RAFAEL NAVARRO VALLS
El día 23 de enero de
2014,
se ha publicado en el diario El Mundo, en el cual el autor analiza el
impacto político y social que está teniendo el ‘affaire’ de François
Hollande con Julie Gayet.
¿UNA CUESTIÓN SENTIMENTAL O POLÍTICA?
Fuentes
cercanas a la Presidencia de la República francesa aseguran que
François Hollande afronta el Closergate con “la frialdad propia de quien
encara más un problema político que un problema sentimental”. Tiene
razón el inquilino del Elíseo. Una cuestión sentimental -el vodevil del
piso de la rue du Cirque (curiosa coincidencia lingüística)- se está
convirtiendo en un problema político. Por estas razones.
La primera por lo que se ha llamado el impacto social
de las “políticas de la confianza”. John B. Thompson, sociólogo de la
Universidad de Cambridge, publicó no hace mucho un buen tratado sobre el
fenómeno del escándalo político. En él analiza lo que enseñan los
escándalos, ya sean sexuales, financieros o de abuso de poder, acerca de
la fragilidad del poder mismo, y también de la triste posibilidad de
convertirse en serias tragedias personales para los políticos atrapados
en ellos. De ahí que los escándalos -también los sexuales- impliquen una
incidencia “profundamente corrosiva sobre aquellos aspectos de la
confianza social que sostienen las relaciones interindividuales de
cooperación”. El declive gradual de la política ideológica y el auge de
las “políticas de la confianza”, hacen que ésta última y la reputación
sigan siendo las bases de la acción política. Hoy -concluye Thompson-
parece importar menos la ideología que la credibilidad. Cuando
deficiencias de carácter se hacen públicas, erosionando la credibilidad,
es inevitable una inicial crisis de confianza en el electorado. Sobre
este punto, Le Canard enchaîné, publicación satírica, pero normalmente
bien informada, reveló la reacción de Manuel Valls, el popular ministro
del Interior, al ver la foto de Hollande con el casco de motero entrando
en el apartamento de la calle du Cirque, situado a 100 metros escasos
del Elíseo: “Se comporta como un adolescente retardado”. Me temo que
bastantes franceses opinen lo mismo, no obstante su tradicional
tolerancia con estas cuestiones.
La segunda razón de la transmutación en político del
escándalo triangular y sentimental Hollande/Trierweiler/Gayet, radica en
las reacciones sociales que suelen provocar conductas privadas que
contradicen políticas que se defienden en público. En este sentido -como
ha dicho el sociólogo Eric Fassin y reproduce El País- “la gran ironía
es que Hollande llegó al Elíseo prometiendo que sería ejemplar en su
vida pública y privada, y que acabaría con la mezcla de géneros que tan
bien manejaba Sarkozy, el presidente que movió las fronteras de lo
íntimo y lo político”. Esta reacción ha sido especialmente evidente en
escándalos sexuales producidos en el área angloamericana. Basten estos
ejemplos. Eliot Spitzer, gobernador de Nueva York, se había proclamado
en su política electoral como adalid “contra la corrupción”. Sin embargo
The New York Times desveló que estaba siendo investigado por el FBI por
el uso de un servicio de prostitución. La reacción de Spitzer fue: “En
mi vida pública, siempre he exigido que la gente asuma la
responsabilidad de su conducta. No puedo pedir menos, ni lo haré, a mí
mismo. Por ello, presento mi dimisión del puesto de gobernador”. Cuando
Gary Hart tuvo que retirarse en la carrera hacia la Casa Blanca o cuando
Bill Clinton erosionó su credibilidad con el affaire Lewinsky, la
reacción de una parte importante de los media americanos fue desconfiar
de un político que, además de ser infiel a su esposa, miente. Los
analistas de las campañas electorales estadounidenses todavía recuerdan
cuando el propio The New York Times intervino sorpresivamente en la
carrera a la Casa Blanca, convirtiendo una posible infidelidad
matrimonial de John McCain en un ingrediente de la batalla electoral. En
aquella ocasión, la periodista Katie Couric de CBS le recordó al
candidato McCain la frase -en mi opinión, no siempre generalizable- del
ex presidente Harry Truman: “Un hombre no honorable en sus relaciones
maritales, normalmente tampoco lo es en otras relaciones de confianza”.
Precisamente esto llevó al director de la CIA, David Petraeus, a dimitir
de su cargo al frente de la CIA cuando salió a la luz su relación
sentimental con su biógrafa.
El deslizamiento de las relaciones sentimentales
hacia la vertiente pública es también inevitable cuando suponen, de
algún modo, un abuso de poder. Así sucedió con Paul Wolfowitz, que acabó
presentando su dimisión como presidente del Banco Mundial tras las
fuertes presiones que recibió desde que se hizo pública su influencia en
el ascenso y alto salario de su novia en el propio banco. Tal vez por
ello, y ad cautelam, la supuesta amante del presidente francés Julie
Gayet, ha sido fulminantemente eliminada, por orden de la ministra de
Cultura francesa, de un prestigioso jurado para el que había sido
nombrada.
En mi opinión, y por esta vez, tiene razón The Sun
-el tabloide sensacionalista inglés- cuando subraya que la insistencia
de Hollande sobre “el respeto a su vida privada” en este affaire es una
“técnica utilizada por las élites del mundo entero desde el alba de la
democracia para dejarse ver como ellos quieren ser vistos y no como en
realidad son”. No hay que olvidar que Robert Greene (Las 48 leyes del
Poder) identifica la reputación como la piedra angular del poder: una
vez que se pierde, el político se vuelve especialmente vulnerable y
blanco de ataques cruzados. Y es curioso que, en esta regla, el
discutido y prestigioso psicólogo de Los Ángeles no admite excepciones.
