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Es un comienzo: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado. No sé si Tomás lo hizo, pero debió hacerlo. Meter el dedo y la mano en las llagas de Jesús es el principio de una aventura maravillosa.
El paso siguiente queda marcado por las palabras del Señor: Y no seas incrédulo, sino creyente. El contacto con las llagas de Cristo debe despertar la fe. Por desgracia, no siempre es así. Hay quienes, en la hora del dolor y la prueba, prefieren alejarse de Dios y renegar de Él, como si Dios fuese el culpable de sus males, y no el refugio seguro y amoroso donde esconderse de la muerte. Con semejante actitud, estas personas se quedan solas.
El contacto con las llagas del Señor, cuando aparece el sufrimiento en nuestra vida, marca esa hora silenciosa y oscura de la fe. Si dejamos que la fe despierte, como despiertan de noche la luna y las estrellas, en la llaga del costado vemos abierta la puerta de una gruta, que conduce al sagrado Corazón de Jesús. Allí escondidos viviremos la hora de la prueba como la hora del Amor. Entonces todo se hace dulce.
2 comentarios:
Muy bueno.Lo pone muy bonito y ayuda.Esperemos que cuando toque la hora metamos la mano con fe y Dios nos ayude
El misterio del dolor...pero la entrada es preciosa,va cómo una flecha a mis birriosas dianas.Un abrazo y gracias,Janusa
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