Es una lucha nuestra de toda la vida, muy bien lo expresó el Cardenal Amato en la beatificación de D. Alvaro.
.Para él, como para San Agustín, la humildad era el hogar de la caridad .
Repetía un consejo que solía dar el Fundador del Opus Dei, citando unas palabras de San José de Calasanz: "Si quieres ser santo, sé humilde; si quieres ser más santo, sé más humilde; si quieres ser muy santo, sé muy humilde" . Tampoco olvidaba que un burro fue el trono de Jesús en la entrada a Jerusalén. Incluso sus compañeros de estudios, además de destacar su extraordinaria inteligencia, subrayan su sencillez, la inocencia serena de quien no se considera mejor que los demás. Pensaba que su peor enemigo era la soberbia.
Un testigo asegura que era "la humildad en persona". Su humildad no era áspera, llamativa, exasperada; sino cariñosa, alegre. Su alegría derivaba de la convicción de su escasa valía personal. A principios de 1994, el último año de su vida en la tierra, en una reunión con sus hijas, dijo: "os lo digo a vosotras, y me lo digo a mí mismo. Tenemos que luchar toda la vida para llegar a ser humildes. Tenemos la escuela maravillosa de humildad del Señor, de la Santísima Virgen y de San José".
Vamos a aprender. Vamos a luchar contra el proprio yo que está costantemente alzándose como una víbora, para morder. Pero estamos seguros si estamos cerca de Jesús, que es del linaje de María, y es el que aplastará la cabeza de la serpiente» .Para don Álvaro, la humildad era «la llave que abre la puerta para entrar en la casa de la santidad», mientras que la soberbia constituía el mayor obstáculo para ver y amar a Dios. Decía: «la humildad nos arranca la careta de cartón, ridícula, que llevan las personas presuntuosas, pagadas de sí mismas".
La humildad es el reconocimiento de nuestras limitaciones, pero también de nuestra dignidad de hijos de Dios. El mejor elogio de su humildad lo expresó una mujer del Opus Dei, después del fallecimiento del Fundador: "el que ha muerto ha sido don Álvaro, porque nuestro Padre sigue vivo en su sucesor" .Un cardenal atestigua que cuando leyó sobre la humildad en la Regla de San Benito o en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, le parecía contemplar un ideal altísimo, pero inalcanzable para el ser humano. Pero cuando conoció y trató al Beato Álvaro entendió que era posible vivir la humildad de modo total.
Se pueden aplicar al Beato las palabras que el Cardenal Ratzinger pronunció en 2002, con ocasión de la canonización del Fundador del Opus Dei.Hablando de la virtud heroica, el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe dijo: "Virtud heroica no significa exactamente que uno ha llevado a cabo grandes cosas por sí mismo, sino que en su vida aparecen realidades que no ha hecho él, porque él se ha mostrado transparente y disponible para que Dios actuara [...]. Esto es la santidad" .Este es el mensaje que nos entrega hoy el Beato Álvaro del Portillo, "pastor según el corazón de Jesús, celoso ministro de la Iglesia". Nos invita a ser santos como él, viviendo una santidad amable, misericordiosa, afable, mansa y humilde.
La Iglesia y el mundo necesitan del gran espectáculo de la santidad, para purificar, con su aroma agradable, los miasmas de los muchos vicios alardeados con arrogante insistencia. Ahora más que nunca necesitamos una ecología de la santidad, para contrarrestar la contaminación de la inmoralidad y de la corrupción. Los santos nos invitan a introducir en el seno de la Iglesia y de la sociedad el aire puro de la gracia de Dios, que renueva la faz de la tierra.Que María Auxiliadora de los Cristianos y Madre de los Santos, nos ayude y nos proteja.Beato Álvaro del Portillo, ruega por nosotros. Amén.
Repetía un consejo que solía dar el Fundador del Opus Dei, citando unas palabras de San José de Calasanz: "Si quieres ser santo, sé humilde; si quieres ser más santo, sé más humilde; si quieres ser muy santo, sé muy humilde" . Tampoco olvidaba que un burro fue el trono de Jesús en la entrada a Jerusalén. Incluso sus compañeros de estudios, además de destacar su extraordinaria inteligencia, subrayan su sencillez, la inocencia serena de quien no se considera mejor que los demás. Pensaba que su peor enemigo era la soberbia.
Un testigo asegura que era "la humildad en persona". Su humildad no era áspera, llamativa, exasperada; sino cariñosa, alegre. Su alegría derivaba de la convicción de su escasa valía personal. A principios de 1994, el último año de su vida en la tierra, en una reunión con sus hijas, dijo: "os lo digo a vosotras, y me lo digo a mí mismo. Tenemos que luchar toda la vida para llegar a ser humildes. Tenemos la escuela maravillosa de humildad del Señor, de la Santísima Virgen y de San José".
Vamos a aprender. Vamos a luchar contra el proprio yo que está costantemente alzándose como una víbora, para morder. Pero estamos seguros si estamos cerca de Jesús, que es del linaje de María, y es el que aplastará la cabeza de la serpiente» .Para don Álvaro, la humildad era «la llave que abre la puerta para entrar en la casa de la santidad», mientras que la soberbia constituía el mayor obstáculo para ver y amar a Dios. Decía: «la humildad nos arranca la careta de cartón, ridícula, que llevan las personas presuntuosas, pagadas de sí mismas".
La humildad es el reconocimiento de nuestras limitaciones, pero también de nuestra dignidad de hijos de Dios. El mejor elogio de su humildad lo expresó una mujer del Opus Dei, después del fallecimiento del Fundador: "el que ha muerto ha sido don Álvaro, porque nuestro Padre sigue vivo en su sucesor" .Un cardenal atestigua que cuando leyó sobre la humildad en la Regla de San Benito o en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, le parecía contemplar un ideal altísimo, pero inalcanzable para el ser humano. Pero cuando conoció y trató al Beato Álvaro entendió que era posible vivir la humildad de modo total.
Se pueden aplicar al Beato las palabras que el Cardenal Ratzinger pronunció en 2002, con ocasión de la canonización del Fundador del Opus Dei.Hablando de la virtud heroica, el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe dijo: "Virtud heroica no significa exactamente que uno ha llevado a cabo grandes cosas por sí mismo, sino que en su vida aparecen realidades que no ha hecho él, porque él se ha mostrado transparente y disponible para que Dios actuara [...]. Esto es la santidad" .Este es el mensaje que nos entrega hoy el Beato Álvaro del Portillo, "pastor según el corazón de Jesús, celoso ministro de la Iglesia". Nos invita a ser santos como él, viviendo una santidad amable, misericordiosa, afable, mansa y humilde.
La Iglesia y el mundo necesitan del gran espectáculo de la santidad, para purificar, con su aroma agradable, los miasmas de los muchos vicios alardeados con arrogante insistencia. Ahora más que nunca necesitamos una ecología de la santidad, para contrarrestar la contaminación de la inmoralidad y de la corrupción. Los santos nos invitan a introducir en el seno de la Iglesia y de la sociedad el aire puro de la gracia de Dios, que renueva la faz de la tierra.Que María Auxiliadora de los Cristianos y Madre de los Santos, nos ayude y nos proteja.Beato Álvaro del Portillo, ruega por nosotros. Amén.