¡Qué extraña forma de permanecer! ¡Qué extraña forma de reinar! El Creador de todo, y Dueño de cuanto existe, se anonada bajo la humilde apariencia de pan y se encierra, preso de Amor, en los sagrarios, esperando allí la adoración de los hombres. Nadie en este mundo está más solo que Él. Tras dos mil años, son millones las horas de soledad que arrastran esos tabernáculos.
No grita. No tiembla la tierra bajo sus pies. No brilla como el rayo. Apenas la tímida llama de una lamparilla anuncia su presencia. No invita al aplauso, sino al silencio. Porque Jesús Hostia es Dios silencioso. Pero, para quien entiende su lenguaje, ese silencio es más elocuente que cualquier palabra.
Los amantes de lo extraordinario pierden la cabeza buscando lo que llaman «milagros eucarísticos»: que si en Lanciano adoptó la Eucaristía apariencia de carne humana, que si una Hostia voló del copón hacia la beata Imelda, que si una Sagrada Forma manó sangre… Todo eso es verdad. Pero es nada, porque el verdadero milagro es la Eucaristía misma. Y es milagro silencioso.
Es milagro que no caiga muerto quien comulga en pecado mortal. Es milagro que las paredes de los sagrarios no se fundan bajo el fuego de Amor que contienen. Es milagro que las manos de los sacerdotes no se abrasen al realizar la consagración. Es milagro que una pobre criatura pueda contener en su frágiles miembros al propio Dios. Es milagro que un pecador haya traicionado mil veces a Jesucristo, y que, a pesar de todo, el Señor se le entregue amorosamente como alimento. Es milagro que no se detenga en sol en cada misa, ante el descenso al altar de su Creador. Es milagro que podamos estar pensando en cualquier estupidez durante la consagración y no se nos congele en pensamiento…
¿Y todavía hay quien busca «milagros eucarísticos»? ¿Qué más quieren? Probablemente, ruido. Pero se equivocan: el verdadero milagro es el silencio.
6 comentarios:
Que maravilla, gracias Jesús
Uno no se da cuenta,pero así visto eso si que es milagro.Gracias Señor
Para todo lo que usted dice se necesita un don...y la mayoría no lo tenemos.
¿Por qué no lo tenemos?
Vaya usted a saber!
Eso no quita para que nos sintamos muy poca cosa ante la Eucaristía...aún cuando decimos a Jesús:
Jesús, hijo de David, auméntame la fe y perdona a este zopenco que se le va la olla ante tu infinitud.
Ven! ven buen Jesús! ven a mi. Por tu santa Madre te lo ordeno!
Jyy+
Mi santo padre Benedicto.
Qué mirada ante la Hostia consagrada.
Jyy`+
el don lo tiene el sacerdote que ha escrito éste, yo de buscarlo y usted de ser muy bueno ante Jesús...
Gracias. Y estoy con don Jyy. Esa foto me impresionó muchísimo la primera vez que la ví, la mirada de Benedicto XVI.
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