lunes, abril 27, 2020

El Cristo de la paciencia.


Es un cuadro de Bartolomé Esteban Murillo. Muchos, en vez de llamarlo “Ecce Homo”, se refieran a él como “el Cristo de la paciencia”, quizá la que necesitamos durante estas semanas.

¿Quieres saber cómo adquirir un poco de paciencia? 👉🏻 https://opusdei.org/es-es/document/el-derecho-fundamental-a-la-esperanza/





La imagen puede contener: 1 persona

sábado, abril 25, 2020

Papa Francisco a todos los fieles en el mes de Mayo.




CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A TODOS LOS FIELES PARA EL MES DE MAYO DE 2020

Queridos hermanos y hermanas:
Se aproxima el mes de mayo, en el que el pueblo de Dios manifiesta con particular intensidad su amor y devoción a la Virgen María. En este mes, es tradición rezar el Rosario en casa, con la familia. Las restricciones de la pandemia nos han “obligado” a valorizar esta dimensión doméstica, también desde un punto de vista espiritual.
Por eso, he pensado proponerles a todos que redescubramos la belleza de rezar el Rosario en casa durante el mes de mayo. Ustedes pueden elegir, según la situación, rezarlo juntos o de manera personal, apreciando lo bueno de ambas posibilidades. Pero, en cualquier caso, hay un secreto para hacerlo: la sencillez; y es fácil encontrar, incluso en internet, buenos esquemas de oración para seguir.
Además, les ofrezco dos textos de oraciones a la Virgen que pueden recitar al final del Rosario, y que yo mismo diré durante el mes de mayo, unido espiritualmente a ustedes. Los adjunto a esta carta para que estén a disposición de todos.
Queridos hermanos y hermanas: Contemplar juntos el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre, nos unirá todavía más como familia espiritual y nos ayudará a superar esta prueba. Rezaré por ustedes, especialmente por los que más sufren, y ustedes, por favor, recen por mí. Les agradezco y los bendigo de corazón.
Roma, San Juan de Letrán, 25 de abril de 2020
Fiesta de san Marcos, evangelista

Francisco


Oración a María
Oh María,
tú resplandeces siempre en nuestro camino
como un signo de salvación y esperanza.
A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos,
que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del pueblo romano,
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que lo concederás
para que, como en Caná de Galilea,
vuelvan la alegría y la fiesta
después de esta prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que Jesús nos dirá,
Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo
y se cargó de nuestros dolores
para guiarnos a través de la cruz,
a la alegría de la resurrección. Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,
no desprecies nuestras súplicas en las necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.




Oración a Maria
«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios».
En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.
Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.
Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.
Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.
Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.
Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.
Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.
Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.
Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.
Oh María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.
Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

viernes, abril 24, 2020

Camino de Emaús.


https://opusdei.org/es-es/gospel/evangelio-tercer-domingo-pascua-ciclo-a/

Comentario al Evangelio: Camino de Emaús

Evangelio del 3º domingo de Pascua (Ciclo A) y comentario al evangelio.
Opus Dei - Comentario al Evangelio: Camino de Emaús
Evangelio (Lc 24,13-35)
Ese mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén sesenta estadios. Iban conversando entre sí de todo lo que había acontecido. Y mientras comentaban y discutían, el propio Jesús se acercó y comenzó a caminar con ellos, aunque sus ojos eran incapaces de reconocerle. Y les dijo:
—¿De qué veníais hablando entre vosotros por el camino?
Y se detuvieron entristecidos. Uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
—¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días?
Él les dijo:
—¿Qué ha pasado?
Y le contestaron:
—Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y ante todo el pueblo: cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaron. Sin embargo nosotros esperábamos que él sería quien redimiera a Israel. Pero con todo, es ya el tercer día desde que han pasado estas cosas. Bien es verdad que algunas mujeres de las que están con nosotros nos han sobresaltado, porque fueron al sepulcro de madrugada y, como no encontraron su cuerpo, vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles, que les dijeron que está vivo. Después fueron algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como dijeron las mujeres, pero a él no le vieron.
Entonces Jesús les dijo:
—¡Necios y tardos de corazón para creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria?
Y comenzando por Moisés y por todos los Profetas les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él. Llegaron cerca de la aldea adonde iban, y él hizo ademán de continuar adelante. Pero le retuvieron diciéndole:
—Quédate con nosotros, porque se hace tarde y está ya anocheciendo.
Y entró para quedarse con ellos. Y cuando estaban juntos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su presencia. Y se dijeron uno a otro:
—¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de nosotros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Y al instante se levantaron y regresaron a Jerusalén, y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían:
—El Señor ha resucitado realmente y se ha aparecido a Simón.
Y ellos contaban lo que había pasado en el camino, y cómo le habían reconocido en la fracción del pan.

