Nochevieja, cena familiar (III).

Desde hace tres años se ha hecho tradición pasar esta noche juntos, con campanadas y uvas. El tío soy yo, aitona es mi padre de 85 años, las gemelas, Carlos padre, cuñado,y los cinco sobrinos, hijos, nietos: Carlos, Dani, María, Lucía y Javier. Primer problema, en la mesa , apretados cabemos siete, con lo que tres deben comer en otra mesa más baja; estos evidentemente se ven expulsados a espacio exteriores y no paran de moverse reclamando atención:ellos tienen más canapés!!!, no les des el queso, que vengan a por él!!!. El aitona se puso corbata y gorrito rojo, a las 9.15 en que faltaban dos por llegar se puso nervioso y pidió vino, mientras mascullaba que esto no se volvía a repetir. La gemela madre dijo que si no había buen rollo se iba a casa. Todo esto entre besos y buenos deseos. El vino era regalo de caja de ahorros sin fusionar y el aitona dijo que era peor que "el esparto de Sarde". Llegaron María y Dani, que fueron abucheados y tachados de gilis, por llegar tarde. El pequeño Javi quería sopa de marisco como los demás, aunque no la probó. El tío se había inflado de orfidal y se prometió no intervenir pasase lo que pasase, cosa que incumplió con la llegada de los gilis. Dani y María iban luego a una fiesta, María tuvo que ser escayolada para disimular tripa. Estaban guapos y elegantes. Luego llegó el momento de las campanadas: Lucía comenzó con sus grititos histéricos, la 5!!, la 5!!, otros gitaban la uno , la uno; el aitona tomó el mando ( del televisor) y vimos las de la uno. Cuando se veía la 5, se oía , Marico...!!!!. Ya es 2011; Carlos padre, agita el cava y el tapón le da en la cabeza al aitona, mientras se mancha la alfombra. Brindamos con gorritos de año pasado y unos renitos a modo de antenas en las cabezas. Rezamos una salve ante el Belén para pedirle al niño que nos traiga un buen año.