martes, agosto 11, 2020

El Opus Dei.





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1. Descripción general del Opus Dei
1.1. Identidad y misión
El Opus Dei es una institución pastoral de la Iglesia católica que fue fundada en Madrid, el 2 de octubre de 1928, por san Josemaría Escrivá de Balaguer. En 1983 san Juan Pablo II configuró el Opus Dei como prelatura personal. Su nombre completo es Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, aunque se llama también prelatura del Opus Dei o, sencillamente, Opus Dei, expresión latina que significa «Obra de Dios».
La finalidad del Opus Dei es contribuir a la misión evangelizadora de la Iglesia, promoviendo entre todos los cristianos una vida coherente con la fe en sus circunstancias ordinarias, especialmente a través de la santificación del trabajo profesional.
Santificar el trabajo supone realizarlo según el espíritu de Jesucristo: procurar cumplir lo mejor posible la propia tarea, para dar gloria a Dios y servir a los demás. El trabajo se convierte así en lugar de encuentro con Dios, y en ámbito de mejora y maduración personal.
La actividad principal del Opus Dei es la formación espiritual y la atención pastoral de sus miembros, para facilitar que, cada uno en su propio lugar en la Iglesia y en el mundo, desarrolle de modo personal un apostolado variado y promueva a su alrededor el ideal de la llamada universal a la santidad. Los fieles del Opus Dei procuran contribuir en todos los ámbitos a solucionar cristianamente los problemas de la sociedad, dando testimonio de su fe.
También a las personas que lo desean, no solo a los propios miembros, el Opus Dei ofrece formación y atención espiritual.
1.2. Mensaje
El Opus Dei, desde su fundación en 1928, difunde el mensaje de que todos los bautizados están llamados a la perfección cristiana —a la santidad[1]—, en el cumplimiento del propio trabajo y de las obligaciones personales de cada uno. «El espíritu del Opus Dei […] lleva a que cada uno cumpla las tareas y deberes de su propio estado, de su misión en la Iglesia y en la sociedad civil, con la mayor perfección posible»[2].
La difusión de este mensaje coincide con uno de los principales propósitos del Concilio Vaticano II: recordar que «todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad»[3], y esto «en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social […]. Allí están llamados por Dios para que […] contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento. Y así hagan manifiesto a Cristo ante los demás, primordialmente mediante el testimonio de su vida»[4].
Algunos rasgos del mensaje del Opus Dei son los siguientes:
 Hijos de Dios
Todo el espíritu del Opus Dei tiene como base un principio evangélico fundamental: por el bautismo, los cristianos son hijos de Dios. Por eso san Josemaría afirmaba que «la filiación divina es el fundamento del espíritu del Opus Dei»[5]. Como consecuencia, la formación que proporciona la prelatura fomenta la confianza en la providencia divina, la sencillez en el trato con Dios, un profundo sentido de la dignidad de la persona y de la fraternidad entre los seres humanos y un verdadero amor cristiano al mundo, que infunde serenidad y optimismo, con la alegría de dejar actuar al Espíritu Santo.
Sentido cristiano de la vida ordinaria
Todos están llamados a buscar la plenitud de la vida cristiana, es decir, la identificación con Jesucristo, a través de las circunstancias de su vida y de las actividades que desarrollan. No hay virtud sin importancia para el cristiano: la fe, la esperanza y la caridad, apoyadas en las virtudes humanas, como la generosidad, la laboriosidad, la justicia, la lealtad, la alegría, la sinceridad, etc. Con el ejercicio de las virtudes, el alma se va configurando con Jesucristo.
Otra consecuencia del valor santificador de la vida ordinaria es la trascendencia de las pequeñas cosas que llenan la existencia de un cristiano corriente. «La santidad grande está en cumplir los deberes pequeños de cada instante»[6]. Así, los detalles de servicio, de buena educación, de respeto a los demás, de orden material, de puntualidad, etc., cuando se viven por amor de Dios, son importantes para la vida cristiana.