Cuenta san Lucas, que el domingo de resurrección dos discípulos de Jesús se marcharon de Jerusalén hacia Emaús. Iban cargados de incertidumbre, pues ya habían oído el anuncio angélico de que Jesús vivía, (v. 22s) pero todavía dudaban de la resurrección. Iban discutiendo entre sí (v. 15). Y estaban tan centrados en la propia tristeza, que eran incapaces de reconocer a Jesucristo en aquel personaje que caminaba junto a ellos; les parecía un mero forastero (v. 18). Sin embargo, el Resucitado les explica las Escrituras lleno de compasión y parte para ellos el pan. Así enciende sus corazones y abre sus ojos para que puedan reconocerlo. Entonces regresan con Pedro y los demás, llenos de alegría y seguridad.
Dice el relato que Emaús distaba de Jerusalén unos 60 estadios (12 km). Los expertos debaten la localización exacta de dicha aldea, pero la tradición suele identificar el lugar con Emaús Nicópolis[1], que dista de Jerusalén unos 25 km, es decir, 160 estadios, como recogen muchos manuscritos del evangelio de Lucas. En cualquier caso, aquel día los discípulos debieron caminar bastantes horas. Y alejarse de Jerusalén es como si dejar atrás su fe en Jesús. Pero el Resucitado sale a caminar con ellos para transformarlos.
Con gran pedagogía, Jesús les hace contar sus penas para disiparlas. La escena enamoraba a san Josemaría, que sabía traerla al día a día en su meditación personal: “con naturalidad, se les aparece Jesús, y anda con ellos, con una conversación que disminuye la fatiga. Me imagino la escena, ya bien entrada la tarde. Sopla una brisa suave. Alrededor, campos sembrados de trigo ya crecido, y los olivos viejos, con las ramas plateadas por la luz tibia. Jesús, en el camino. ¡Señor, qué grande eres siempre! Pero me conmueves cuando te allanas a seguirnos, a buscarnos, en nuestro ajetreo diario. Señor, concédenos la ingenuidad de espíritu, la mirada limpia, la cabeza clara, que permiten entenderte cuando vienes sin ningún signo exterior de tu gloria”[2].
Jesús siempre sale al encuentro de los suyos en su andar abatido y sin perspectiva. Y el evangelio nos enseña a reconocerlo: Jesús no es un forastero en nuestro caminar, sino el crucificado que ha resucitado; y nos conoce, nos ama y nos busca. “El camino de Emaús se convierte así en símbolo de nuestro camino de fe —comentaba el Papa Francisco en una ocasión—: las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. (…) Recordadlo bien: leer cada día un pasaje del Evangelio, y los domingos ir a recibir la comunión, recibir a Jesús. Así sucedió con los discípulos de Emaús: acogieron la Palabra; compartieron la fracción del pan, y, de tristes y derrotados como se sentían, pasaron a estar alegres. Siempre, queridos hermanos y hermanas, la Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría”[3].
Sentimos cercano a Jesús cuando leemos la Escritura y frecuentamos la Eucaristía. Porque, como decía Benedicto XVI citando a san Jerónimo, “ignorar la Escritura es ignorar a Cristo. Por eso es importante que todo cristiano viva en contacto y diálogo personal con la Palabra de Dios, que se nos entrega en la Sagrada Escritura (…) Y el lugar privilegiado de la lectura y la escucha de la Palabra de Dios es la liturgia, en la que, celebrando la Palabra y haciendo presente en el sacramento el Cuerpo de Cristo, actualizamos la Palabra en nuestra vida y la hacemos presente entre nosotros”[4].

