viernes, agosto 16, 2024

Así.

 Personalmente, me alegro de ser célibe. Me alegro porque lo he recibido del cielo. Dios me lo pidió, y yo, que me sentía incapaz de dárselo, me fie de Él. Así descubrí (repito por tercera vez) que lo que Dios pide, Dios lo da. Si el celibato o la virginidad no son regalos del cielo, serían cargas insoportables que nadie podría pedir a un ser humano. Pero si son regalos de lo alto, el gozo que los acompaña es inmenso.



Un querer sin querer es el tuyo, mientras no quites decididamente la ocasión. -No te quieras engañar diciéndome que eres débil. Eres... cobarde, que no es lo mismo. (Camino, 714)

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