martes, agosto 21, 2018

Magnífico artículo del sacerdote José Fernando Rey Ballesteros.









Magistral artículo, sobre la imagen falsa que dan los medios sobre la Iglesia., y no caer en esa tentación.
Conquistar almas y aplicar normas
10 agosto, 2015 | espiritualidad
Escribo con cierto miedo. Siempre lo hago cuando escribo acerca de asuntos que conozco a través de los medios de comunicación. Sé que los datos de que dispongo son incompletos, y que podría sorprenderme si conociera de primera mano tal o cual caso, para después tragarme mis palabras. Pero cuando uno se percata de que la inmensa mayoría de las informaciones de prensa sobre la Iglesia Católica giran en torno a la participación de homosexuales, transexuales y divorciados en los sacramentos, surge cierta rebeldía interior. ¡No es ése el asunto! ¡El cristianismo no es eso!
Los sacerdotes y obispos estamos pasando ante la opinión pública como aplicadores de leyes o conservadores de piedras. Y vaya por delante que, como institución jurídica, la Iglesia tiene todo el derecho a aplicar sus normas y a conservar sus bienes. Nadie está obligado a formar parte de la Iglesia, como nadie está obligado a jugar un partido de fútbol. Pero quien decide participar en el «juego» sacramental está tan obligado a aceptar sus normas como lo está quien decide saltar al campo de fútbol a aceptar el reglamento. A ningún deportista se le ocurre elevar una protesta porque no le permitan jugar en la Liga de Campeones vestido de chaqueta y corbata, o no le consientan meter goles con la mano. La polémica, de primeras, es absurda. Pero lo peor no es que sea absurda, sino que su relevancia mediática ofrece al mundo una imagen de sacerdotes y obispos como individuos enjaulados en despachos que lucen en sus mesas un crucifijo y un código, ambos con la misma peana.
Me asustaría más pensar que nos lo hemos creído. No somos aplicadores de leyes, ni conservadores de piedras. Somos pescadores de almas. Nos importan las almas más que las leyes y las piedras. Yo, de buen grado, le regalaría al Demonio todas las piedras si él me entregase las almas, como le regaló Jesús toda una piara de cerdos a los espíritus malignos de Gerasa con tal que liberasen un espíritu cautivo. Y, en cuanto a las leyes… Deberíamos guardar el código en un cajón de la mesa para sacarlo cuando llegase el momento oportuno. Lo primero que debe ver quien venga a visitarnos es el crucifijo.
Cuando una persona se acerca al despacho parroquial, yo no soy el cobrador de un puesto de peaje, cuyo trabajo consista en explicarle las condiciones, recordarle las normas de circulación, y cobrarle el precio antes de levantar la barrera. Tengo delante a un alma amada por Dios, no a un cliente que me solicita un servicio. Y, antes de preguntarme si esa persona puede o no casarse en la Iglesia, si puede o no bautizar a sus hijos, si puede o no recibir la comunión, debo preguntarme si esa persona conoce y ama a Jesucristo, y cómo puedo acercarle más al Redentor. Todo lo demás vendrá después. Y las leyes habrá que aplicarlas, desde luego, porque no podemos renunciar a ellas sin perderlo todo, pero esas leyes tendrán su momento. ¿Cómo voy a explicarle a quien no ama a Jesucristo ni conoce la Iglesia que no puede recibir la comunión? ¡Si ni siquiera sabe lo que es!
Una persona que no asiste habitualmente a misa, que no se confiesa nunca, que está divorciada y ha contraído matrimonio civil posteriormente, y que en un funeral al que acude por compromiso se acerca a comulgar no tiene la menor idea de lo que está haciendo. Tendré que ser yo quien repare y haga penitencia por ella, pero no puedo pretender que comprenda la magnitud de su acción.
Ante todo, no debo situarme a la defensiva, como ante un enemigo que viene a profanar el templo. Antes al contrario, debo dejarme embargar por unas santas ansias de conquista. Cristo quiere invadir ese alma, no alejarla de su Iglesia, y yo tengo que estar al servicio de su dulcísimo plan de invasión. ¿Tenemos verdadero celo de almas, o nos puede el celo por las normas? Primero debo acercarme a esa persona, o dejar que se me acerque. Debo mostrarle el rostro de Cristo de forma que conozca quién es y hasta qué punto es amada por su Redentor. Si, entre tanto, caen algunas leyes, deberé sufrirlo yo, porque ella aún no está capacitada para entenderlo. Si sigo tratando con cariño a esa persona, si no renuncio a conquistar ese alma, sé que un buen día la tendré de rodillas en el confesonario. Y, entonces, sacaré el código del cajón y se lo explicaré punto por punto, sabiendo que ahora lo entenderá. Y hará la penitencia que entonces hice yo por ella, y purificará su alma, y salvará su vida. Todo ello no sería posible si mi primer contacto hubiese sido para defenderme de ella y alejarla.
No puedo controlar lo que diga la prensa. Pero le pido a Dios, con todas mis fuerzas, que los sacerdotes no dejemos que los medios de comunicación nos indiquen nuestro sitio. No somos aplicadores de normas, sino conquistadores de almas que, una vez conquistadas, las llevan sobre los hombros por el camino empinado hacia el Cielo.
José-Fernando Rey Ballesteros, pbro