[1] “Emaús, de donde era originario Cleofás, mencionado en el Evangelio de Lucas, es Nicópolis, una ciudad célebre de Palestina” (Eusebio de Cesarea, Onomasticon 90, 15-17).
[2] San Josemaría, Amigos de Dios, n. 313.
[3] Papa Francisco, Regina coeli, 4 de mayo de 2014.
[4] Benedicto XVI, Audiencia general, 7 de noviembre de 2007.

jueves, abril 23, 2020

Para estos días, 777 menús inteligentes.










https://opusdei.org/es-es/article/recursos-resiliencia-cronavirus/

Una ayuda para la organización doméstica durante la cuarentena
El CEICID (Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Domésticas), impulsado por San Josemaría hace más de 50 años, ha abierto de forma gratuita su programa online “777 Menús Inteligentes”, mientras dure el periodo de cuarentena en España.
Este programa se suele utilizar para facilitar la administración doméstica de residencias de cierto volumen. Tiene una amplia base de datos de recetas sencillas, permite organizar menús saludables, hacer automáticamente la lista de la compra, calcular precios, etc. Puede resultar útil para la organización familiar durante estos días

domingo, abril 19, 2020

Meditación de san Rafael.


La Divina Misericordia: meditación de San Rafael (18.IV.2020)​

Durante estas semanas publicaremos, en formato audio, algunas meditaciones predicadas por sacerdotes, que ayuden a fortalecer la vida de oración.
ÚLTIMAS NOTICIAS
Opus Dei - La Divina Misericordia: meditación de San Rafael (18.IV.2020)​

Escucha la meditación “La Divina Misericordia (18.IV.2020)
Cristo vive y vive en nosotros. Por eso el tiempo de Pascua es un tiempo de alegría: es el más cristiano porque es gozar de la gloria de Dios. Pero podría suceder que, en estas semanas más difíciles, se nos escapara.
Lo propio de la Pascua se capta en varias escenas del Evangelio de estos días. Es la alegría por haber encontrado de nuevo a Jesucristo, ahora resucitado y glorioso. Un reencuentro con el Él transforma la vida de los apóstoles, de las santas mujeres o de los discípulos de Emaús.
Como a ellos, Jesucristo puede tocar nuestros miedos y fracasos para darnos fortaleza, esperanza y paz. Eso es vivir de Cristo. Ha resucitado y eso significa que la muerte -nuestros defectos, miserias y pecados- no tienen la última palabra, porque Él nunca nos abandona.
En el evangelio del Domingo de la Misericordia (Jn, 20, 19-31), podemos extraer tres enseñanzas. En primer lugar Jesús saluda con la paz a los discípulos, que están encerrados por miedo. Él tiene la paz que necesitamos, una paz diferente a la que propone el mundo. Es una paz -don de Dios-, que no se pierde aunque haya problemas. En segundo lugar, Jesús muestra las heridas de la crucifixión para que reconozcan el amor de Dios Padre, para que entiendan que la Cruz era la respuesta de Dios al mal. Esta imagen se representa en la imagen del la Divina Misericordia, en la que Jesús muestra sus manos atravesadas por los clavos y los rayos de sus dones que salen de su Corazón. La última idea es el momento en el que instituye el sacramento de la Confesión, sacramento de la misericordia de Dios. Fomentemos los deseos de recibir este sacramento, con actos de contrición como ha aconsejado el Papa Francisco.

miércoles, abril 15, 2020

La soledad del covid 19.




