Dios no te arranca de tu ambiente, no te remueve del mundo, ni de tu estado, ni de tus ambiciones humanas nobles, ni de tu trabajo profesional... pero, ahí, ¡te quiere santo! (Forja, 362) |
Cuando veas frente a ti a la maldad, no te dejes llevar por la ira, y mucho menos por el deseo de venganza. Más bien, compadécete, que no debes castigar sino llorar. Eso es lo que hizo Jesús sobre Jerusalén. |
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