierba mala en el camino de la amistad: sé leal. (Surco, 747) Un propósito firme en la amistad: que en mi pensamiento, en mi palabra, en mis obras respecto a mi prójimo –sea quien sea–, no me conduzca como hasta ahora: es decir, que nunca deje de practicar la caridad, que jamás dé paso en mi alma a la indiferencia. (Surco, 748) Tu caridad ha de estar adecuada, ajustada, a las necesidades de los demás...; no a las tuyas. (Surco, 749) ¡Hijos de Dios!: una condición que nos transforma en algo más trascendente que en personas que se soportan mutuamente. Escucha al Señor: «vos autem dixi amicos!» –somos sus amigos, que, como Él, dan gustosamente su vida los unos por los otros, en la hora heroica y en la convivencia corriente. (Surco, 750) |
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