Debajo de la higuera

Seguramente también nos hace sufrir de forma especial no poder acompañar a nuestros seres queridos, quizá necesitados de compañía y calor de hogar. El pasaje de Jesús con Natanael puede ayudarnos a proporcionarles la compañía y el auxilio espiritual que necesitan.
Opus Dei - Debajo de la higueraPhoto by engin akyurt on Unsplash
Natanael descubrió al Mesías porque sintió su silenciosa e íntima "compañía" debajo de la higuera. No sabemos qué hacía allí y el Espíritu Santo no ha considerado necesario que lo conozcamos. En este momento, nos duele la soledad de muchas personas enfermas en los hospitales o en sus hogares. También hay muchas que están sanas pero solas. Se nos hace a veces insoportable no poder acompañarlas.
Sin embargo, en Cristo llegamos hasta el último rincón del planeta, hasta la última cama de un hospital improvisado, hasta lo más profundo de un corazón abandonado. Con Él somos capaces de dar calor, luz y cariño a cualquier alma que está aislada.
Un sufrimiento muy íntimo
Un confinamiento como el que vivimos en gran parte del mundo nos regala muchas situaciones que podemos ofrecer a Jesús porque nos causan dolor: no poder comulgar, ni confesarnos, ni salir... Esos “sacrificios” no son indiferentes para Jesús. «“Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” (Mc 4,38). No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención. Entre nosotros, en nuestras familias, lo que más duele es cuando escuchamos decir: “¿Es que no te importo?”. Es una frase que lastima y desata tormentas en el corazón. También habrá sacudido a Jesús, porque a Él le importamos más que a nadie. De hecho, una vez invocado, salva a sus discípulos desconfiados»[1].
Seguramente también nos hace sufrir de forma especial no poder acompañar a nuestros seres queridos, quizá necesitados de compañía y calor de hogar: una abuela, un hermano, una hija, un enfermo, un mendigo, un fiel que necesita confesarse o recibir la Unción, el Viático. En nuestro corazón pugnan sentimientos muy encontrados: la conciencia de que nuestro deber es quedarnos en casa; el deseo de cuidarlos, de abrazarlos, de hacer que se sientan queridos; la duda sobre cómo se sentirán, sobre todo si están solos.
SEGURAMENTE TAMBIÉN NOS HACE SUFRIR DE FORMA ESPECIAL NO PODER ACOMPAÑAR A NUESTROS SERES QUERIDOS
Hay un caso especialmente doloroso: el de los enfermos de COVID-19. La necesidad de su aislamiento hace que pasen esta enfermedad acompañados únicamente por los equipos sanitarios. Estos profesionales, debido a la gran demanda de sus servicios y al tipo de enfermedad, muchas veces no pueden atender con todo el sosiego y cariño que desearían a sus pacientes. En algunos casos más graves, solo es posible una breve visita final de despedida de los familiares más íntimos. Una mujer que ha vivido siempre unida a su marido no podrá acompañarle en estos días decisivos previos a su muerte. Los sacerdotes solo pueden atender a los fieles en el último momento y tienen dificultades para acompañar con dedicación a su grey, también a la que está sana, en esta hora difícil. Quizá una nieta no puede despedirse de su abuela, o una madre ve cómo se le escapa la vida de su hijo sin poder acariciarle.
Si estamos en esa o parecidas situaciones, nos encantaría acompañar a nuestros amigos, familiares o conocidos. Por otro lado, tenemos que compaginar esa angustia con la abundancia de tiempo en nuestro propio confinamiento. Esta circunstancia hace más fácil que la imaginación revuelva una y otra vez el dolor que la situación nos causa. No sería extraño que nos asaltasen dudas sobre si estamos haciendo todo lo posible. Podemos llegar incluso a inquietarnos, pensando que nos mueve la comodidad o el miedo. Por todo ello, puede resultarnos tan dura la decisión de permanecer en casa como la de aventurarnos a acompañarlos en estas circunstancias excepcionales. Será la conciencia de cada uno, auxiliada por la gracia, la que nos ayude a decidir si el riesgo de contagiar o contagiarse es proporcionado a la urgencia de dicha atención. Muchas veces la decisión ya está tomada, porque las autoridades sanitarias o civiles no permiten la opción. Sin embargo, hay algo que está al alcance de todos en esta situación y que puede tener también un valor no pequeño, además de llenarnos de paz.
