Cuando Elías llamó a Eliseo para que lo siguiera, el joven dijo: «Déjame ir a despedir a mi padre y a mi madre y te seguiré». Le respondió: «Anda y vuélvete» (1Re 20, 20). Pero cuando Jesús llamó a un joven para que lo siguiera, y el joven respondió: Déjame ir primero a enterrar a mi padre, Cristo no fue tan condescendiente como Elías: Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.
|
Parece cruel. Pero, si perdemos el miedo a seguir a Cristo, tras esa invitación se esconde una maravillosa noticia. «Me pides que te deje enterrar a tu padre, porque vives para la muerte. Sois muertos que enterráis muertos. Desde que nacéis, estáis abocados al sepulcro, y por el camino vais sepultando a los vuestros. Yo te sacaré de esta prisión, te libraré de la muerte, te daré una vida nueva para ti y los tuyos. Naceréis como hijos de Dios, viviréis para la eternidad, gozaréis del Amor en la tierra y reinaréis conmigo en el cielo. Ven conmigo, y ya no serás un muerto que entierra muertos, sino un vivo que reparte vida».
|
Hasta que no entendamos esto, no conoceremos el gozo de ser cristianos. |
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario