miércoles, julio 31, 2024

SANO EGOISMO.



 

En sus parábolas, Jesús no siempre muestra a personajes ejemplares como aquel buen samaritano; se sirve, frecuentemente, de personajes mundanos y egoístas. Lo sorprendente es que los pone como ejemplo cuando buscan su propio interés. Recordad al administrador infiel.

El reino de los cielos se parece a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra. A ver, este hombre no es un santo, es un tipo calculador que sabe que le compensa perder hasta los pantalones para comprar una perla que venderá por el triple de lo que le costó. No tiene más motivación que su egoísmo, salvo que hubiera pensado entregar a Cáritas el importe de la venta y Jesús no nos lo hubiera dicho.

Pero… ¿no será que, cuando el hombre sube a determinada altura, esa tendencia que tenemos a buscar el propio bien se convierte en deseo santo? ¿No será verdad que, si todos aspirásemos al mayor bien, el Amor de Cristo, y estuviésemos dispuestos a entregar todo por ese Amor, lo que en la carne es egoísmo, al encauzarlo hacia los bienes espirituales se convertiría en pureza?

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