Hacer compañía desde lejos
De algún modo Jesús estaba debajo de la higuera, aunque físicamente Natanael se cuidó mucho de comprobar que no había nadie observándole. El momento presente es una ocasión magnífica para acompañarnos con la Comunión de los Santos. Natanael se convenció de que Jesús era el Mesías porque, a posteriori, supo que le había acompañado en ese momento de su vida: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1,48). Mucha gente necesita ahora que Jesús se haga presente debajo de su higuera. Nosotros, con la gracia, podemos ayudar a Cristo a llegar a esos lugares recónditos, «ya que en él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17,28). Si vivimos su vida, el confinamiento no nos aislará. Aunque no podamos estar presentes físicamente, las personas que queremos sentirán la presencia del Salvador junto a ellas.
AUNQUE NO PODAMOS ESTAR PRESENTES FÍSICAMENTE, LAS PERSONAS QUE QUEREMOS SENTIRÁN LA PRESENCIA DEL SALVADOR JUNTO A ELLAS
San Josemaría tenía una conciencia muy viva de que la distancia y la separación no eran obstáculos para acompañar a sus hijos en situaciones especiales. A sus hijas de México les escribía: «Ya sabéis que, desde lejos, os acompaño siempre»[2]. A sus hijos de Australia, en la otra punta del mundo, les confiaba: «¡Cuánta compañía os hago, desde aquí!»[3]. Como nosotros en esta situación que vivimos, también él expresa con matices muy gráficos el estado de su alma: «Paco: ¿no ves que el pobre abuelo –así se refería a sí mismo en sus cartas durante la contienda civil, para eludir los peligros de la censura de guerra–, preocupado con sus peques, está en carne viva?»[4]. El aislamiento de seres queridos puede ser mucho más duro para nosotros que el nuestro. Ofrecer a Dios nuestro sufrimiento por ellos ya es un comienzo de solución.
¿Acaso no hay custodios?
En esta misión no hay aliados tan eficaces como los Ángeles custodios. Son cómplices muy interesados en el asalto que queremos hacer al confinamiento de esas personas queridas. No nos duele nuestro aislamiento sino su soledad. Cuando Jesús escucha a Natanael su confesión, le responde abriéndole horizontes: «¿Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera crees? Cosas mayores verás» (Jn 1,50). Y llenando de solemnidad los signos que va a anunciar les confía: «En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre» (Jn 1,51).
NUESTRA FE NOS ASEGURA QUE A NINGÚN ENFERMO O PERSONA QUE SUFRA EN ESTOS MOMENTOS LE HA DE FALTAR ESA CARICIA MATERNAL
Jesús afirma que su presencia debajo de la higuera es un signo menor comparado con la acción de los ángeles en su vida y en la de sus futuros discípulos. Ambas son invisibles pero no por eso menos reales. Es nuestra fe la que se pone en juego en estos momentos de oscuridad. La mediación divina tiene muchos canales e instrumentos. Nosotros somos uno de ellos, pero Dios puede actuar por un medio más sutil y eficaz como son sus ángeles.
En una ocasión san Josemaría se enteró de una situación complicada por la que atravesaban dos hijos suyos. Debían hospedarse en una pensión con un ambiente nada recomendable. Uno de ellos hablaba eufemísticamente de un “vecindario peligroso”. El diario de aquellos días ahonda en la naturaleza del peligro: «En esta casa, como es natural, hay su correspondiente rebaño de “vulpes levantinas”»[5]. San Josemaría, pasados los meses, redactaría en Burgos un punto de Camino que hace referencia a esa situación: «¿Que hay en ese ambiente muchas ocasiones de torcerse? —Bueno. Pero, ¿acaso no hay también Custodios?»[6]. Bien podemos servirnos nosotros de esas unidades especiales del ejército divino para acompañar a nuestros seres queridos y proporcionarles el calor de la compañía y el auxilio espiritual que necesitan.
* * *
La Reina de los Ángeles, a quien no pueden negarle nada, es también la Puerta del Cielo. Jesús no quiso privarse de su Madre en el Calvario. Nuestra fe nos asegura que a ningún enfermo o persona que sufra en estos momentos le ha de faltar esa caricia maternal. Nunca la necesitamos tanto como en la soledad del último paso hacia la Vida eterna, hacia el Corazón de su Hijo.
Diego Zalbidea

domingo, abril 12, 2020

Jesús ha resucitado, ALEGRÍA!!









