Decía Aristóteles que dos personas no pueden considerarse amigos si no han consumido juntos un kilo de sal. No sé cuánta sal pondrían aquellos griegos a la comida, ni cómo llevarían lo de la presión arterial, pero, desde luego, un kilo de sal son muchas comidas. Y la comida une mucho. Mañana ceno con cuatro amigos, y estoy seguro de que, a estas alturas, el kilo de sal lo hemos rebasado. ¡Bendita amistad!
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¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores? Cristo sigue queriendo comer con publicanos y pecadores. Quiere seguir sanando enfermos a través de vuestra amistad. No busquéis amigos entre quienes comparten vuestra fe. Los «grupitos» de amigos hacen mucho daño en las parroquias y comunidades cristianas. En la Iglesia buscad hermanos. Los amigos buscadlos entre quienes no creen; dadle ese gusto a Cristo.
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El verano es un momento magnífico para frecuentar terrazas, chiringuitos y restaurantes. ¿O acaso creéis que os vais a santificar pasando el día en el templo? Id al templo a orar, a reponer fuerzas y a encontraros con los hermanos. Pero no os entretengáis. Entreteneos en el chiringuito, en torno a un kilo de sal bien compartido con quienes más os necesitan. |
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