Madre de Dios, madre nuestra, madre de Iglesia, madre de la divina gracia; más que tú sólo Dios.
Lo mismo sucede en la época
moderna. Antes se pensaba y se creía que, apartando a Dios y siendo nosotros
autónomos, siguiendo nuestras ideas, nuestra voluntad, llegaríamos a ser
realmente libres, para poder hacer lo que nos apetezca sin tener que obedecer a
nadie. Pero cuando Dios desaparece, el hombre no llega a ser más grande; al
contrario, pierde la dignidad divina, pierde el esplendor de Dios en su rostro.
Al final se convierte sólo en el producto de una evolución ciega, del que se
puede usar y abusar. Eso es precisamente lo que ha confirmado la experiencia de
nuestra época.
El hombre es grande, sólo si Dios
es grande. Con María debemos comenzar a comprender que es así. No debemos alejarnos
de Dios, sino hacer que Dios esté presente, hacer que Dios sea grande en
nuestra vida; así también nosotros seremos divinos: tendremos todo el
esplendor de la dignidad divina.
Apliquemos
esto a nuestra vida. Es importante que Dios sea grande entre nosotros, en la
vida pública y en la vida privada. En la vida pública, es importante que Dios
esté presente, por ejemplo, mediante la cruz en los edificios públicos; que
Dios esté presente en nuestra vida común, porque sólo si Dios está presente
tenemos una orientación, un camino común; de lo contrario, los contrastes se
hacen inconciliables, pues ya no se reconoce la dignidad común. Engrandezcamos
a Dios en la vida pública y en la vida privada. Eso significa hacer espacio a
Dios cada día en nuestra vida, comenzando desde la mañana con la oración y
luego dando tiempo a Dios, dando el domingo a Dios. No perdemos nuestro tiempo
libre si se lo ofrecemos a Dios. Si Dios entra en nuestro tiempo, todo el
tiempo se hace más grande, más amplio, más rico.
1 comentario:
Parece que dedicar tiempo a la oración es darle nuestro (nuestro?) tiempo. Cuando en realidad Dios lo recoge y lo devuelve incrementado
No sé como lo hace
Será que es Dios y todopoderoso ;O)
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