Sed gente de paz. Esa paz viene, en primer lugar, de la oración, cuando la oración se hace con detenimiento, amor y sosiego. También viene de la mansedumbre, que es conformidad rendida con la voluntad de Dios, sin rebeldías ni lamentos inútiles. Es la paz del niño que se deja cuidar por el Padre, y que sabe que todo es para bien.
Ante un panorama de hombres sin fe, sin esperanza; ante cerebros que se agitan, al borde de la angustia, buscando una razón de ser a la vida, tú encontraste una meta: ¡Él! Y este descubrimiento inyectará permanentemente en tu existencia una alegría nueva, te transformará, y te presentará una inmensidad diaria de cosas hermosas que te eran desconocidas, y que muestran la gozosa amplitud de ese camino ancho, que te conduce a Dios. (Surco, 83) |
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