El pasado viernes 18 de octubre, el padre Marko Ivan Rupnik, artista de prestigio mundial, recibió el título de Doctor Honoris Causa en la Universidad Francisco de Vitoria, momento que aprovechó para pronunciar un alegato anti-pelagiano, contra una Iglesia de obras y moralismos, y proponer en cambio la vía del Misterio y la belleza para evangelizar.
Rupnik no es ningún "anti-sistema" eclesial. Este sacerdote esloveno no sólo sabe de arte y de evangelización, sino que Benedicto XVI lo colocó como consultor del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, cuando ya lo era del Pontificio Consejo para la Cultura.
Un "derivado decadente" del cristianismo
Siempre enamorado del "pulmón oriental" de la Iglesia, en un discurso lleno de referencias a las grandes firmas del Siglo de Plata ruso (finales del s.XIX, hasta la Revolución), Rupnik lamentó la imagen moralista que el mundo tiene del cristianismo.
"El final de la época moderna está caracterizado por un rechazo obsesivo del cristianismo, pero, como dijo el gran Vladimir Soloviev, mucho del anticristianismo que se ha visto en los últimos siglos no tiene, de hecho, nada en contra de la fe cristiana, sino en contra de un decadente derivado de ella. El mundo nos ha tendido trampas y nosotros hemos caído en ellas. ¡Si estamos en conflicto con los hombres de nuestro alrededor, si continuamente les apuntamos con el dedo, no podemos anunciarles al Salvador y comunicar su gracia como vida nueva!", afirmó el sacerdote artista.
"En lugar de ser conocidos por el mundo por la revelación de Cristo, por la novedad de la vida como una existencia eclesial, trinitaria, creativa, se nos conoce por la ley, los preceptos y el moralismo. Y, como portadores de este bagaje, somos rechazados por el mundo", lamenta.
Los peligros de los buenos
Señaló el peligro del cumplimiento. "Se va hacia una bondad religiosa, es decir, a llevar a cabo lo que prescribe y exige la religión. Cualquiera que abre una carta de san Pablo o ve un enfrentamiento de Cristo con escribas y fariseos entiende que esto está lejísimos de lo que Cristo vino a realizar. De hecho, el resultado de ello se vuelve cada vez más problemático en cuanto que una Iglesia buena, organizada, eficaz y llena de obras no atrae a nadie", añadió con tono iconoclasta este pintor de iconos.
La alternativa: verdad, belleza, carne
Más allá de la queja, el artista propuso una vía alternativa.
"Vladimir Soloviev intuía este tiempo nuestro proponiendo la belleza como culminación de los trascendentales, la belleza como carne de la verdad y del bien. La verdad se revela y comunica como tal cuando se realiza como belleza, como un principio vital y orgánico de la transfiguración".
Y añadió, contra espiritualismos evanescentes: "la verdad no es accesible al hombre sino en su carne; no puede ser malentendida simplemente con la idea: si no, Cristo nunca podría decir que Él es la verdad".
Florenski y la pregunta de Pilatos
Para Rupnik, un pensador que sabe expresarlo bien es el místico, científico, sacerdote y escritor ortodoxo Pavel Florenski, fusilado por los soviéticos en 1937. Él responde a la pregunta cínica de Pilatos: ¿qué es la verdad?
"La verdad revelada es el amor, porque esto es Jesucristo y esta es la identidad de nuestro Dios: porque Dios es el amor. Por eso, también el bien, si no se realiza como belleza, es decir, como el amor realizado, se convierte en un fanatismo que es capaz de aplastar al hombre e imponer la perfección del individuo como vanagloria, como orgullo. Por tanto, la síntesis final, extraordinaria es la de Florenski: la verdad revelada es el amor y el amor realizado es la belleza. Para el mismo Florenski la verdad realmente bella es la Iglesia, comunión de las personas en Cristo muerto y resucitado".
Cuando los teólogos eran poetas
Y para ejemplificar que esa vía de misterio, arte y verdad ya la practicó la Iglesia, explicó que los cristianos romanos y bizantinos antiguos "trataban de utilizar un lenguaje que no permitiera separarse de la vida, y esta es el arte. Por ello, entre los grandes teólogos de los primeros siglos hay no pocos poetas y la Iglesia se ha convertido en un tesoro de arte porque es el espacio de la vida nueva".
En su laudatio, José Ángel Agejas recordó cómo la capilla que inauguró Rupnik en el Vaticano en 1999 fue considerada "la Capilla Sixtina del siglo XXI. El gran teólogo y filósofo ortodoxo Olivier Clément escribió: ´cuando se entra en ella uno queda reducido al silencio. Sólo un poco después surge una palabra de admiración o de amistad´. Créanme: es así", añadió Agejas.
Colores fuertes para una fe fuerte
Rupnik, después de ingresar en la Compañía de Jesús y acabar sus estudios de filosofía, ingresó en la Academia de Bellas Artes de Roma y estudió teología en la Gregoriana. Su tesina de licencia trató del pintor Kandinskiy, "una lectura del significado teológico del arte moderno a la luz de la teología rusa". Defiende los colores vivos y fuertes, porque en momentos de fe fuerte, dice, los cristianos siempre han optado por colores fuertes y -afirma- «no podemos presentarnos en el tercer milenio anémicos».
"En la aldea de su Eslovenia natal, con su padre agricultor, aprendió el arte de la vida: el respeto por la materia y la llamada de Dios para colaborar con él en la transformación espiritual del mundo. Campeón de saltos de esquí, jesuita, artista, creador, padre espiritual, escritor, profesor, iconógrafo, nombrado por los últimos Papas consultor de diversos Consejos Pontificios… todo eso es cierto. Pero sobre todo, el padre Marko Iván Rupnik nos invita con su arte y sus libros a que contemplemos el Misterio", concluyó Agejas.
El padre Pablo Cervera, director de la Revista Magnificat, traductor de Rupnik y uno de sus admiradores y difusores, señaló que el salón de Actos de la Universidad Francisco de Vitoria se llenó "hasta la bandera", y que fue a la vez "solemne y entrañable". Estuvieron presentes los obispos auxiliares de Madrid, Fidel Herráez y Juan Antonio Martínez Camino. "El padre Rupnik me decía después que lo había sentido como un acto profundamente espiritual", explica Cervera.