Santificar el trabajo, santificar con el trabajo, santificarse en el trabajo
«El quicio de la espiritualidad específica del Opus Dei es la santificación del trabajo ordinario»[7] en el ámbito familiar, profesional y social. Se santifica el trabajo haciéndolo por amor de Dios, lo que implica el esfuerzo por realizarlo con la mayor calidad posible, es decir, con competencia y honradez profesional y con el afán de servir a los hombres. Quien trabaja de este modo, se perfecciona a sí mismo y perfecciona al prójimo. Cualquier trabajo honrado, importante o humilde a los ojos humanos, es santificable. Fomentando este espíritu, los fieles del Opus Dei procuran contribuir desde la raíz a la construcción y al desarrollo de la sociedad.
Caridad y apostolado
Las personas del Opus Dei se esfuerzan por dar testimonio de su fe cristiana con ocasión de las actividades ordinarias y de la vida de relación con los demás. Su apostolado se dirige a todos sin distinción alguna y es consecuencia de la llamada de Cristo a vivir la caridad hacia Dios y hacia el prójimo. Por ello su apostolado es inseparable del deseo de contribuir a resolver las necesidades materiales y los problemas sociales del entorno.
Vida de oración y de sacrificio
Estar en continuo contacto con Dios y vencerse a sí mismo son medios imprescindibles en la lucha por la santificación en la vida ordinaria. Por eso los fieles del Opus Dei cuidan algunas formas concretas del trato con Dios: oración mental, participación diaria —si es posible— en la santa Misa, confesión sacramental, lectura y meditación del Evangelio, devoción a la Virgen, etc. Otro elemento igualmente importante es el sacrificio y la penitencia: se renuncia, por ejemplo, a pequeñas comodidades, se limitan los consumos personales, se busca crecer en generosidad, etc. Se favorecen especialmente aquellas mortificaciones que facilitan el cumplimiento del propio deber y hacen la vida más agradable a los demás.
Amor a la libertad
La libertad personal es un don de Dios, una «maravillosa dádiva humana»[8], inseparablemente unida a una responsabilidad igualmente personal y al respeto de la libertad y las convicciones de los demás. En consecuencia, el Opus Dei fomenta el respeto al legítimo pluralismo que existe entre los propios católicos: «El pluralismo es querido y amado, no sencillamente tolerado y en modo alguno dificultado»[9]. Los fieles a su vez deciden con libertad y responsabilidad personales en sus actuaciones profesionales, familiares, políticas, económicas, culturales etc., sin involucrar a la Iglesia o al Opus Dei en sus opciones.
Unidad de vida
La amistad con Dios, las ocupaciones ordinarias del trabajo o de la vida familiar y social, el empeño apostólico personal, etc., han de fundirse y compenetrarse en unidad de vida. Así se alcanzará una coherencia profunda entre todas las actuaciones, deseos y aspiraciones. Esa unidad interior evitará que se produzca «una doble vida: la vida interior, la vida de relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social […]. Hay una única vida, hecha de carne y espíritu, y ésa es la que tiene que ser —en el alma y en el cuerpo— santa y llena de Dios»[10].
Ambiente de familia
Una característica del espíritu del Opus Dei es el ambiente de familia cristiana. Ese tono familiar está presente en las actividades que organiza la prelatura. Se materializa también en el calor de hogar de sus centros, en la sencillez y confianza en el trato, y en las actitudes de servicio y comprensión en la vida cotidiana.
Matrimonio como vocación cristiana
Para la mayoría de los cristianos corrientes el matrimonio y la familia son una realidad cotidiana que debe santificarse. «El matrimonio no es, para un cristiano, una simple institución social, ni mucho menos un remedio para las debilidades humanas: es una auténtica vocación sobrenatural. […] Los casados están llamados a santificar su matrimonio y a santificarse en esa unión»[11].

2 comentarios:

Tini dijo...

Me ha gustado leer esto, no soy practicante de la religión católica son demasiadas dudas las que a veces me embargan. Por eso me ha gustado es bueno tratar de comprender! Saludos!

sinretorno dijo...

gracias Tini, la duda es razonable, pero la experiencia de Dios es increíble. Un abrazo