6 comentarios:

Anónimo dijo...

donsin,

"Una persona que no asiste habitualmente a misa, que no se confiesa nunca, que está divorciada y ha contraído matrimonio civil posteriormente, y que en un funeral al que acude por compromiso se acerca a comulgar no tiene la menor idea de lo que está haciendo. Tendré que ser yo quien repare y haga penitencia por ella, pero no puedo pretender que comprenda la magnitud de su acción."

Estamos de acuerdo, pero ¿ Se ha avisado antes de empezar la misa, de forma amable por supuesto, que, primero, la comunión no es obligatoria y segundo, que son necesarios unos requisitos para hacerlo de manera "adecuada" ?

Será a partir de ese aviso, cuando ya sólo quede inmolarse por el otro.

El sacerdote es guardián y custodio de la Eucaristia. No puede intercambiarla por amabilidad o proselitismo.

No podemos ni debemos echar nuestra Joya al primero que pasa por allí, dice bien poco del fervor del pueblo fiel.

Mi propuesta para evitar estos lamentables y tristes abusos: quien vaya a comulgar debería decirlo al sacerdote antes de la misa. Que no se esté haciendo YA así es un verdadero disparate, del que muchos tendrán que dar cuentas algún dia.

Anónimo dijo...

fdo. misael

Sinretorno dijo...

comentéselo a él directly; https://www.espiritualidaddigital.com/

elque no sabe lo quehace no tiene advertencia. Le aseguro qué éste es un buen sacerdote.

Anónimo dijo...

"-La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:

-Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?

El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros:

-Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos." Mt. 22

El asunto es claro. Sin traje de fiesta no se puede entrar al banquete: sin estado de gracia no se puede comulgar: el resto, otras interpretaciones, son composiciones de hombres

Vd. y yo sabemos, porque tenemos una edad, que el que no sale educadito de su casa es muy difícil de encaminar. ¿ Vd. cree que un sacerdote, conocedor del evangelio, no tiene sus apriorismos al momento de interpretar la palabra de Dios aunque el evangelio, como es el caso, sea más claro que el agua clara ?

En todo caso, mi comentario es con vd., que es con quien tengo confianza ;-)

misael

Sinretorno dijo...

estoy muy de acuerdo con usted;puede que usted tb tenga susapriorismos en la inerpretación de la escritura. El cura lo que dice esue hay que echarse al hombro alpecador y llegará el momento de explicarle todo, .

Hubo quienes trabajaron una hora y otros desde la mañana, un denario por jornal...

https://religion.elconfidencialdigital.com/opinion/daniel-tirapu/denario-jornal/20161207192215023210.html

Anónimo dijo...

donsin,

Yo lo que digo es que con las cosas de comer no se juega.
A mi esto se me aclaró mucho cuando oí al padre D. Santiago Martín (FM), por primera y no última vez, hablar de los "derechos" de Dios.

Dios, estando presente en la Eucaristía tiene derechos y toca a los católicos hacer "campaña" porque se respeten.

" El cura lo que dice esue hay que echarse al hombro alpecador y llegará el momento de explicarle todo, . " No digo yo que no deba acarrearse, más o menos, con el pecado del prójimo-feligrés, pero hay un orden y la perla sagrada de nuestra religión no es para dársela al primero que pase por allí.

Quien quiere ir al futbol ha de ser socio del equipo o al menos sacar entrada. El problema es el de siempre: ese posiblemente santo cura, no ve la luz de lo que pasa porque le deben resultar inauditas las ingenuas propuestas que algunos por aquí traemos: hacer una lista de los comulgandos, porque, por regla general, un cura no puede innovar más que su obispo, porque sino será vilipendiado por salirse del camino ordinario, especialmente cuando lo que se pretende es una acción restrictiva para con la feligresía.

saludos cordiales. misael