Una de las películas patrón de mi vida es Casabalanca. Me enamoré de Ingrid Bergman, lloré con Rick, y le dije a Sam que tocase una y mil veces el tiempo pasará. Mi madre cuando se casó se parecía mucho a Ingrid. El ambiente de aquel bar es un resumen del mundo. Amor,codicia, miedo,brutalidad,lealtad, decisiones heroicas, ironía,humor y muchos cócteles variados y cigarros en la sombra. Creo que Rick comienza seis diferentes copas en los primeros diez minutos de película. Es un mundo onírico que me da vueltas continuamente. Hoy estuve con Pepe, un genio enamorado de la literatura y de todo tipo de cócteles, de angosturas, bares de los años cincuenta, limas de jamaica, rones y ginebras y mucho dry martini, que por cierto sólo lleva una gota de martini muy seco. Me sentí transportado al Rick´s Bar de Casablanca. No ví a Ingrid Bergman, pero Sam tocaba continuamente, los camareros eran como los de antes, de esos que casi te piden perdón cuando te pasan la factura, que se te cuadran al encargar, y no esa especie de chorrrada americana de pedir en cola la hamburguesa de mierda o el café del Starbucks, que tardan más y te sale caro. Por un momento creí que Rick se me acercaba, entendí a todos los locos de la pintura y la literatura que han bebido para crear y me dí cuenta de que un cóctel hablando de libros y de literatura vale más que mil ruidos de bacalao y discoteca. Siempre nos quedará París, o Roma, o Madrid, o Donosti.
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