Cuando la máquina de rumores se dispara es imparable. Ocurre con los
escándalos, también los sexuales, lo que Bernard Nussbaum llamó
(refiriéndose al escándalo Whitewater) “reflectores sin rumbo”. Los
investigadores acaban encontrando aspectos llamativos que sólo
colateralmente tienen que ver con el escándalo original, pero que
perturban a la opinión pública. Repárese que el Closergate ha levantado
dudas sobre la seguridad de un presidente de la República, de paquete en
una moto y con un solo escolta; acerca de la lealtad de los servicios
de seguridad, de los que se sospecha que filtraron las idas y venidas;
de la existencia de supuestos complots políticos desastibilizadores del
presidente, incluso supuestamente liderados por Nicolás Sarkozy; de los
20.000 euros mensuales que le cuesta al Estado el secretariado puesto a
disposición de la first girlfriend, etc.
Como se ve, el problema creado en Francia por las
idas y venidas de François Hollande entre el Elíseo y el cercano piso no
es simplemente un problema de identificación entre la “primera” y
“segunda” dama cara a la cercana visita a Washington. Es decir, no
exclusivamente encontrar la respuesta a la pregunta que atormenta al
protocolo de la Casa Blanca: ¿del brazo de quién vendrá el presidente de
Francia?: ¿con la actual primera dama, Valerie Trierweiler, hoy
reponiéndose en Versalles de un “ataque de tristeza” o de un presunto
intento de suicidio?, ¿con la “segunda dama” en la sombra, Julie Gayet,
que ha demandado por violación de la intimidad a la revista Closer,
cuyas ventas, por cierto, se han triplicado con la noticia del romance?
Lo más probable es que, dadas las circunstancias, el presidente de
Francia viajará solo a entrevistarse con Obama.
NATURALMENTE, LA revelación delaffaire plantea el
problema de los límites de la libertad de expresión. Recuerdo el debate
mediático-ético que siguió a la publicación del libro de Seymour Hersh,
El lado oscuro de Camelot (1998). En él, Hersh -que en 1970 había
obtenido el Pulitzer- desvela toda una serie de relaciones amorosas
clandestinas, operaciones políticas encubiertas y discutibles
actuaciones de los servicios secretos durante la Presidencia de Kennedy,
cuyo 50.º aniversario acabamos de conmemorar. Las críticas surgieron
porque el autor reproduce un notable número de aventuras sentimentales
del joven presidente, en la línea del affaire revelado por el semanario
Closer sobre las andanzas amorosas de Hollande. Fue acusado de hacer
“periodismo amarillo”. La defensa del Pulitzer fue: “La vida privada de
Kennedy y sus obsesiones personales -su carácter- afectaron a los
problemas que tenía la nación, y su política exterior mucho más de lo
que cualquiera ha sabido”. Y añadía: “si informo sobre aspectos sexuales
debatidos es porque éste determina el carácter de la persona, también
el de Kennedy”. Tenía parte de razón, pero no toda ella. No puede
olvidarse que ocasionalmente la prensa puede convertirse en
irresponsable, arrogante y estrepitosa cuando no cruel con personas
atrapadas en una tormenta de publicidad dañina. Es lo que viene
llamándose “la ceremonia caníbal” de la prensa. Por ejemplo, cuando
algún humorista americano, hablando de Valerie Trierweiler como una
primera dama nunca casada con quien le transfiere el título, llega a
decir que, trasladando el problema a 1998, “nuestra primera dama (la de
los americanos) habría sido Monica Lewinsky”. Sin embargo, a veces esa
misma prensa, al revelar aspectos privados debatibles de personas
públicas, constituye -como decía Walter Cronkite- “un sistema de alerta
temprana tanto contra los perjuicios producidos por los excesos de la
propia democracia como contra el acecho de la tiranía”.
Mientras tanto, el affaire estalla en todo el mundo y
galvaniza las networks tras la búsqueda de nuevas primicias. La
“visibilidad mediática” de Hollande se multiplica, pero su popularidad
se estanca en un 22%.
2 comentarios:
Queridos amigos del blog, a medida que atravieso los años que Dios me da en este mundo, soy mas comprensivo con el error ajeno, ya que yo tengo muchos y grandes, en el tema de las infidelidades ( que no deja de ser una corrupcion mas ) nadie esta libre, solo tenemos que dejarnos llevar y cuando queremos recordar estamos de barro hasta los ojos.
Ahora bien creo que un dirigente politico, debe asumir las consecuencias de ciertas conductas que incluso dentro de la " izquierda" parecen ilicitas, puedo estar equivocado, pero creo que nadie puede gobernar bien un pais , si su vida personal es desordenada.
Cuentan que una vez Henry Ford el fundador del grupo automovilistico Americano ,en una entrevista personal para fichar un nuevo director financiero para una de las fabricas, pregunto le dijo al candidato , hableme de usted , el hombre le dijo mi vida es el trabajo soy capaz de trabajar dieciseis horas seguidas, el sr Ford insistio ¿ y su familia? el contesto es secundaria mi vida es el trabajo. El sr Ford le dijo, pues no me vale usted , " porque no es una persona equilibrada" .Pienso que es verdad tu vida personal influye mucho en tu vida profesional.
Un abrazo Goyo y ya disculpareis el rollo que he echado
Muy bueno Goyo!!!!!!!
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