sábado, febrero 29, 2020

El orgullo de ser andaluz, Antonio Burgos.




Antonio Burgos, Hijo Predilecto de Andalucía
Antonio Burgos, Hijo Predilecto de Andalucía - Raúl Doblado
28-F DÍA DE ANDALUCÍA

«El orgullo de ser andaluz», discurso de Antonio Burgos tras ser nombrado Hijo Predilecto de Andalucía

El público del Teatro Maestranza dedica un prolongado aplauso al periodista y escritor


SEVILLA Actualizado:GUARDAR
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Antonio Burgos, escritor y periodista, ha recibido este viernes la distinción de Hijo Predilecto de Andalucía. El discurso de Burgos puso en pie al público, que le dedicó un prolongado aplauso este viernes en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, donde se están celebrando algunos de los actos institucionales con motivo del Día de Andalucía. A continuación ofrecemos el discurso íntegro de este nuevo Hijo Predilecto de Andalucía.
«Pongan un azul de Murillo Inmaculada, un amarillo de albero de Alcalá en una plaza de toros, otro azul de la mar de Huelva, otro amarillo de las hojas del otoño en los jardines del Generalife o en el Parque de Sevilla, un blanco de azahar, magnolia, jazmín, nardo o dama de noche. Esparto de túnica de nazareno o de cabo enverdinado de pesquero de Barbate o de Motril. Verde del césped del Carranza o del Villamarín, de vestido faraónico de Curro Romero, de arrayán del Alcázar de los Reyes Cristianos, o de los Reyes Moros, o de Don Pedro el Cruel. El aceite del olivo de Minerva que fríe calentitos O tejeringos y el que se arrojó a la cara Doña María Coronel, para que un Rey no la requebrara de amores, mientras Mariana Pineda cosía la bandera de la libertad. La muerte de Joselito, la muerte de Manolete, la muerte de Ignacio Sánchez Mejías.
El nacimiento de Velázquez, el nacimiento de Cánovas del Castillo, el nacimiento de García Lorca, el nacimiento en La Rábida del sueño americano de Colón, el nacimiento de Venus entre las olas de La Caleta, que es playa quieta a la que solemos llamar Cádiz o Cuna de la Libertad desde hace tres mil años. Y fenicios, y tartesios, y más moros, y más cristianos, y descubridores, y encomendaderos cristianos, y caballeros cubiertos, ilustrados, liberales, doceañistas, la Mano Negra, anarquistas, Pepe Díaz, la sal tan blanca, Casas Viejas, Blas Infante, verde y blanca, los Quintero, Quintero, León y Quiroga, Chaves Nogales, Muñoz Seca, Pemán, Villalón, Muñoz Rojas, Halcón, Romero Murube, Alfonso Canales, Manolo Alcántara, los hermanos Cuevas, o los hermanos Bécquer, o los hermanos Peralta, o los Hermanos Reyes, o los Hermanos Toronjo.
Y los narraluces, Grosso, Barrios, Berenguer, adelantándose con sus novelas al sentimiento de orgullo de la autonomía. Y los labios de un ángel cordobés en los versos de Cernuda, y el tiempo irreparable en los de Rafael Montesinos, que por el camino más corto nos lleva a Juan Ramón junto al pino de Fuentepiña. Y Juan Belmonte, junto con José, boca de la verdad del toreo. Y unas bocas de la Real Isla de León, cuna de la Constitución doceañista, orilla de América. Islas del Guadalquivir donde se fueron los moros que no se quisieron ir, ¿cómo se iban a ir, con la hermosura de nuestra abierta tierra?
Mármoles de Itálica, de Baelo Claudia, de Medina Azahara o de Macael. O mármoles que de Italia se trajo, con el Renacimiento dentro, el primer Marqués de Tarifa a su vuelta de Jerusalén y de inventar de paso nuestra Semana Santa con su Vía Crucis a La Cruz del Campo. Y Sanlúcar, donde una Reina de Castilla descubrió la mar y donde puedes hacer reina a la mujer que amas llevándola a descubrir el oro de los atardeceres, las gaviotas, el vino, ay, el vino, lo que se perdieron los moros no bebiendo vino, el Corán hablaba del vino, pero no decía absolutamente nada del Málaga dulce, del moscatel, de la manzanilla, del fino, de los medios de montilla, de la mistela, del aguardiente de Cazalla, del Machaco de Rute, nunca estuvieron tan limpios los manchados mostradores. Y murallas de alcazabas, Almerías de luna con sol a mares, a espuertas de cal de Morón, de cal de Arcos de la Frontera, de cal de Vejer, de cal de Guadix, olivares de plata, y bueyes de las arenas del Rocío, y los caballos de Jerez, y los jinetes de Córdoba por el llano de las vegas de naranjos, de almendros, de almazaras, de albéitares, de alféizares, de alhucemas, de albardones de mulas que van al río llevando un cante, una copla, una canción, penas y alegrías, esperanzas y quebrantos, la emigración, el paro, firmar con el dedo o ganar el Nobel de Literatura, sentimientos que atraviesa un Ave, que baña una Costa del Sol, que rodea un campo de golf, un hotel de cinco estrellas o una casa en ruinas, Don Juan Tenorio, y Carmen, Fígaro, ópera, maestro, ópera flamenca, Lola de España y Jerez, y Rosario y Antonio, que no es Don Antonio, que es el de Mairena, y que no es el Maestro de Maestros, que es de Marchena, y el otro Don Antonio, Machado, y el otro Machado, Manolo, y la saeta tras el Cristo de los Gitanos, que no es un Cristo, sino un Nazareno, como El Gran Poder, como El Abuelo, como Nuestro Padre Jesús el Rico, como El Greñúo bajando la Cuesta de Jabonería, y pasa la Esperanza Macarena con la pluma de Muñoz y Pabón, y viene la Virgen de la Cabeza, y viene la Virgen de las Angustias, y viene la Virgen de la Cinta, y viene la Virgen del Rosario, porque por Patrona la tiene el relicario de los baluartes coloniales, y que a Almonte tampoco lo llaman así en la Marisma del Coto de Doñana, sino relicario de la Virgen del Rocío, viva esa blanca paloma de Picasso, a la que Alberti le da arbejones en su arboleda perdida, y Antonio Ordóñez la lleva de la mano por los montes de Ronda para que no la haga cautiva un palomo ladrón que va con la partida del Tempranillo, de Seisdedos, con los garrochistas de Bailén y con las bombas que tiran los fanfarrones, mientras Trajano y Adriano se colocan en Roma de emperadores.

Y aquí nos quedan una Giralda, una Mezquita, una Alhambra, y un pueblo, sencillamente un pueblo, una patria, una nación, a la que, como de algún modo había que llamarla, le dio a la gente por darle el bendito nombre de Andalucía, que a mayor gloria de Dios, cuya Madre nació en nuestra Tierra de María Santísima, me recuerda el himno solemne que cantábamos en el colegio y que ahora, "ad maiorem Baeticae gloriam", le digo a la tierra que me ha honrado con su predilección en mi nueva nacencia, que El Arenal llega ahora para mí desde Ayamonte a Mojácar: "Bajo tu enseña sagrada/mi madre la zapatera aquí me dejó;/Andalucìa, ya eres mi madre,/no me abandone ni tu verde esperanza ni tu blanco amor". Gracias, ay, tierra mía, por hacerme sentir hoy y siempre el orgullo y "la gloria infinita de ser español... de Andalucía"».

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