martes, junio 17, 2014

Coronación fantasma????






LA OPINIÓN DERamón Pérez-Maura

Como en la República francesa, por favor

Desde el punto de vista del ceremonial, la falta de la Misa en la catedral suprime la ocasión de congregar a jefes de Estado

Día 15/06/2014 - 05.38h
LA modesta celebración anunciada para la proclamación del Rey es un signo preocupante de los complejos con los que se mira a nuestra institución monárquica. ¿Por qué nos avergonzamos de lo que somos? Para empezar se suprime la celebración de la Misa que acompaña a la investidura de nuestros Reyes desde tiempos inmemoriales. Se aduce la laicidad del Estado. Y, entonces, ¿le van a cortar a la Corona que estará ante el Rey cuando jure la cruz con la que está rematada? Es el signo cristiano por antonomasia... No hace falta ser católico ni creyente para compartir que en la Monarquía española la Misa de la proclamación reivindica sus orígenes. Y esos orígenes se pueden ir adaptando con el paso de los años sin necesidad de suprimirlos. Por ejemplo, el 27 de noviembre de 1975, Don Juan Carlos optó por sustituir el tradicional Te Deum cantado en una Misa por la celebración de una Misa del Espíritu Santo. Como se puede leer en el ABC de esa fecha, el propio Rey estimaba que casi sin empezar su reinado tenía más razones para pedir gracias y luces al Espíritu Santo que para elevar un himno de acción de gracias.
Yo me pregunto si quien haya tomado la decisión de suprimir la Misa pensará de verdad que así logra más respaldos para el nuevo Rey. Que esta decisión va a sacar a más madrileños a la calle a aclamarle o le va a hacer mejor visto en el comienzo de su reinado. A mí, desde luego, me gustaría que me presentasen a esos españoles y celebraría muchísimo que existiesen. Pero más bien me temo que no hay esos compatriotas a los que supuestamente quiere contentarse o son un número irrelevante. Y en cambio sí existen los españoles que se sienten ofendidos. Conozco más de un caso de familias que planeaban salir a las calles de Madrid el día 19 y a la vista de este hecho han decidido no hacerlo. Y entre ellas hay algunas que han estado muy estrechamente unidas al nuevo Rey en el pasado.
Desde el punto de vista del ceremonial –y en eso casi nadie gana a la Iglesia católica– la falta de esa Misa en la catedral, que está a las puertas del Palacio Real, también suprime la ocasión para congregar a jefes de Estado y de Gobierno. Se habla de los costes económicos y de no hacer dispendio en tiempos de precariedad. Y ¿quién puede discutir eso? Pero a quienes hablan del boato de la Monarquía me gustaría invitarles a ver la pompa y circunstancia que rodea cada cinco años la «entronización» del presidente de la República Francesa. Y con una economía francesa que hoy tiene mucho que envidiar de la española, ¿de verdad cree alguien que Francia dejaría de invitar al batallón de personalidades internacionales que habitualmente acompañan sus tomas de posesión? La diferencia está, claro, en que los franceses no tienen ningún complejo y en España, en lugar de superarlos, los acentuamos. Ni siquiera somos capaces de hacer una proclamación con unas celebraciones que se acerquen a las que hacen los republicanos en Francia.
Creo, modestamente, que en nuestro afán por hacer que nuestra Monarquía parezca una república coronada hemos ido un poco demasiado lejos. Supongo que no es necesario recordar que la gente prefiere productos originales mucho antes que sucedáneos. Pero, sobre todo, en este deseo por intentar dar cierta imagen de desacralización e igualamiento del nuevo Rey se corre un grave riesgo. Un día alguien puede decir al Monarca: «Si tú quieres ser como yo, yo quiero ser como tú».

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