El fuego de Cristo no es destructivo, es una
pequeña llama silenciosa de bondad y de verdad que transforma
Benedicto XVI a los cuarenta mil participantes
en la procesión de antorchas de Roma
“Hace 50 años yo también estaba en esta plaza con la mirada vuelta a esta ventana donde se asomó el beato papa Juan XXIII y nos habló con palabras inolvidables, palabras llenas de poesía, de bondad, palabras del corazón”, recordó Benedicto XVI.
“Éramos felices y estábamos llenos de entusiasmo, el gran concilio ecuménico estaba inaugurado. Estábamos seguros de que debía venir una nueva primavera de
“También hoy estamos felices, llevamos alegría en nuestro corazón pero diría una alegría quizá más sobria, una alegría humilde”.
“En estos cincuenta años hemos aprendido y experimentado que el pecado original existe y se traduce siempre y de nuevo en pecados personales que pueden incluso convertirse en estructuras de pecado”.
“Hemos visto que, en el campo del Señor hay cada vez más cizaña, hemos visto que en la red de Pedro hay también peces malos, hemos visto que la fragilidad humana está presente también en
“Esta es una parte de la experiencia hecha en estos 50 años. Hemos tenido también nueva experiencia de la presencia del Señor, de su bondad de su fuerza: el fuego del Espíritu Santo, el fuego de Cristo no es un fuego devorador ni destructivo, es un fuego silencioso, es una pequeña llama de bondad y de verdad que transforma, da luz y calor”.
“Hemos visto que el Señor no nos olvida, incluso hoy a su modo es humilde, el Señor está presente y da calor a los corazones, muestra vida, crea carismas de bondad y de caridad que iluminan el mundo y son para nosotros garantía de la bondad de Dios. ¡Sí, Cristo vive!, está con nosotros también hoy y podemos ser felices también hoy porque su bondad no se ha apagado, y es fuerte también hoy”.
“Al final me atrevo a hacer mías las palabras inolvidables del papa Juan: id a casa, dad un beso a los niños y decid que es del Papa. En este sentido, y de todo corazón imparto mi bendición”.
2 comentarios:
La última frase me ha emocionado. Se la voy a leer a mi madre, para que me de un beso de parte del Papa. Y por supuesto, besaré a mis niñas.
Totalmente de acuerdo, yo tenía cuatro años y seguro que mi padre y mi madre me besaron.
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