martes, agosto 13, 2024

TIC

 

El propio Hijo de Dios, cuando subió a aquella barca con los apóstoles y se desató la tormenta sobre el lago, iba dormido en el asiento de atrás, como los niños. ¿Quién conducía la barca? ¿Los apóstoles? ¡Qué va, ellos estaban como tú! Dios conducía la barca, las olas y los vientos. Jesús, como un niño pequeño, dormía.

No os asustéis, ni temáis ningún daño, aunque las circunstancias en que trabajéis sean tremendas, peores que las de Daniel en la fosa con aquellos animales voraces. Las manos de Dios son igualmente poderosas y, si fuera necesario, harían maravillas. (Amigos de Dios, 104)














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