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De Dios se pueden esperar muchas cosas: que sea sabio, omnipotente, justo, fuerte, eterno, perfecto, hermoso…
Todo eso, y más, podría esperarse de Dios, y quien lo esperase no quedaría defraudado. Pero lo que jamás esperaríamos, si Él mismo no nos lo hubiese revelado, es que Dios fuese manso y humilde. Son dos atributos que no corresponden, a primera vista, al Ser Supremo, porque, también a primera vista, no los necesita. ¿Qué necesidad tiene de ser manso quien es omnipotente, y qué necesidad tiene de ser humilde quien es la perfección suma sin mezcla alguna de imperfección?
Aprende de mí, que soy manso y humilde de corazón. He ahí la grandeza del Sagrado Corazón de Jesús: si Dios no necesitaba para sí mismo ser manso ni humilde, ha querido necesitarlo para nosotros. Y se ha hecho hombre, y se ha revestido de nuestra fragilidad, y ha elegido sufrir mil penas, y en todas ellas hacerse como el último de los hombres, para redimirnos y para que tuviésemos un ejemplo que imitar. No podemos imitarlo en su grandeza, pero sí en su humildad. No podemos imitarlo en su poder, pero sí en su mansedumbre.
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!
3 comentarios:
Y que poco valoramos todo esto.Vivimos en el mundo y estamos enfrascados en bobadas.Lo sabemos y seguimos sin reaccionar
cierto, pero nos conoce perfectamente, creados por El...
No hay que "desesperarse" nunca porque no sepamos (o más bien no podamos) alcanzar la comunión perfecta, cuando recibimos a nuestro Señor encarnado comulgando.
Yo le digo ( y esto es una intimidad) cuando me despisto, cuando se va la olla en una serie de peticiones y adoraciones inconexas...Señor! perdona! se me va la olla! eres tan grande, eres tan increible, eres tan adorable que te me vas! te me escapas! me pierdo en tu infinitud...así que como no lo remedies...ya me contarás! jajajajaja.
Te quiero y te obedezco. Y ya está! paz y calma...la Calma de Cristo.
Jyy+
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