Con este curioso milagro demostró Jesús que, aun siendo Hijo de Dios y Señor de la Creación, voluntariamente se sometía a los poderes de este mundo. ¿Por qué? Porque no podría redimir el mundo sino desde dentro, obedeciendo como siervo a quienes le debían obediencia como Dios. Mirad a los deportistas que levantan pesas: para poderlas levantar, primero tienen que agacharse y ponerse bajo ellas. Luego las levantan, y parecen crucifijos.
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