Jamás tan pocos decidieron por tantos; y conste que hablo de matrimonio , no de la dignidad de las personas y su orientación sexual. Dicen que Dios perdona siempre, los hombre a veces, la naturaleza nunca.
LA
JUDICIALIZACIÓN DEL MATRIMONIO GAY
En
lo que llevamos de siglo XXI, probablemente no haya tema más debatido que
el matrimonio entre personas del mismo sexo. Multitudes a favor y en contra han
invadido las calles de Francia, España o Estados Unidos, aunque la verdad es
que el fenómeno sigue siendo minoritario. Repárese que, de 192 países
representados en la ONU, tan sólo 15 (más México DF y algunos Estados
USA) lo regulan.
Una
característica jurídicamente interesante es que, de una u otra forma, su
regulación acaba en los tribunales de justicia al más alto nivel, produciéndose
una peculiar judicialización de su existencia. Estados Unidos no
ha sido una excepción. Por un lado, de los estados que lo admiten, casi
todos lo han sido a través de decisiones judiciales, no por ley
votada en Parlamentos. Al contrario, los más de 40 estados que lo
prohíben son a través de leyes. El fenómeno no había entrado en la
vía federal hasta que el tribunal supremo estadounidense ha debido pronunciarse,
simultáneamente, sobre dos cuestiones. La primera, acerca de la
constitucionalidad de la ley Clinton (DOMA) que, a nivel federal,
entendía como único matrimonio “ el de un hombre con una mujer”, privando
de diversos efectos a las uniones entre personas del mismo sexo .
La segunda, y la demanda presentada por cuatro californianos acerca de la
prohibición por vía de referéndum del matrimonio entre personas del mismo sexo.
El
problema clave ha sido en la sentencia contra la DOMA (cuyo protagonista
es una viuda de 83 años)la colisión entre poder federal y poder estatal. Para
el tribunal, la ley Clinton es inconstitucional en la medida que regula desde
el poder federal lo que corresponde a los Estados. El efecto inmediato será que
las DOMAS incorporadas a los estados que , por esa vía han prohibido el
matrimonio gay , comenzarán a ser objeto de demandas que irán llegando al TS
por un efecto dominó. En la segunda sentencia, la relacionada con el referéndum
californiano, la cuestión es más compleja: se trataba de decidir si los
partidarios de la famosa Proposición 8 (el referéndum que elevaba la definición
del matrimonio como unión heterosexual al nivel constitucional) podían seguir
litigando a nivel federal contra las decisiones que, previamente, habían
declarado dicha Proposición inconstitucional. La respuesta del Tribunal Supremo
es negativa, debido a que las propias autoridades del estado de California
habían desistido de seguir adelante —junto a los partidarios particulares— en
la defensa de dicha Proposición.
La
polémica también ha vuelto a ser un ingrediente del problema decidido en el
seno del Tribunal Supremo. Las decisiones han sido tomadas por el estrecho
margen de 5 a 4, siendo la pieza clave el magistrado Kennedy, el “hombre
péndulo”. Una especie de “Hamlet” judicial que cambia uno y otra vez de
posición en función de sus propias dudas. En estas dos sentencias, en la
primera ha votado con los liberales y, en la segunda, con algunos conservadores
aliados con dos liberales. Así que, en realidad, la primera sentencia, la más
importante de las dos, ha sido decidida por una única persona. La Ley Clinton
fue aprobada por los representantes políticos de millones de ciudadanos.
Las
decisiones del TS confirman la antedicha judicialización del
matrimonio gay. Ha prevalecido la decisión de cinco magistrados sobre las
decisiones parlamentarias. Una vez más se demuestra que nunca un organismo tan
pequeño (el TS) ha desempeñado tanto poder en la vida norteamericana. Nueve
togas negras en su templo de mármol de Vermont (la sede del Tribunal Supremo)
siguen siendo personas finitas con un poder casi infinito. La polémica que
acompañará a estas sentencias son un reflejo de las dudas en todo el mundo
acerca del cambio de naturaleza del matrimonio, a través de un número limitado
de personas frente a los usos y el derecho sostenido por toda una civilización
Rafael
Navarro-Valls es catedrático y académico de la Real de Jurisprudencia
3 comentarios:
Si al final esa gran minoría conseguirán lo que buscan por medio de legisladores y jueces, pero nunca jamás un matrimonio será la unión de dos personas del mismo sexo, aunque, le llamen como le llamen. Un abrazo
Por mucho que me digan,eso es antinatura
Que mundo tan contradictorio,parejas que viven juntas y no quieren casarse, homosexuales que quieren vivir casados por no estar juntos.
La ley ya no sabe distinguir entre matrimonio y "juntimonio"
No es que los legisladores no sepan discernir,para ellos lo mejor es no complicarse la vida.
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