Ayer fue el  sábado más largo de la historia, más vacío, más triste, más lluvioso. Sólo una Mujer, cree, espera, ama; va recorriendo las catorce estaciones y encuentra cada gota de sangre, sin mirar, acierta porque esa es sangre suya también; cada huella. Y muy de madrugada del primer día de la semana ( qué claro lo tuvieron los primeros cristianos, que fueron conscientes de que aquel era el primer domingo de la historia, que no necesitaron esperar a Bultman para que les explicase el antiguo y el nuevo testamento), Jesús ansiaba resucitar, sólo por abrazar a su Madre, sin palabras, acompasando sus corazones, uno humano y otro glorioso, que latía junto a  María y en todo el cosmos hasta el principio del bing-bang. Su hijo siempre había sido bello, pero ahora era más bello, sus cabellos eran rubios, lisos, con rizos, morenos, azabache, no por el reflejo de la luz, sino porque eran luz. Ella quería irse con El, pero el Hijo le pidió que se quedara, para que la Iglesia tuviese Madre. Y en un instante la Madre se vio abrazando su propio corazón.


Luego vinieron aquellas santas mujeres, Pedro y Juan, los discípulos de Emaús, el tozudo de Tomás que quería tocar y meter su mano en las heridas que su cuerpo cósmico y glorioso quiso conservar. "Dinos María de Magdala que viste en el camino?" Cuéntanos Simón, que volviste a ser Pedro en la orilla de una playa, tus tres afirmaciones: Señor Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo, y tomando el testigo nos ha llegado la única verdad que merece ser creída y proclamada.

Nuestra Fe no es etérea, llena de buenos sentimientos. Es concreta y real como aquellas vendas y el sudario. Cristo ha resucitado, el mundo está en paz y los niños aterrados en noches de insomnio, saben como sus madres les dicen, que no pasa nada, que no hay miedos y una madre no miente.

Feliz Pascua de Resurrección!!!!!!!!!.

sábado, abril 11, 2020

Sábado santo.




Semana Santa: Sábado Santo



A la hora de la desbandada general, cuando todo el mundo se ha sentido con derecho a insultar, reírse y mofarse de Jesús, ellos van a decir: dadnos ese Cuerpo, que nos pertenece. ¡Con qué cuidado lo bajarían de la Cruz e irían mirando sus Llagas! Pidamos perdón y digamos, con palabras de san Josemaría Escrivá: yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de mi amor..., lo desclavaré con mis desagravios y mortificaciones..., lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo enterraré en mi pecho de roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor, descansad!
Se comprende que pusiesen el cuerpo muerto del Hijo en brazos de la Madre, antes de darle sepultura. María era la única criatura capaz de decirle que entiende perfectamente su Amor por los hombres, pues no ha sido Ella causa de esos dolores. La Virgen Purísima habla por nosotros; pero habla para hacernos reaccionar, para que experimentemos su dolor, hecho una sola cosa con el dolor de Cristo.
Saquemos propósitos de conversión y de apostolado, de identificarnos más con Cristo, de estar totalmente pendientes de las almas. Pidamos al Señor que nos transmita la eficacia salvadora de su Pasión y de su Muerte. Consideremos el panorama que se nos presenta por delante. La gente que nos rodea, espera que los cristianos les descubramos las maravillas del encuentro con Dios. Es necesario que esta Semana Santa —y luego todos los días— sea para nosotros un salto de calidad, un decirle al Señor que se meta totalmente en nuestras vidas. Es preciso comunicar a muchas personas la Vida nueva que Jesucristo nos ha conseguido con la Redención.
Acudamos a Santa María: Virgen de la Soledad, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a comprender —como escribe San Josemaría— que es preciso hacer vida nuestra la vida y la muerte de Cristo. Morir por la mortificación y la penitencia, para que Cristo viva en nosotros por el Amor. Y seguir entonces los pasos de Cristo, con afán de corredimir a todas las almas. Dar la vida por los demás. Sólo así se vive la vida de Jesucristo y nos hacemos una sola cosa con Él.
Mons. Javier Echevarría.

