martes, marzo 28, 2017

Lo esencial de las procesiones de Semana Santa.









.No soy mucho de procesiones pero bien por quien escribe esto, frente al postureo.
Han pasado ya unos cuantos años, que contemplaba el paso de una cofradía, cuando se produjo un detalle que me entristeció y me invitó a la reflexión.
Tras un largo cortejo de nazarenos, el paso de misterio avanzaba arrancando aplausos en cada cambio que realizaba su virtuosa cuadrilla a los sones de las cornetas, no menos virtuosas.
Una vez pasado el Señor, una masa humana se desplazaba. Curiosamente, esa humanidad caminante, no se trataba de devotos o penitentes, sino que estos, “cangrejeaban” (móvil en alto) admirados y disfrutando del “concierto” de marchas procesionales al que parecían asistir.
Un sentimiento de curiosidad y confusión me invadió, curiosidad por saber a qué se debía aquel “anonadamiento” y confusión porque veía que todos daban la espalda al centro importante de aquel acontecimiento, todos daban la espalda a la imagen de Jesús.
No comenté en aquel momento nada con nadie, y como si lo sucedido formase parte de cualquier cortejo, miré el reloj para calcular la hora a la que llegaría el palio al punto en el que me encontraba.
Han pasado los años y por desgracia, he podido observar cómo han ido floreciendo gestos, actuaciones, actitudes semejantes a la mencionada, que bajo mi humilde punto de vista, únicamente nos hacen caminar hacia atrás.
Con franqueza pienso, que a la Semana Santa tal como la vivimos en Andalucía, no podemos quitarle la belleza estética, sonora y aromática que la identifica, que la hace diferente, que la hace nuestra.
Pero cuando uno comienza a vestir canas, comienza a echar de menos lo fundamental, lo imprescindible, lo verdaderamente importante…los gestos de la fe.
La esencia de los desfiles procesionales, vienen a hacer pública manifestación de nuestra fe en Cristo, anunciar y mostrar al mundo la pasión, muerte y resurrección, a llevar la devoción a los alejados, acercarse a los impedidos…A orar en medio del mundo.
No entiendo ni acepto que el centro de gravedad de un paso, se haya trasladado de arriba a abajo.
Antes, la advocación y los colores eran lo que hacía diferente a una cofradía, ahora, hemos añadido otros distintivos… como si de un pedigrí se tratase. Ahora se le da o se le quita importancia a una cofradía según quien sea su capataz, su cuadrilla, vestidor, banda… demasiados nombres propios, para cubrir de “caché” la falta de devoción.
¡Cuánto echo de menos las miradas que buscan la oración! Las que no buscan las eternas y lucidas chicotás, las que no esperan la marcha de moda, las que no atienden al lucimiento de blondas o joyas…añoro aquellas miradas que miran hacia arriba y no escrutan los huecos de los respiraderos o el balanceo del faldón, aquellas miradas que buscan la obra de Dios y no la de los hombres.
¡Qué triste es encontrar más acompañamiento de hermanos en un ensayo de costaleros que en los cultos a los titulares de una cofradía!
Ensayos que han perdido la esencia del trabajo silencioso, del esfuerzo anónimo y discreto, para dar paso, a la publicación de calendarios en medios de comunicación, realización de cartelería, convocatorias de “aficionados” de puntos dispares de la geografía…
¿En qué momento esto se nos ha fue de las manos?
¿En qué momento dejamos de mirar arriba de los pasos, para quedar absortos con lo que sucedía abajo?
¿Por qué, el mismo empeño y pasión que ponemos en hacer caminar a Cristo y su Stma. Madre, no lo gastamos en imitarlos, en hacer lo que Él nos dice?
Aplaudo los pasos que andan bien, los buenos capataces, cuadrillas, vestidores, bandas, tallistas…aplaudo a todo aquel que gasta un minuto de su vida en trabajar para dignificar una Estación de Penitencia, pero ese aplauso no puede dejarme sordo ante una verdad que grita al cielo, la verdad que nos sacude y denuncia, la verdad que nos evidencia que la Semana Santa no se puede basar en la “afición”, sino en la fe, en la devoción.
Desde el seno de las cofradías, se ha de trabajar para no alimentar ese desvío de atención que al final, lo único que produce es confusión y escándalo en el ajeno a este mundillo.
La gloria de una cofradía, llevan los nombres de Jesús y María. No podemos engordar el ego de nombres propios, no podemos imponer el peso humano a lo divino, no podemos encauzar la atención de jóvenes y no tan jóvenes a la visión de una cofradía que solo cuida lo visual, lo estético, una bella puesta en escena extremadamente cuidada.
Ante esta reflexión, la visión del “cangrejero” que se cuela delante de los pasos (o de las bandas como citaba al principio), es una visión metafórica de lo que parece estar sucediendo. Más que caminar de frente y alimentar nuestra fe, nos alejamos marcha atrás alejándonos de la raíz que da vida a todo.
En nuestras manos está… Podemos vivir la Semana Santa, disfrutarla, aplaudirla…pero sin perder nunca la visión, del Hombre que sufre sobre la canastilla ni a la Madre que llora bajo palio.
La gran revolución en el mundo de las cofradías no la aportará quien rice el rizo del bordado, ni quien aguante más un largo solo de corneta, no vendrá de la mano de un costal ni del brillo de la plata…la gran revolución en las cofradías, vendrá cuando comencemos a imitar a ese Cristo que sangra y muere, cuando de igual manera que Él aprendamos a amar.
Pepe Luna

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