Aréchaga siempre atento....
Para cualquier creyente, tener un lugar público donde poder rezar es importante. Al menos tanto como para otros lo es disponer de un gimnasio o de una biblioteca. De ahí que el reconocimiento de la libertad religiosa suponga no poner dificultades para que cada comunidad religiosa pueda disponer de sus templos. No parece ser esta la actitud de los políticos de centroderecha que en el consejo regional de Lombardía han presentado un proyecto de ley que impediría prácticamente la construcción de mezquitas.
De entrada, impone como requisito para construir un templo que los representantes religiosos hayan suscrito un acuerdo con el Estado, algo que las comunidades musulmanas no han hecho. Pero además impone unos requisitos urbanísticos que pueden hacer la vida imposible también a otras organizaciones religiosas: desde exigir que tengan un parking con una superficie al menos doble a la del lugar de culto –lo que obligaría en muchos casos a irse a las afueras de las ciudades– hasta obligar a que estén dotadas de telecámaras conectadas con la policía local para que puedan vigilar los movimientos.
La ley, que ha sido calificada de “anti-mezquitas”, había sido ya ideada antes de los recientes atentados en Francia, pero a raíz de estos crímenes ha adquirido suficiente impulso para ser aprobada en el consejo regional. El centro izquierda ya ha prometido dar batalla contra ella y, si el asunto termina ante la Corte Constitucional, lo más probable es que nunca llegue a ver la luz.
Pero no hay que confundirse: el motivo de la ley no es defender la primacía del catolicismo, sino expresar el rechazo de la inmigración, que es lo que aglutina a La Liga Norte y asociados. Y de paso hacer frente al Ayuntamiento de Milán, que ha asignado tres áreas para lugares de culto, incluidas mezquitas.
Las comunidades musulmanas han criticado el proyecto de ley como una muestra de intolerancia. Pero ya que en la gran mayoría de los países islámicos está prohibido el culto público de otras religiones, podría decirse que hay una recíproca intolerancia. También en estos días, en Brunéi, país musulmán del sudeste asiático, se ha prohibido la manifestación pública de todo lo que tenga que ver con la fiesta de Navidad, hasta las decoraciones navideñas y Papá Noel. El Ministerio de Asuntos Religiosos considera que el acto de manifestar públicamente fiestas de otras religiones “puede ser interpretado como una difusión de religiones distintas del islam, y puede constituir una violación de la ley”.
En el sultanato de Brunéi, que el año pasado hizo de la sharía la ley del Estado, los fieles de otras religiones, dice el Ministerio, “pueden practicar su religión y celebrar sus festividades religiosas en el seno de su comunidad, a condición de que las celebraciones no se muestren o sean reveladas públicamente a los musulmanes”. En este aspecto, coincide con los laicistas occidentales que no tienen nada contra la religión siempre y cuando sea una práctica privada, que no pretenda estar presente en el espacio público.
Pero si un ciudadano musulmán de Brunéi emigrase a Córdoba (España), podría reivindicar, como hizo hace algún tiempo la Junta Islámica de España, que se autorizase el uso compartido de la Catedral de Córdoba por católicos y musulmanes, ya que antes había sido mezquita.
La verdad es que, como han confirmado excavaciones arqueológicas, la mezquita se construyó sobre los restos de la basílica visigótica dedicada a San Vicente, que fue destruida tras la invasión musulmana para edificar la Mezquita en el siglo VIII. La actual catedral de Córdoba fue donada por el rey Fernando III el Santo a la Iglesia tras la conquista de Córdoba en 1236, y, afortunadamente, la Iglesia respetó la estructura arquitectónica básica de la mezquita, lo cual nos permite admirar hoy este monumento en todo su esplendor.
Ahora la Junta de Andalucía está empeñada en que la Catedral sea de “gestión pública”, y se asombra de que la Iglesia haya inmatriculado la Catedral como un bien de su propiedad. La Iglesia contesta que la inscripción en el Registro no supone un cambio de propiedad, sino que es un medio para dar publicidad a la titularidad de una propiedad que ya se poseía desde hace 775 años.
A los que les molesta que sea así, no se les cae de la boca el ejemplo de “tolerancia entre civilizaciones que representa la mezquita”. En realidad, aplicamos fácilmente ideas de hoy a realidades de ayer. La Mezquita se construyó sobre los restos de una basílica cristiana destruida y es seguro que en la época del califato no se invitaba a los cristianos a dar culto a su Dios en la mezquita. Pero la tolerancia de algunos es muy grande mientras no se trate de tolerar a la Iglesia católica.
Es deseable que los musulmanes tengan lugares de culto dignos en Europa, como también lo es que los puedan tener los cristianos que viven en países de mayoría musulmana. En vez de una intolerancia recíproca más vale que unos y otros puedan gozar de libertad religiosa.
2 comentarios:
Nos gusta leer a Aréchaga.
Pero nosotros somos de pocas palabras...
No me vendas la burra!
Y menos la de Balam!
Con esto hemos resumido todo.
Un abrazo!
Jyy+
PD Hay tiempos en los que razonar no sirve de nada...siempre hay que razonar, hay que morir intentando razonar, viviendo y defendiendo la verdad. En eso Don Aréchaga me gana por kilómetros. Bravo por mi hermano!
Hombre..., yo entiendo que si vienen aquí y quieren tener sus lugares de culto, puedan tenerlos. Ahora bien, es una jugada que no se pueda construir una iglesia católica en Arabia Saudita y si una gran mezquita en la M-30 de Madrid... Por otra parte, Santa Sofía de Constantinopla ha sido mezquita durante 500 años, ahora es museo...
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