domingo, abril 05, 2020

Domingo de Ramos especial.



Santo, Santo, Santo es el Señor!! Hosana en el cielo y en la tierra...y hasta las piedras lo cantan.

Dibujo de Mercedes Macia.

No hay ninguna descripción de la foto disponible.

viernes, abril 03, 2020

Oración de niño.


Oración de un niño: "¡Te pido por los malos, para que se hagan buenos; y por los buenos, para que sean simpáticos!"



La imagen puede contener: 1 persona, niños y primer plano

miércoles, abril 01, 2020

Abril, mensaje del Prelado.




Mensaje del Prelado (1 abril 2020)

A pocos días de la Semana Santa y en estos momentos de tanto sufrimiento, Mons. Fernando Ocáriz nos invita a mirar a Cristo en la Cruz que nos salva y es fuente de esperanza.
CARTAS PASTORALES Y MENSAJES
Opus Dei - Mensaje del Prelado (1 abril 2020)
Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Se acerca ya el Triduo Pascual, unos días en los que la liturgia nos llevará a contemplar esos grandes misterios del amor de Dios por nosotros. En los actuales momentos de sufrimiento en todo el mundo debido a la pandemia, miremos mucho a Jesucristo Crucificado. Veamos en esa Santa Cruz, como nos lo hacía considerar el Papa el pasado 27 de marzo, el ancla de salvación que impide el naufragio. Desde allí Jesús ilumina el sentido del sufrimiento e incluso nos hace descubrir que, con su gracia, podemos no perder la alegría; es más, podemos muchas veces volver a recuperarla: Gaudium in Cruce!
En estos días estamos experimentando cómo la solidaridad humana, sobre todo cuando está informada por la caridad, se vuelca en generoso servicio a los demás: junto a la cama de un enfermo, en la caja de un supermercado, en el cuidado de la propia familia aislada tantas veces en escasos metros cuadrados... Recemos mucho por las personas que fallecen, por los enfermos –también fieles de la Obra– y por sus familias. Dirijamos al Señor nuestra oración agradecida por esas innumerables personas que continúan prestando esos y otros indispensables cuidados: son un testimonio de que el alma de la sociedad es el espíritu de servicio.
Que la ansiedad o el miedo no nos quiten la paz porque, como escribe san Pablo, ¡Cristo es nuestra paz! (cfr. Ef 2,14). En las circunstancias más o menos difíciles en que nos encontremos, pongamos nuestra confianza en el amor de Dios por cada uno: Él sabe más y no abandona a nadie. San Josemaría nos lo recuerda: «Qué confianza, qué descanso y qué optimismo os dará, en medio de las dificultades, sentiros hijos de un Padre, que todo lo sabe y todo lo puede» (Carta 9-I-1959). Con esta seguridad puesta sobre todo en el Señor –y no solo en nuestras fuerzas– cada uno podrá aportar sus talentos para ayudar con alegría a los demás, que será siempre compatible con el sufrimiento y con las lágrimas.
Os invito a aprovechar las oportunidades que nos ofrece la tecnología para seguir los oficios de Semana Santa junto al Papa. Durante los próximos días os enviaré también, a través de la web, algunas consideraciones sobre estos misterios que celebraremos para, de esta manera, rezar juntos y estar más unidos.
Con todo cariño os bendice
vuestro Padre
Roma, 1 de abril de 2020