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Siempre inquieta, siempre anima, del sacerdote José Fernando Rey Ballesteros....gracias.
Las manos del sacerdote
A Nicodemo le dijo Jesús que Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él (Jn 3, 17). Volverá Jesús un día, y entonces juzgará a vivos y muertos. Pero, hasta que ese día llegue, la mano llagada del Señor permanece tendida en la Cruz para que el pecador encuentre misericordia.
Es la misma mano que, ante la mujer adúltera, escribía con el dedo en el suelo. Y no era una sentencia lo que escribía, sino un alegato de defensa.
Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más. Es, también, la misma mano del sacerdote que imparte sobre tus pecados la absolución sacramental. No olvides que el sacerdote lleva las manos de Cristo. Son manos llagadas que perdonan pecados y sanan heridas. Hace tiempo que dejo de ser costumbre besar las manos del sacerdote; pero aquella práctica estaba llena de sentido. Yo beso a menudo mis manos, porque ni son mías ni soy digno de ellas. Y quedo sobrecogido cuando veo derramarse a través de ellas toda la misericordia de Dios.
Aprovecha esas manos sacerdotales. Acude ahora a impetrar misericordia. Aún es tiempo de perdón.
(TC05L)
¡Pobre idiota!
Levas desde niño defendiéndote de los demás. No quieres que te quiten la vida. Pero ya has consumido una buena parte, y no eres feliz.
De joven, utilizaste a tus amigos, y los traicionaste cuando te convino. Te casaste, y dejaste claro a tu cónyuge que tenías tu vida y debía respetarla. Tanto la respetó, que tuvo que irse de casa para no estorbarte. Te has unido dos veces más, hasta que has conseguido a alguien con quien vivir en un pacto de no agresión con derecho a satisfacciones mutuas. No has querido tener hijos, para que no te robasen la vida… ¡Qué vejez te espera! Sin nadie junto a ti, y reconociendo tu derrota: la enfermedad, la soledad y la muerte te robaron esa vida que atesorabas.
Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto.
Debiste hacer caso a aquel compañero de instituto. No ha tenido un minuto para él desde que os conocisteis. Seis hijos, pocas vacaciones, mucho trabajo… Y mucho amor de Dios y de los hombres. Poco dinero, y felicidad a raudales. Ah, y, sobre todo: nadie le robará la vida; él la ha entregado.
(TCB05)
Esa voz
Algo tiene el modo de hablar de Jesús. Algo que sobrecoge el alma y hace temblar el corazón. Quizá el significado de sus palabras se te escape, pero esa voz te remueve por dentro.
Jamás ha hablado nadie como ese hombre. Lo dicen unos soldados que, sin saber a quién se acercaban, tenían orden de apresarlo. Deberían haberles advertido para que se tapasen los oídos, como hicieron después los fariseos ante las palabras de Esteban. No se puede escuchar esa voz y quedar indiferente.
Es la misma voz que removió el corazón de Mateo y cambió su vida con una sola palabra: Sígueme. No hizo falta más.
Ojalá los sumos sacerdotes hubiesen hecho caso a Nicodemo: ¿Acaso nuestra ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo primero? Ojalá hubiesen escuchado a Jesús… Pero aquellos hombres adolecían de la peor de las sorderas: la de quien no quiere oír.
Lo mismo sucede hoy: muchos juzgan y condenan a la Iglesia sin haberse acercado a un templo, ni haber escuchado un sermón, ni haber leído un solo documento del Magisterio eclesiástico. Toda su información viene del televisor. Pero esa voz es distinta…
Anda, abre el evangelio y escucha a Jesús. Te enamorarás.
1 comentario:
Los tres muy buenos.Me ha gustado el final:lo de abrir el evangelio y te enamorarás.Gracias por recordarlo.Hay tantas distracciones....
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